Escuela 3-6. La naturaleza pinta

De la sorpresa al ver el trazo que deja una piedra nace esta compilación de fotografías. En ellas niños y niñas han ido captando trazos, colores, formas y dibujos únicos que nos regala la naturaleza, abriendo los ojos a su entorno más cercano, el patio y el arborétum. Con la imagen y la palabra, nos explican lo que han vivido, fruto de la investigación y observación de lo que los rodea y les despierta la curiosidad, pasando de la impronta de la naturaleza a la que captan con una imagen. El espacio exterior está lleno de riqueza.

Esta experiencia en un grupo de 5 años surge de la necesidad de dar valor al exterior como una parte rica de las vivencias en la escuela, donde en el día a día las pequeñas cosas vistas con ojos de niño se hacen grandes y únicas. En la escuela La Florida, salir del edificio nos da la oportunidad de poder encontrar pequeñas pinceladas de naturaleza que ofrecen tiempo para disfrutar, maravillarse y encontrarse. Dejar la cámara en manos de este grupo de niños y niñas sirvió como herramienta para dar importancia a lo que veían, pensaban e interpretaban de su entorno más cercano, de los hallazgos que son los tesoros, los cambios y los pequeños detalles, y puso así a su alcance un recurso para poder comunicar más allá de la palabra, a la comunidad educativa; hizo visible la belleza de las pequeñas cosas que nos rodean, que van siguiendo su ritmo, e hizo que no pasaran desapercibidas.

El camino que lleva hacia el arborétum, un espacio verde dentro de la escuela, va acompañado de conversaciones, calma e ilusión. Las palabras se mezclan con recuerdos del lugar a donde van y la curiosidad por aquello que los espera, con la conciencia de que la naturaleza es cambio, tiempo y sorpresa. Con la mirada y el sentimiento de que cada día es diferente, cada momento e instante son únicos, y de que estos regalan nuevos descubrimientos y oportunidades, que acompañan los pasos de los niños y niñas por la escuela.

Un espacio verde en el exterior se convierte en una experiencia única para observar desde la calma, una oportunidad de movimiento, mientras los sonidos que se escuchan y la expectación para encontrar un pequeño tesoro van de la mano. La naturaleza se convierte en un pequeño laboratorio de investigación, lleno de secretos, como nos explica Penny Ritscher, donde cada día surgen nuevos aprendizajes y descubrimientos, y donde lo invisible se hace grande, donde los niños conectan con ellos mismos y lo que los rodea, dando vida a un palo que disfrazan con una hoja que han encontrado, maravillándose al encontrar un nuevo hormiguero mientras esperan ver salir a las hormigas siguiendo su camino…

«Muchos niños, quizás por el hecho de que ellos mismos son pequeños y, por lo tanto, más cercanos que nosotros al suelo, notan y disfrutan las cosas pequeñas y poco vistosas. […] Una parte de las obras de arte más exquisitas de la naturaleza son miniaturas, tal y como sabe todo aquel que haya mirado con lupa un copo de nieve».
Rachel Carson, The Sense of Wonder.

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Poco a poco, las huellas que dejan los zapatos en la tierra en el arborétum a primera hora de la mañana van formando parte de las pequeñas cosas que, con sorpresa y espera, el grupo va haciendo suyas. Cada día deja recuerdos y huellas en otro. Las conversaciones, los juegos y descubrimientos crecen y se van convirtiendo en pequeñas complicidades, conversaciones e historias que los niños y las niñas comparten. Dejar espacio y tiempo permite retomar proyectos iniciados en pequeños grupos, que a veces se repiten como pequeños rituales. En la escuela se viven muchos momentos así, que enriquecen su día a día y son una semilla para que pueda crecer lo importante para el grupo. Respetar, escuchar y estar presentes en estos momentos nos da la oportunidad de ver cómo se van tejiendo las relaciones y lo que es importante en aquel momento. Los niños y las niñas son grandes descubridores de tesoros: una piedra, una hoja, un palo…, se convierten en algo especial para ellos, y ponen de relieve qué es importante para cada uno.

Muy pronto, la búsqueda de piedras que pintan se convierte en uno de estos rituales que se vuelven juegos y a los que se van añadiendo más niños y niñas. El hallazgo de la diversidad de colores, texturas, materiales y trazos acaba convirtiéndose en un reto común, con unas normas acordadas que les gusta repetir, a la vez que suma aprendizajes.

