«Todo tiene un fin», «Las cosas se hacen por algo», «Hacer por hacer es tontería», «No pierdas el tiempo», «No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy», y así podríamos llenar páginas y páginas con expresiones, dichos y refranes que desde nuestro nacimiento se van grabando a fuego lento en lo más profundo de nuestro ser.
Desde que llegamos a la vida estamos continuamente condicionados por lo que se nos dice. Se nos «llena la mochila» de juicios y prejuicios, y esto es responsabilidad de quienes educan en cada momento.
El movimiento es lo primero que queremos controlar, y muestra de ello son los comentarios que hacemos sobre los bebés: «¡Es más bueno!, no se mueve nada», «¡No da nada de guerra, ni llora!». Todos estos comentarios llevan implícito un mensaje negativo acerca del movimiento y de la expresión corporal, tan necesarios para nuestra supervivencia como para nuestro desarrollo, y que son además una gran fuente de placer.
En estos años de la vida, cuando para el niño el movimiento adquiere su máxima dimensión como vía de conocimiento de sí mismo y del mundo que lo rodea, es cuando debemos dejar hacer, sentir y ser. Cualquier déficit en estos momentos puede repercutir en problemas de aprendizaje, socialización o personalidad.
A través del juego, la acción y la experimentación, las criaturas van conociendo la realidad, lo que permite a su vez el desarrollo de su espontaneidad y creatividad dentro del descubrimiento de su propio cuerpo. Pero dado que la sociedad moderna impone cierto grado de sedentarismo y limita las posibilidades de las criaturas para poder moverse y jugar, la elección, el movimiento y el placer van ligados de forma intencional desde que las niñas y los niños de mi grupo de 4 años entran por la puerta.
La llegada y la acogida
Cada mañana espero en la puerta de entrada a que las criaturas que llenan mi día a día hagan su aparición, como si de un gran acontecimiento se tratase. De hecho ¡es un gran acontecimiento! Cada una de ellas espera mi saludo, mi broma, mi guiño o cualquier pequeño indicio que le haga sentir que es especial. Las hay que saludan por inercia, las hay que esperan un abrazo, las hay que con sus ojos deslumbran, las hay que hasta saludan en japonés. Bajo esas pequeñas mascarillas, la llegada a clase supone un alivio y una bocanada de aire directo al alma en cuanto se liberan de ellas y muestran la expresión completa de sus caras: irradian felicidad. Creo mucho en la importancia de los primeros años de vida, considero que son la base de la persona.
Rebeca Wild, pedagoga alemana, siempre defendió que todos los seres humanos tenemos las herramientas necesarias para percibir el mundo, interpretarlo y tomar nuestras propias decisiones. Así pues, con esos principios todas las criaturas desarrollan roles, capacidades y habilidades a través de la curiosidad y la experimentación. Una de las principales aportaciones que hizo Wild fue definir las etapas evolutivas con relación a las actuaciones que favorecen el desarrollo integral de la persona. Estas etapas son:
Etapa prenatal, en la que las experiencias positivas favorecen el desarrollo del lazo entre madre, padre y bebé.
Primera infancia, de 0 a 3 años: el contacto físico y una atención tranquila fomentan el desarrollo de la autonomía del niño o la niña.
Etapa preoperativa, de 3 a 7 años: una vez conseguida cierta autonomía, algunas veces surge miedo a hacer cosas que antes se realizaban sin ningún problema. Es un comportamiento inconsciente para reestructurar las vivencias anteriores.
Teniendo en cuenta estas etapas, la independencia y la autonomía se forjan como aspectos fundamentales en su desarrollo desde que llegan a clase. Son el principal eje sobre el que se articula cada acción del día.
Las criaturas entran, llegan, se las acoge. La acogida es lo importante. En general, utilizan todos sus sentidos para establecer contacto con el mundo exterior. Se orientan por nuestra postura, mirada, expresión, olor y sonidos, y es así como la llegada se espera y la acogida se cuida. Cuelgan sus abrigos y mochilas, guardan sus mascarillas, se lavan las manos y comienza la acción, comienza el placer, o quizá ya había comenzado desde el momento en que pusieron un pie en el suelo al levantarse de la cama.
Cuando la elección es lo importante
Con solo 4 años a sus espaldas, son capaces de elegir, disfrutar y vivir, siempre y cuando se les dé esa oportunidad. Todas las personas tenemos la necesidad de sentir que somos dueños de nuestra vida. Elegir nos supone una carga extra en la elevación de nuestra autoestima: elegimos nuestra ropa, nuestras amistades, la comida; elegimos nuestras acciones y hasta nuestros pensamientos, y así se va forjando nuestra personalidad, contribuyendo a que volquemos lo mejor de nuestra persona en cada elección que realicemos.
