Una vez más, al acabarse el curso, se han elaborado las memorias, las evaluaciones y demás documentos de centro, retomando como cada año temas recurrentes y que parecen no terminar de aclararse nunca. Entre estos temas aparece la libertad de cátedra. Es ahora cuando los docentes debemos realizar un ejercicio de reflexión que nos lleve a la mejora, y que en esas reflexiones se recojan las realidades absolutas, por encima de presiones sociales, institucionales e incluso sectoriales. Debemos marcarnos el objetivo de querer mejorar la Infancia, con todo lo que eso conlleva.
Entendemos por libertad de cátedra el derecho fundamental de los educadores y educadoras por el que se puede manifestar la libertad de enseñanza, y que no solo atañe a la expresión sino también a la posibilidad de realizar la labor educativa con arreglo a las propias convicciones, siempre bajo el cumplimiento de determinados programas.
Es fundamental señalar que, como educadoras y educadores, debemos hacernos responsables de nuestra labor y plantear cada mejora como algo potencial que ha de desarrollarse en beneficio de la infancia.
He aquí algunas cuestiones que debemos plantearnos y merecen una reiterada atención:
- ¿debemos guiar, dirigir o acompañar a los niños y niñas de estas edades?
- ¿los espacios y los materiales deben provocar o invitar?
- ¿qué metodología se adecúa más a nuestra acción educativa? ¿Es acertado etiquetar la metodología?
- ¿rigidez o flexibilidad?
- ¿necesitamos utilizar libros o material editado en esta etapa?
- ¿formación del profesorado, experiencia o ambas?
El reconocimiento de la autonomía pedagógica de los centros nos implica a todos y todas, y es la línea de partida para poder ejercer esa libertad de cátedra.
La mejor forma de llevar a cabo nuestra libertad es compartiéndola con las compañeras, maestras y educadoras, asegurando que defendiendo cada una, cada uno, sus intereses y sus ideas, podemos enriquecernos, transformarnos y moldearnos en pro al objetivo de mejorar la infancia y la escuela.
Solo con los espacios y los tiempos de diálogo, de debate, de consenso y de acuerdos seremos capaces de responder con rigor y respeto pedagógico a estas cuestiones y a tantas otras.
Es competencia y responsabilidad nuestra velar por la calidad de la enseñanza en todos sus aspectos y, en particular, por la mejora de nuestra intervención en el proceso de enseñanza.