“La escuela es, sobre todo, gente.
Gente que trabaja, que estudia,
que se alegra, se conoce, se aprecia.”
(Paulo Freire)
Este texto fue una invitación del departamento de periodismo de la Universidad Federal de Río de Janeiro para la página web COVID-19, en el inicio de la pandemia, 07/04/2020, en la que el escenario pandémico nos colocaba ante tantas incertidumbres, inestabilidad en la vida cotidiana y dificultades para enfrentar el momento que se avecinaba: adultos con niños confinados en casa, educación de hijos e hijas y, con ello, la acumulación de tareas domésticas y la sobrecarga femenina. La finalidad del texto es proponer un camino en dirección contraria a la perversidad de este sistema capitalista, que permita que las familias acojan el tiempo de los niños y el juego como un acto de resistencia. Una invitación para que jueguen, bailen, canten, inventen, experimenten otras formas de existencia ante tantas dificultades y escenarios inimaginables
y particulares.
La COVID-19 ya no es una “gripecita”, sino una de las peores crisis a la que nos enfrentamos en este siglo. Una batalla que nos hace sentir miedo del sufrimiento de nuestros conocidos, amigos, familiares, seres queridos y de los más frágiles. El neoliberalismo y sus formas de dirigir la economía y las relaciones sociales realmente no “salvarán” al mundo. Es urgente, entonces, creer que necesitamos (re)inventar otras formas de relacionarnos con la vida.
Al asistir a una conferencia en un festival llamado É Tudo Verdade (Es todo verdad), en el Centro Cultural Banco de Brasil (CCBB), un cineasta, para hablar de las cuestiones que impregnan las relaciones en nuestra sociedad y las formas en que aprendemos a actuar, reflexiona en tono sarcástico: “¿Es todo verdad?” Se pregunta cuán dispuestos estamos realmente a escuchar lo que el otro tiene que decirnos y pone un ejemplo: cuando, en el ascensor, preguntamos al vecino si todo va bien, ¿realmente estamos dispuestos a escucharlo? Si en lugar de responder un escueto sí nos cuenta sus problemas, ¿nos sentimos realmente incomodados o simplemente estamos tratando de disimular nuestra indiferencia añadiendo que ya hablaremos en otro momento? “¿Es todo verdad o es todo mentira?”, pregunta el cineasta. “¿Cómo estamos viviendo?”
En una “sociedad de la culpa”, cuando nos detenemos a mirar el sol u observar los pájaros, empezamos a sentirnos rápidamente angustiados. Tenemos prisa, no sabemos realmente por qué, pero la sensación es que siempre tenemos algo que que hacer.
Sin embargo, ¿qué tiene esto que ver con lo que tengo que decir como maestra de bebés y niños? Cuando pensamos en esta etapa de la vida, es fácil recuperar el documento que formula las Directrices Curriculares Nacionales para la Educación Infantil (DCNEI), de 2010. No nos deja mentir: las interacciones y los juegos son los ejes rectores para nuestra construcción como seres humanos. Por lo tanto, ¿por qué los adultos dejamos de jugar?
Lo que aconsejaría a las familias que aún tienen sus derechos garantizados para poder cumplir estos días de aislamiento físico, frente a un país desigual donde no todos tienen el mismo derecho, es: ¡juega! ¡Juega, juega mucho con tus hijos! Hay una cosa que puedo garantizar: tendremos mucho tiempo para las letras y los números en una sociedad alfabetizada. No te presiones, no te sobrecargues, no te sientas de nuevo culpable por no hacer el papel de profesor(a) en casa. Simplemente sed padres, madres, abuelos, o mejor, brujas, hadas y magos en el campo de la imaginación.
Juega con tus hijos a esos juegos tradicionales de antaño que probablemente no conozcan, como el corro de la patata, la gallinita ciega, el escondite, la rayuela, saltar la comba, la goma elástica, etc. Así es cómo solíamos jugar mucho cuando todavía podíamos ir libremente a las plazas y calles. En aquella época, nuestros padres tenían que llamarnos para ir a dormir por la noche, ya que todavía estábamos sentados con nuestros amigos, jugando a contar historias de terror… Sí, eso pasaba. La humanidad se ha empobrecido en experiencias y ya no hay lugar para largas historias. Estamos casi mudos.
“Mi patio es más grande que el mundo”
Hoy en día actuamos como máquinas, la mayoría de las veces siempre respondiendo a alguna demanda externa, porque no somos capaces de escucharnos, de permanecer en silencio y de “perder el tiempo” con lo que se considera poco importante. Sin embargo, ahora podemos (re)aprender otra forma de existir, como bien escribe, en Memórias Inventadas – A Infância, el poeta Manoel de Barros: “Respeto las cosas y los seres sin importancia. Valoro más a los insectos que a los aviones. Valoro más la velocidad de las tortugas que la de los misiles. Tengo en mí este retraso de nacimiento. Fui equipado para que me gusten los pajaritos. Por eso tengo muchas razones para ser feliz. Mi patio es más grande que el mundo”.
