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Lo más constante de la vida es el cambio, y fluir en los acontecimientos de la vida nos permite crecer, nutrirnos y avanzar en este sinuoso camino. Pero necesitamos certezas en ese camino, y una de ellas es la seguridad de una clase, como cobijo, y sus rutinas y ritos, que otorgan refugio, y otra es la mirada atenta de adultos, que cuidan, acompañan y guían de la mano, soltándola cuando es necesario para aprender a caminar.
«Definir al aire como libre posee un bello significado poético. No nos referimos a él como el del exterior, sino en libertad, capaz de expandirse y de abarcar la inmensidad con suavidad o fiereza, como si las ráfagas de viento se trasladaran expresando emociones propias de la persona, como si se tratara de algo vivo, capaz de comunicar.
«Con la infancia es necesario estar capacitado para vivir en la imprevisibilidad, poder adecuar el rumbo y no coartar el fluir de los niños y las niñas.»
Sergio Díez, Educar el aire
«Todo fluye, todo está en movimiento y nada dura eternamente. Por eso no podemos descender dos veces al mismo río, pues cuando desciendo al río por segunda vez, ni el río ni yo somos los mismos.»
Heráclito
Un pequeño regato del parque cercano nos ofrece multitud de experiencias. Vemos un mundo de oportunidades más que de imposibilidades. Fluye el agua, fluyen las criaturas y nuestras propuestas, sustentadas en la mirada abierta, que ofrece confiar. Confiar y acoger lo imprevisto para envolverlo de sentido, con un ambiente amparado por su tiempo y materiales que le den significado. Un ambiente de calma, su tiempo, de ir y venir, entre lo conocido y lo desconocido.
Nuestra clase se expande cada viernes. Abre sus paredes y muros hacia parques y zonas verdes maravillosas, que se encuentran en nuestro entorno urbano, para ofrecer a las criaturas la inmersión en un entorno natural que se convierte en un espacio educativo de primer orden. Pero en el norte llueve y hace frío. No podemos esperar a que el tiempo apacigüe, pero sí podemos dotarnos de una indumentaria adecuada para hacerle frente; por ello, chubasquero, katiuskas y pantalón de agua se convierten en nuestro uniforme obligatorio para poder jugar en el exterior.
Las educadoras partimos de ese espacio, con los objetos que allí se encuentran: palos, agua, hojas, barro, etc., como únicos elementos y materiales. Así, cada viernes observábamos cómo se daban diferentes tipos de juego: el juego de cocinitas o barcos piratas usando como base el tronco talado o caído de un árbol; la exploración del entorno trepando, rodando o saltando por las cuestas de hierba, ramas de árboles o piedras sugerentes; el descubrimiento de posibilidades de expresión pintando con barro manos y palos; etc. Con el paso de los días, pudimos comprobar que el juego con agua en el regato y el bebedero, que formaban parte de ese entorno, era el más recurrente y aclamado. Unos intentaban pasar al otro lado del regato probando y ensayando su potencia y dominio del salto, otros saltaban dentro como si fueran charcos para salpicar o para ver el agua saltar, otros realizaban trasvases, etc., y otros muchos comenzaron a elaborar un proyecto al que intentaban buscar soluciones: crear una presa en el bebedero y desviar el agua del regato. Buscaban palos para generar canales, hojas de árboles tubulares o barro para crear un muro de contención. Sumergidos en el método científico, iban generando hipótesis, experimentando, verificando o no lo planteado, etc.
Niños y niñas daban respuesta a sus intereses y a la satisfacción de sus necesidades, según el momento psicoevolutivo en el que se encontraban, utilizando este material discontinuo. Siendo conscientes de esto, las educadoras decidimos nutrir y enriquecer este juego a través de materiales que lo expandieran y abrieran nuevas posibilidades. Así, uno de los días, con ayuda de las alumnas en prácticas, pudimos idear y preparar previamente el espacio con materiales diversos: macetas con y sin agujeros, tubos rígidos de distintos tamaños de pvc con codos y tubos flexibles de plástico, regaderas, etc., todo ello dispuesto con una estética sugerente que invitara a la acción. Este día supuso un punto de inflexión en su proceso de investigación al que se unieron otros niños y niñas. Las posibilidades se ampliaron generando multitud de circuitos de agua, con diferentes caídas y pendientes, filtros de agua, presas, etc., proyectos que cada viernes se reformulaban, porque ni el río ni la criatura eran iguales.
La vida, como el río, avanza; hagamos que fluya bajo nuevas aguas, fortaleciendo los lazos que permiten ese arriesgar en la incertidumbre de nuevos retos, pero acogidos por la certidumbre de lo cotidiano del entorno para ofrecer nuevos aires.
Necesitamos afinar la mirada, y para ello es necesario parar, situarse, pensar, observar, anotar y retomar acciones cotidianas bajo un nuevo río que fluya de ideas y propuestas pensadas y asentadas en prácticas bien documentadas. Nada es lo que parece, es necesario hacer camino al andar, pasar haciendo caminos sobre la mar.
Cada día tienes la oportunidad de bañarte en un río nuevo, con el reflejo de un nuevo tú que acompaña, sostiene y atiende, y una criatura con nuevas y ricas vivencias, ancladas en la seguridad que todo es lo mismo y que nada será lo mismo, que siempre habrá algo nuevo por descubrir y crear.
«Caminante, no hay camino, sino estelas en la mar.»
Antonio Machado
Patricia Díaz Blanco y Cristina Salamanca, Consejo de redacción de Infancia en Cantabria