A continuación, compartimos dos experiencias que utilizan el dibujo como medio, partiendo del cuerpo como acción, en conexión con los otros, el espacio y la naturaleza. Se trata de repensar el dibujo como marca, como registro de nuestra existencia presente en todos los ámbitos de la vida.
El dibujo es un medio espontáneo, ubicuo, democrático –abierto a todo y a todas las personas– e inherente al ser humano. Desde la práctica artística, se entiende como un medio para registrar nuestras experiencias, como un continuo proceso creativo que permite relacionarnos con el entorno, reinventar nuestras identidades y explorar otras formas de vivir. Por eso, como docentes, es fundamental aportar medios y herramientas para que la expresión gráfica de los niños y las niñas sea una prolongación del cuerpo, del gesto, de la persona; un espacio donde acción y pensamiento confluyen.
Sin embargo, en las escuelas no es habitual esta perspectiva. Normalmente el dibujo se plantea en soportes académicos que generan uniformidad y anulan lo personal. El enfoque valorado en las clases, de acuerdo a la tradición occidental, es el realismo, entendido como mímesis o copia de imágenes y esquemas mentales que no son propios de la infancia, y en consecuencia penaliza aquellas producciones que escapan de esa norma. Los libros y cuadernos de fichas de plástica comercializados por las editoriales refuerzan este enfoque.
Esta perspectiva del dibujo es anacrónica si la comparamos con la riqueza de prácticas artísticas llevadas a cabo por los artistas contemporáneos. Si nos acercamos al mundo del arte, podremos observar cómo, a lo largo de los siglos xx y xxi, el dibujo ha ampliado enormemente sus límites, tanto físicos como conceptuales. En los últimos cien años, técnicas, procesos, materiales o dimensiones han cambiado significativamente lo que se considera dibujo, que puede percibirse tanto como un gesto íntimo, inmediato y subjetivo, como boceto generador de ideas o, con una visión más amplia, como registro de la actividad humana que nos conecta colectivamente.
Esta idea la recoge Emma Dexter (2005) en su investigación sobre dibujo contemporáneo, que inicia con la frase «dibujar es ser humano». El texto incide en la presencia del dibujo en todos los ámbitos de nuestras vidas. Las personas dibujan en cualquier lugar del planeta, pudiendo ser una forma de comunicación. Desde las primeras experiencias en la escuela, el dibujo es parte de nuestra interrelación con el entorno físico, un medio para registrar la presencia humana a través de marcas, huellas o sombras que dejan constancia de nuestro paso por el mundo: los trazos inconscientes que llevamos a cabo mientras hablamos por teléfono, las pisadas en la nieve, el aliento en el cristal de la ventana, la sombra que proyectamos al caminar o un haz de luz moviéndose en la oscuridad. Nuestros movimientos, gestos, acciones, pueden verse como marcas o huellas que dejan constancia de nuestra existencia: nosotros dibujamos, literalmente, sobre el mundo del que formamos parte.
Una obra significativa es A Line Made by Walking, realizada por Richard Long en 1967, resultado del caminar del autor hacia adelante y hacia atrás sobre la hierba hasta que la marca de su paso se hace visible. La obra de Long revela la superficie de la tierra como un campo de trabajo artístico que puede ser marcado por el cuerpo y al mismo tiempo el cuerpo se descubre como instrumento de dibujo que deja una huella sobre el paisaje.
Si repensamos el dibujo como una marca sobre una superficie del mundo, nos sorprenderá descubrir el campo enorme de posibilidades que se nos presenta también en el ámbito educativo. Desde esta perspectiva, las producciones de la infancia no deben ser evaluadas de acuerdo a consideraciones estéticas procedentes de la convención adulta -bonito, agradable, realista-, haciendo comparaciones y clasificaciones de los resultados. Debemos valorarlas por lo que son: registros de su experiencia, marcas de que existen, piensan y desarrollan su identidad al mismo tiempo que se conectan con otros en un mundo que es también compartido.
El dibujo como experiencia
A continuación, queremos compartir una serie de experiencias que utilizan el dibujo como medio, partiendo del cuerpo como acción, en conexión con los otros, el espacio y la naturaleza. Son propuestas que realizamos conjuntamente con niños y niñas de segundo ciclo de infantil y nuestro alumnado en formación, futuros maestros y maestras de educación infantil, como oposición y resistencia a una escuela directiva que establece lo que es un «buen dibujo» desde una perspectiva adulta, donde las criaturas reproducen estereotipos y colorean imágenes prediseñadas.
