El transcurrir del agua por su cauce y adentrarse en él con la protección que unas botas nos brindan. Invitados de excepción para percibir su incesante curso, su vida, con un humilde barquito de papel que se desplaza a merced de la corriente.
El barco que se mueve, los rostros que se paralizan y un silencio que lo inunda todo con la mirada clavada en su alejamiento.
Tranquilidad. El barco es rescatado.
Un gesto inocente, pero cargado con los mismos significados que un reloj de arena, por ejemplo, y percibir cómo, a pesar del estatismo de los niños y niñas, nuestro alrededor «sigue su curso» y varía inevitablemente. Sus primeras aproximaciones al concepto tiempo, a las situaciones efímeras, a que no todo es para siempre, la finitud.Constructos de realidad vividos con los juegos de nuestras vidas.
Y observar el mundo desde la altura, desde ese lugar al que algún día llegarán. Un juego para separar los pies del suelo de su realidad, y así poder ver aquella que existe desde la altura y, de algún modo, prepararse para ella.
Quizás ideando estrategias para construir un mundo mejor.
Si. Quién sabe.
Qué necesario.