–¡Mira, una piedra que pinta!

–¿Dónde la has encontrado?

–Están escondidas y hay que buscarlas, es muy difícil, eh…

–¡Ven que te lo explico! Están aquí en la tierra.

–Cuesta porque hay que hacer agujeros, primero pruebas si pintan en la arena y después en el suelo.

–Tienes que buscar piedras en la arena. En la hierba no, porque allá viven los bichitos y las plantas.

Después de este descubrimiento, nace la necesidad de recopilar estos tesoros para darles valor. Encontrarles un lugar especial dentro de la clase, con lo que pasan a tener un significado personal para cada uno. También se convierte en un punto de encuentro, de complicidades, de aventuras y de historias que acompañan cada descubrimiento. Y la cámara es una herramienta clave en este proceso y un punto de encuentro para construir una mirada conjunta. Da importancia a lo que se ve y fija la mirada en lo que es importante para cada uno, teniendo en cuenta que la belleza se encuentra en los ojos de quien mira. Así es como, a partir del trazo que deja una piedra, nace esta búsqueda.

La fotografía es, así, una ventana para abrir los ojos a lo que los rodea, pasando del arborétum al patio, y acaba levantando los ojos del suelo para mirar hacia el cielo. La búsqueda de formas, trazos, dibujos, colores y huellas se convierte en un descubrimiento individual y colectivo.

Lentamente las piedras dan paso a las hojas, que con el transcurso del tiempo cambian de color y muestran dibujos únicos:
–Esta hoja está hecha de barro y fuego.

O a las flores, que tienen dibujos especiales y nos dejan ver interpretaciones de su entorno más cercano:
–La flor es rosa y tiene rayas, porque su mamá también tiene. También tiene una flor chiquitina. Hay que abrir mucho los ojos para verla.
No todas las flores son iguales.

Los días de lluvia, con el agua y el barro, nace el título de la exposición, La naturaleza pinta, donde vemos la huella de las manos al tocar los charcos. El agua hace cambiar el color de lo cercano, como la corteza de los árboles del patio, y da lugar a nuevas tonalidades. Vemos diferentes gotas y formas sobre las hojas, o en los bancos que acompañan sus juegos de cada día, y van descubriendo que ellos también pueden crear dibujos y trazos con algunos elementos.

–La hoja se moja. Le ponía gotas y era como un charco.

Los charcos también son espejos: nos vemos en ellos y también reflejan los árboles.

–Los palos pintan, pero los dibujos se van…

Las hojas también las podemos estampar con agua en el suelo, como nuestras manos, que dejan marcas, porque el agua también pinta.

Asi es cómo nace la necesidad de mostrar a las familias lo que ven y lo vivido, y hacemos una exposición de fotografías a la que se invitó a los compañeros y a las familias. Un lugar de encuentro para las imágenes, donde hacer de guías dentro de la cotidianidad, fue una oportunidad para poder releer los procesos vividos y dio pie a reflexiones y a ampliar la mirada a partir de las aportaciones de los compañeros del grupo y de otras edades. La exposición se realizó en el atelier de la escuela, que se encuentra en un pasillo, con la voluntad de dar valor a la dimensión artística de la fotografía.

En la escuela se viven muchos momentos así, que enriquecen el día a día y son la semilla para que pueda crecer la cultura de grupo. Como maestros, es importante captar lo que tiene valor para los niños y las niñas, que nos lo hacen saber de tantas maneras. Hacerlo crecer, dando tiempo, espacios y recursos, todo esto ayudará a construir puentes para encontrar elementos que sean un punto de encuentro. Dejar impronta de los retos y las investigaciones conjuntas, buscando maneras para mantener en el tiempo aquello en que han puesto dedicación, se vuelve una necesidad dentro del proceso de aprendizaje, y de aquí van surgiendo preguntas y nuevas investigaciones, fruto de lo que van dejando las vivencias. Después de este proceso, cuando niños y niñas hacen un descubrimiento único para quien lo lleva a cabo, se oye: «¡La naturaleza pinta!»

Dori Martínez, maestra de educación infantil de la escuela La Florida de Santa Perpètua de Mogoda.

Bibliografia
Ritscher, Penny: El jardín de los secretos, Barcelona: Octaedro – A. M. Rosa Sensat (col. Temas de Infancia), 2006.

 

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