Está documentado que, a lo largo de la historia y en todas las culturas, los niños y las niñas juegan a «crear algo» siempre que se den las condiciones necesarias y adecuadas. Teniendo en cuenta la estrecha interrelación entre juego y desarrollo, es a través de su propia actividad como llegan al conocimiento.
Las investigaciones del Instituto Pikler-Lóczy de Budapest acerca del desarrollo del juego nos indican cómo las niñas y los niños, en el proceso de establecer relaciones espaciales entre dos o más objetos, desarrollan varias capacidades y destrezas. Entre otras, la de utilizar un objeto como herramienta. En un momento muy determinado, que responde al grado de desarrollo madurativo y funcional de cada criatura, ejercitando esta destreza se inicia el proceso de “dejar huella”, es decir, de crear algo que perdura en el entorno siendo capaces de darse cuenta de ello.
Por otro lado, sabemos de la fascinación que produce a las niñas y a los niños el agua, la tierra y la arena, y de la magia que genera un palo en la mano. Resulta sencillo, pues, dar respuesta a la necesidad y al interés de las criaturas de expresarse y de experimentar en situaciones de juego propiciando la libre expresión a través de materiales naturales, para que hagan lo que quieran y mientras les apetezca, minimizando las limitaciones.
«Y sin prescripciones, sin propuestas, sin ni tan solo sugerirle el objetivo o el fin de la actividad, que tengan la posibilidad de actuar, respetando las reglas “sociales”, haciendo lo que desean y mientras tengan ganas.»
Anna Tardos
Y es desde este planteamiento que tiene cabida esta propuesta en la escuela de 0 a 3 años, ofreciéndoles un entorno con materiales naturales y utensilios de la vida cotidiana tales que les procuren actuaciones variadas.
El patio al aire libre es el escenario preferente donde encontrarse con agua, arena y tierra, en el arenero, en un suelo de losas y cemento, en el prado y en el huerto, en los charcos de agua de lluvia… Y es muy fácil proveernos de brochas, pinceles, esponjas, rastrillos, palas, cucharas, palos, piedras, piñas, hojas, conchas, objetos pequeños de metal…
«El primer papel del adulto es diseñar un entorno en el que va a jugar el niño. Es muy importante rodear a los niños de cosas bellas […] que respetan su inocencia, sus ritmos, las etapas de la infancia, su sed de misterio. Y entonces, cuando rodeamos a los niños de cosas bellas, pues suscitamos en ellos el asombro. A través del asombro los niños quieren conocer.»
Catherine L’Ecuyer
El surco que deja el palo sobre la tierra, la hendidura de la concha en la arena, el reguero de agua que va dibujando el dedo, la huella de la mano mojada sobre la pared… ¡Esta es mi obra! Obra efímera a ojos del adulto, obra plena para las criaturas que viven ahora y aquí.
Nuestros son los cometidos de observar y conocer el momento de cada criatura en este proceso y saber esperar a que esto suceda respetando ritmos individuales y autonomía. Y, por supuesto, el de acompañarlos apoyando y aceptando sus iniciativas, sus descubrimientos y sus fantasías en las creaciones.
Braulia del Coz y Eugenia Rodríguez Ortiz, educadoras de la
E. E. I. La Serena, Gijón.
Referencias
Cruces, Elena (dir.) Imagine Elephants. Una experiencia sobre el juego y la infancia (documental). Pontevedra: Samthing Visual, 2015.
www.imaginelephants.com/es/
Kálló, E., y Mózes, E. «El juego en el primer y en el segundo año de vida», en Juego, actividad, pensamiento. ii parte. (dvd). Budapest: Asociación Pikler-Lóczy de Hungría, 2018.
Szőke, A. «Autónomo, pero no abandonado a su suerte. El apoyo de la actividad autónoma en la escuela infantil 0-3». RELAdEI (Revista Latinoamericana de Educación Infantil), núm. 5 (3) (2016). Monográfico Pikler-Lóczy.
www.reladei.net.
Tardos, A. El adulto y el juego del niño. Barcelona: A. M. Rosa Sensat-Octaedro, 2011 (col. Temas de Infancia).
Tremoleda, A. «El niño capaz». Infancia, núm. 174, marzo de 2019.