Así que, tal vez este sea el gran atractivo del universo: aprendamos a perder tiempo con las cosas consideradas sin importancia, aprendamos a “perder tiempo” –un término tan usado en el capitalismo desenfrenado– con los pequeños, jugando con ellos, contándoles experiencias. Entonces, ¿por qué no usamos como antídoto lo que el capitalismo considera un veneno? Debemos “perder tiempo” con las cosas consideradas sin importancia.
Hagamos una invitación a todos: ¡jueguen, bailen, canten, inventen, prueben otras formas de existencia! Y cuando retomemos nuestras experiencias y vivencias escolares, movilicémonos por una nueva forma de existencia que nos ha sido “robada” por la lógica del beneficio y la economía. ¡Que podamos tomar conciencia y resistir el orden económico que subordina los intereses de la población a la avaricia del capital! Como dice Paulo Freire en Pedagogía de la autonomía, “la capacidad de ablandarnos que tiene la ideología a veces nos hace aceptar dócilmente que la globalización de la economía es una invención de sí misma o un destino que no podía evitarse, una entidad casi metafísica, y no un momento de desarrollo económico sometido, como toda la producción económico capitalista, a una cierta orientación política dictada por los intereses de los que están en el poder”.
Lo que podemos ofrecer a los niños ahora es lo que, antes de ser un derecho, es una condición para una existencia plena: una vida cotidiana lúdica, que la sociedad capitalista olvidó o no quiso enseñarnos.
Comencemos, en este momento de tiempos difíciles, un estilo diferente de existir y vivir, un proyecto de transformación a favor de la revolución en las concepciones del ser humano y del ser social. Una revolución cultural que tenga lugar simultáneamente a nivel macro y micropolítico, ya que la lucha contra la explotación no solo se da a nivel de economía política, sino también a nivel de economía subjetiva.
Para Felix Guattari y Suely Rolnik, en Micropolíticas: Cartografías del deseo, “los enfrentamientos sociales ya no son sólo de orden económico, sino que también ocurren entre las diferentes formas en que los individuos y los grupos conciben vivir su existencia”.
Modos de existencia más solidarios
Cuando todo esto termine, no sabemos si surgirán otras crisis. Es muy probable que, ante esta situación que nos aflige, nos moviliza, nos enoja y nos asusta, tengamos mucho que rescatar y (re)construir en el mundo, pero esperamos constatar la finalización de un régimen de explotación, afirmando otras formas más solidarias de existencia.
Es en este momento, confinados, que podemos organizarnos y así lo estamos haciendo. Cuando volvamos y caminemos juntos por las calles y plazas, en el trabajo y en los parques, creo que nuestra estrategia puede ser diferente. Tenemos que detener el crecimiento de la desigualdad, del neoliberalismo, de las rivalidades y el aumento de producción. El tiempo ahora debe ser distinto y necesario para abrazarnos, para fortalecernos como colectivo y para que podamos permitirnos una parada instantánea cuando veamos un pájaro, un árbol en flor o para tender la mano a un amigo que necesite ayuda.
Que nuestro mundo pueda al menos ser “Todo es verdad” para nosotros mismos y que nuestras preguntas, casi mecánicas en el ascensor: “¿Cómo está?, sean realmente para acoger, intercambiar y escuchar. Nuestra ayuda a los ancianos –cuando les dejamos la compra en la puerta con un pequeño mensaje–, no sólo tiene que ser por el COVID-19, sino para construir una red permanente de solidaridad. Nuestro “jugar” debe volver a nuestras vidas, y nuestro aislamiento –cuando ocurra y si ocurre, más allá de los momentos de crisis (COVID-19 o cualquier otro)– no debe ser dominado por un mercado que controla nuestro cuerpo, nuestra emoción y nuestra manera de vivir, sino por un tiempo interno, de organización interior, para hacernos siempre mejores para nosotros mismos y para la humanidad.
Referencias
BARROS, Manoel. Memórias Inventadas – A Infância. Rio
de Janeiro: Planeta do Brasil, 2003.
FREIRE, Paulo. Pedagogia da Autonomia. Rio de Janeiro: Paz e Terra, 1997, p. 142-143.
GUATTARI, Felix; ROLNIK, Suely. Micropolítica: Cartografias do Desejo. Rio de Janeiro: Vozes, 1986, p. 45.
Priscila Basílio es profesora del CAP-UFRJ de Educación Infantil, doctoranda en Educación por la UFRJ y integrante del Movimiento Articulação Infâncias.