Educar de 0 a 6 años. La estética, el ingrediente necesario de las instalaciones

Las instalaciones artísticas, más allá del juego libre y la experimentación con materiales, nos aportan estética y belleza. Las criaturas perciben e integran la configuración del espacio que ante ellos se presenta, y esto amplía y enriquece su imaginario. Sin embargo, el espacio, los materiales y la configuración de los elementos suelen ser aspectos poco cuidados en las propuestas y resultan imprescindibles para hacer una propuesta estética.

Ya hace tiempo que se vienen publicando artículos sobre las instalaciones artísticas que se realizan en contextos educativos. Cuan­do tengo la oportunidad y el placer de encontrarme con alguno de estos artículos me alegra ver la iniciativa, motivación e implicación de un colectivo de personas que realiza un sobreesfuerzo en sus agendas y rutinas de por sí ya cargadas para poder ofrecer y documentar propuestas que respetan las necesidades de las criaturas y que enriquecen sus experiencias y conocimientos. Sin embargo, tengo que admitir que las imágenes que a menudo acompañan estos artículos me han llevado a una reflexión sobre las instalaciones y la estética.

Las instalaciones artísticas en el contexto educativo se introducen como propuestas espaciotemporales donde la criatura puede desarrollar un juego libre y espontáneo. Sin embargo, en la educación infantil ya existen dos momentos de juego a los que se les da gran importancia: el juego heurístico y el juego simbólico. ¿Qué es entonces lo que nos lleva a introducir las instalaciones si nuestras criaturas ya disponen de momentos y espacios de juego? ¿Qué aportan las instalaciones que no aporta el juego heurístico o el juego simbólico? La estética y la belleza. Las instalaciones son espacios configurados a partir de una estética. Las criaturas perciben e integran la configuración del espacio que ante ellos se presenta y esto amplía y enriquece su imaginario.

Si echamos la vista atrás, podemos ver que las instalaciones nacieron en un contexto artístico en el que las tradicionales disciplinas o géneros eran limitadores para la creación y empezaban a surgir producciones artísticas que no «encajaban» en ellas.

A día de hoy sigue sin haber consenso sobre una definición de lo que es una instalación o si es una disciplina o un género artístico, pero lo que queda claro es que es una producción artística y por lo tanto una producción estética, ya que en la base de toda producción artística hay una base estética.

Las instalaciones nos permiten un primer contacto con la educación artística desde el respeto a las criaturas, a sus características y necesidades, ya que la propuesta posibilita tener una experiencia estética. Se trata de una experiencia compleja que dispone de dos momentos importantes: un primer momento de percepción y un segundo momento de acción. Estas propuestas de instalaciones van más allá de una propuesta de educación artística donde nos limitamos a la contemplación o al análisis simplemente formal. Son experiencias que se interiorizan gracias a la posibilidad de interactuar, manipular y crear con los elementos que allí se presentan.

Si asumimos estas propuestas como uno de los primeros contactos con la educación artística, hay dos términos que tenemos que concretar: estética y belleza.

Podríamos definir la estética con un hilo invisible que lo conecta todo, que hace que cada característica forme parte del todo, aportando un detalle a la sensación global de armonía. Alfredo Hoyuelos también nos dice que la estética es «la importancia de cada detalle, por el gusto por redondear las acciones, por hacerlas entender o exponerlas en forma atractiva».

Cuando hablamos de belleza, podemos hablar de dos tipos de belleza: la belleza formal o la belleza por significado.

Para la creación de las instalaciones, nos centraremos en una belleza formal basada en las conexiones que surgen de elementos como el color, el material, la forma, la textura o el tamaño. Sin embargo, en esa elección estética debemos ir más allá del juicio estético de me gusta y no me gusta, teniendo claro que la belleza es una producción cultural de un lugar y un tiempo concretos; por lo tanto, que no es universal.

La belleza por significado será aquella que cada una de las criaturas al manipular y jugar con esos elementos cree, el significado que cada cual produzca. Desde esta perspectiva, una instalación que podamos considerar «fea» puede ser bella, al ser un estímulo estético que hace que una criatura produzca su propio relato o significado.

Lo formal y la estética es lo que da la estructura a la instalación, pero la instalación no está completa hasta que es intervenida por las criaturas. Solo con su intervención podemos dar por finalizado el proceso de creación y de belleza de la propuesta.

Puesto que la belleza por significado depende de la propia criatura, nuestra labor como creadores es asegurarnos que nuestras propuestas son estéticas, y para ello vamos a apuntar algunos aspectos a tener en cuenta.

Si intentamos describir esta producción artística, las instalaciones, podríamos decir que son unas producciones que configuran un espacio a partir de diferentes elementos.

Vamos a empezar hablando sobre el espacio y luego hablaremos sobre los elementos.

Si aceptamos que las instalaciones configuran un espacio, todo lo que hay en ese lugar adquiere relevancia, todo lo que hay debería apoyar o potenciar esta actividad, o como mínimo no interferir o distraer la mirada y crear ruido visual.