Es muy importante que las propuestas se transmitan de forma sencilla, primando la acción frente a explicaciones verbales. La forma de iniciarlas se plantea desde la dinámica del taller y del juego, siguiendo el principio didáctico de Bruno Munari: no decir qué hacer sino cómo hacerlo, en donde las técnicas y reglas se transmiten sin explicaciones. A través de ejemplos visibles se enseña cómo se hace con acciones-juego muy perceptibles. Se aprende jugando.
El movimiento del bosque
Esta primera propuesta toma como referencia el trabajo del artista Richard Long A Line Made by Walking (1967). Señalamos una ruta con una cuerda sobre la cual los niños y las niñas caminaban o corrían, simulando el movimiento de los animales del bosque, para después observar la marca dejada por nuestros propios movimientos.
Trabajamos a continuación el movimiento de la naturaleza a través de la performance. En asamblea, los niños compartieron su hipótesis sobre cómo se movían los diferentes animales y árboles en el bosque, y los representaron con sus cuerpos. Posteriormente, estos movimientos se transfirieron al papel, dibujándolos con carboncillo. Los lienzos que utilizamos para el dibujo eran pancartas blancas que instalamos entre los árboles del bosque.
Las acciones presentadas se llevaron a cabo en espacios naturales, con el objetivo de fomentar procesos creativos que proyecten el concepto de movimiento y grafismo, desde nuestro cuerpo –gestos y acciones– hacia nuestro entorno, fomentando actitudes de respeto y cuidado.
Agujeros
En clase, planteamos esta propuesta mediante una intervención sencilla en el espacio: cerramos una zona del aula con papel. Nos interesa que nuestro alumnado, futuros docentes, vea que, con recursos fáciles como un trozo de papel, se puede conseguir un espacio de intervención-acción. En este caso trabajamos el concepto de agujero, que derivó después en quién lo había realizado. Leímos primero en asamblea un cuento para introducir la propuesta, en este caso, Frederick de Leo Lionni. Surgieron las preguntas: ¿dónde viven los ratones?, ¿qué otros animales viven en madrigueras?, ¿cómo son por dentro?…
Al inicio, la acción se dio a través del grafismo, el dibujo con carboncillo, de forma que primero dibujaban los agujeros y, en el momento que cedió el papel, el agujero se volvió físico. Una vez dentro empezaron a surgir otros juegos, como dibujar animales o comportarse como ellos. No sabíamos si lo relacionaban con estar debajo de la tierra o dentro de un muro, pero tampoco nos importó. Traspasar el agujero, para los niños y niñas, implicaba entrar en otro lugar, una puerta de entrada a un espacio que planteaba nuevas relaciones y juegos.
Con estas dos experiencias de dibujo pretendemos poner en valor las producciones de la infancia como formas de ver el mundo. Dibujar nos ayuda a pensar ideas que, de otra manera, se habrían perdido y nos permite reflexionar sobre ellas de forma individual o en grupo. Otro aspecto a tener en cuenta es la importancia de favorecer procesos personales y abiertos frente a resultados prediseñados desde una perspectiva adulta.
Finalmente, señalar que hemos escogido dos experiencias de dibujo colaborativo para incidir en una última cuestión. Si, tal como señalábamos al principio, dibujar es marcar el mundo y, por lo tanto, un registro de nuestra existencia, es necesario adquirir conciencia de nuestras marcas, hacernos responsables de ellas en un espacio común. Dibujar conlleva, por lo tanto, la responsabilidad de crear formas de vivir respetuosas con la diversidad de seres, historias, memorias e identidades. Tenemos la enorme tarea de dibujar otro mundo, debemos comenzar por el futuro, por la infancia.
Vicente Blanco y Salvador Cidrás, artistas y profesores del área de Expresión Plástica de la Universidad de Santiago de Compostela en la
Facultad de Formación del Profesorado de Lugo y autores del libro Educar a través da arte. Cara a unha escola imaxinada (Pontevedra: Kalandraka, 2019) en colaboración con Rocío Modia.
Blog: escolaimaxinada.com.
Bibliografía
Dexter, E. Vitamin D: New Perspectives in Drawing. New York, Phaidon, 2005.