Sea cual sea la elección, el mero hecho de realizarla colma nuestro interior. Se produce un crecimiento de tal calibre que las endorfinas comienzan a circular por el cuerpo llenando cada poro de placer.
Cada mañana, al entrar en clase, las criaturas eligen lo que necesitan o quieren, eligen lo que quieren hacer o sentir. No tenemos prisa por comenzar la jornada, cada día se presenta con algo diferente, y yo, guiada por ellas, fluyo entre sus comentarios, juegos y diferentes elecciones. Unas deciden bailar, otras deciden hacer puzles, otras pintar en la pizarra, otras recortar, otras mirar un cuento bajo las mesas, y otras, tumbarse sin más.
Ese momento en el que eligen se me presenta como una oportunidad de observación y registro que me aportará información, mucha información que a veces se nos pasa desapercibida. Contemplo diferentes aspectos que dejo recogidos, apuntando qué observo, cómo lo interpreto y si puedo o debo intervenir. Recojo información que procesaré y analizaré para sacar conclusiones sobre el grupo de niños y niñas, y poder presentarles aquello que necesitan para avanzar en su propio desarrollo.
La documentación es importante. No se trata de una simple recogida de información. Sobre el papel quedará visible lo invisible, la documentación pedagógica tomará una proporción fundamental para acompañar de una forma adecuada. En este caso, se trata sobre todo de ver y comprender de qué es capaz el niño o la niña sin que medie marco predeterminado alguno de expectativas y normas. La documentación pedagógica es un proceso de visualización de lo que observamos. Pero lo que documentamos no representa una realidad verdadera, ya que en mayor o menor medida es una construcción subjetiva. Es por ello que la información que se maneja es importante contrastarla, reflexionar sobre ella y obtener distintos puntos de vista de las diferentes personas que componen el equipo docente. De esta manera podemos garantizar una objetividad que nos puede aportar otra interpretación de la realidad, quizá más cercana a la verdadera.
Cada criatura tiene su propio potencial y es por ello por lo que debo estar atenta para interpretar cada acción, cada gesto, cada elección. La elección es lo importante.
Cuando el movimiento es lo importante
Según Emmi Pikler, autonomía y libertad son las bases del movimiento, y existen unos movimientos innatos que ya se dan desde antes del nacimiento. El movimiento es una necesidad: de eso ya no hace falta convencer a nadie. Esa necesidad de movimiento ya comienza en el vientre materno. Los movimientos nacen de la propia voluntad de supervivencia. Es decir, que son necesarios para poder dar vida a ese ser. De ahí que se establezca una absoluta coordinación entre bebé y madre en el momento del parto, con movimientos de empuje, contracciones y salida. Respondiendo a los estímulos que se dan, la criatura llega a este mundo conociendo movimientos clave, los llamados reflejos, que le permitirán abrirse paso en la vida. El movimiento es lo importante.
A medida que las criaturas van creciendo, su necesidad de movimiento sigue evolucionando, y cuando llegan a la clase yo no puedo coartar esa necesidad: la libertad de movimiento es vital para que se sientan bien y, dado que por las circunstancias actuales no podemos ir a otras clases, qué menos que movernos por la nuestra. Así, van desplazándose a cada zona que eligen, intercambian las primeras palabras después de los primeros saludos, y el movimiento se da, pero hace aparición un movimiento de otro tipo: aquel que relaciona los conocimientos ya adquiridos con el juego, con la acción que se está llevando a cabo. Un profundo proceso está teniendo lugar en su interior.
Cuando la elección y el movimiento dan lugar al placer, la primera acción de la mañana
El movimiento no solo es movimiento físico. La actividad cognitiva también genera un movimiento interno que produce grandes avances en el desarrollo de las criaturas. De esta forma, es imprescindible que cuando lleguen a clase se sientan con la absoluta libertad de hacer, sentir o ser lo que les apetezca. Así, cada mañana, cuando llegan, dedicamos el tiempo que necesitan para hacer esto. Este momento de observación para mí es un momento de gran placer para ellas. No hay un tiempo ni un espacio concreto, el ritmo lo van marcando ellas, que deciden que su primera acción del día sea el placer, y yo debo seguir ahí, atenta para averiguar qué es lo que necesitan. Fluir es más fácil. La primera acción es el placer.
Susana de Iscar, maestra de Educación Infantil,
ceip L’Ablanu-Piloña (Asturias)
suisma@gmail.com
Bibliografía
Bueno, David. Neurociencia para educadores. Barcelona: Octaedro, 2018. Col. Rosa Sensat.
Wild, Rebeca. Etapas del desarrollo. Barcelona: Herder, 2011.