En muchas de las documentaciones de las instalaciones que se realizan en contextos educativos, nos encontramos con espacios repletos de cosas, no cuidados y donde las características del lugar interfieren en el propio espacio visual de la instalación artística, creando un espacio poco estético. Verbos como eliminar, mover, organizar, ordenar, esconder, camuflar, tapar, deberían ser estrategias que nos ayudaran a configurar espacios más amables, más calmados y, en definitiva, más estéticos, que potenciaran las propuestas que en ellos se realizan. Estas estrategias no son válidas solo para las instalaciones. Deberían serlo para nuestro día a día. Pero sin embargo cuando hablamos de instalaciones adquieren una mayor relevancia porque estamos hablando de una propuesta de educación artística.

Teniendo claro la importancia de la estética en el espacio, hablaremos ahora de la estética en los elementos –materiales, objetos– elegidos y en la manera de presentarlos.

Los elementos deben estar cuidadosamente elegidos, según sus características: color, forma, material, tamaños, textura. Estas características hay que tenerlas en cuenta para cada elemento y como grupo, ya que las características de unos pueden anular o complementar los otros objetos. Para eso tendremos que trabajar nuestra capacidad de detectar, mirar, analizar y conectar los diferentes elementos. Aunque elijamos un mismo material principal para la instalación –por ejemplo, botellas de plástico–, debemos tener en cuenta que puede haber mucha diversidad entre ellos –tapones de diferentes colores, tamaños diferentes, formas diferentes, plásticos más azulados o blancos…–, lo cual puede hacer que la instalación se perciba como caótica o poco estética. Por ello la selección de materias tiene que ser un proceso muy consciente donde se analice todo lo anteriormente comentado. Además, con los materiales reciclados debemos ser muy cuidadosos para eliminar cualquier «ruido visual» que pudieran tener, como etiquetas o rastros de pegamentos.

Para la elección de la tríada de objetos y elementos, además de lo anteriormente comentado sobre la estética, tenemos que tener en cuenta otros criterios, como el juego que puede producirse con la combinación de los elementos o la seguridad de las criaturas. Sin embargo, en esta selección debemos apostar por la complejidad, es decir, ir más allá de las conexiones obvias –pelota-cesta– y apostar por objetos que tengan una conexión compleja entre sí –pelota-tela por ejemplo.

Sobre la configuración y forma elegida para presentar los materiales-elementos-objetos, tiene que poder percibirse en un primer momento, en un primer vistazo. Por este motivo tiene que estar bien organizada, estructurada y medida. Si queremos representar un círculo, tendremos que asegurarnos que todos los elementos están en línea y no haya algunos que entren o salgan desdibujando la forma.

En la configuración del espacio también tendremos que tener en cuenta lo que cada elemento ocupa visualmente y las distancias. Puede ocurrir que, si los elementos están muy juntos, se produzca una sensación de estar amontonado, y a su vez, si los elementos están muy separados, la forma elegida puede perderse o desdibujarse y no percibirse en su totalidad.

No tenemos que olvidar que el elemento diferenciador y el valor añadido de esta propuesta respecto del juego simbólico o heurístico es la estética. Una estética que se encuentra en cada una de las decisiones que tomamos para configurar ese espacio y que las criaturas interiorizan inconscientemente cuando observan y experimentan.

Si nuestra mirada sobre la infancia es rica en matices, en diversidad, las propuestas que les ofrezcamos tienen que ser igual de ricas. En un mundo invadido por imágenes publicitarias, muchas veces violentas, machistas…, creadas para que consumamos sin pensar, necesitamos «refugios» donde poder llenar nuestras reservas de belleza, placer, orden, y poder así garantizar que esas criaturas han tenido otros referentes de estética, más allá de los publicitarios. Fontcuberta (2016, pág. 26) nos dice: «La saturación visual nos obliga también, y sobre todo, a reflexionar sobre las imágenes que faltan». Cuando estas criaturas crezcan en el contexto de la escuela, se les pedirá que los trabajos presentados tengan estética y sería incoherente por nuestra parte pedirles algo a lo que no les hemos permitido acceder, vivir o experimentar. Cuando hablamos de riqueza, no nos referimos solo a la cantidad de materiales o propuestas. La riqueza también es la calidad de las propuestas y es nuestro deber como acompañantes de la infancia presentar a las criaturas la riqueza –tanto en diversidad como en estética–del mundo en el que vivimos.

No me gustaría terminar este artículo sin antes recoger unas palabras de María Acaso y Clara Megías, que dicen: «Cualquier persona de cualquier grupo social es tan válida como productora de imágenes como aquellos que han pasado por los filtros y etapas de los procesos de legitimación profesional». Por lo tanto, el profesorado de infantil puede y debe crear sus propuestas. De hecho, los múltiples artículos publicados en las revistas atestiguan que han empezado a recorrer ese camino. Pero en este largo e importante camino que se ha realizado para incluir las instalaciones entre las propuestas de la clase es necesario pararse, mirar atrás y ver lo que hemos perdido u olvidado para poder seguir avanzando.

Gardotza Burgoa, educadora del primer ciclo de educación
infantil, Aldapeta Maria Ikastetxea, Donostia.
Fotografías cedidas por la asociación Gizaarte.

Bibliografía
Acaso, María, y Clara Megías. Art thinking. Transformar la educación a través de las artes, Barcelona: Paidós, 2017.
Fontcuberta, J. La furia de las imágenes. Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2016.
Hoyuelos, A. La estética en el pensamiento y obra pedagógica de Loris Malaguzzi. Barcelona: Octaedro, 2006.
Larrañaga, J. Instalaciones. San Sebastián: Nerea, 2001.

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