Si el entorno del bebé respeta, protege y apoya su incipiente capacidad de participar, dando espacio y tiempo a que intervenga en la tarea que la persona adulta le propone, su respuesta será inicialmente un mínimo gesto de aceptación, interés o colaboración, pero se convertirá muy pronto en atención mantenida, consciencia de sí mismo y del entorno, aprendizaje autónomo, respeto, curiosidad, iniciativa, personalidad proactiva…