Pensar en Irene no puede ser pensar solo en el pasado. Ella siempre estaba dando la cara al presente y pensando el futuro. Tampoco sería coherente rendirle un homenaje que se parezca a un culto a la personalidad. Lo que uno percibía en su mirada y en sus palabras es que cada persona, pequeña o grande, era importante y capaz de contribuir a una nueva realidad conforme a sus ideales con confianza y valor.
Recuerdos y lecciones
La primera vez que me encontré con Irene Balaguer fue en marzo del 2000, cuando nos reunimos para iniciar el proyecto Infancia en Europa en la Fundació Marta Mata, centro pedagógico de Saifores. No conocía casi a nadie y, sin embargo, me sentí acogida como si fuese mi casa. La curiosidad y el cariño irradiaban. Nos llevaba adelante el deseo de construir un proyecto ambicioso y necesario para que Europa no sea solo la de las instituciones, sino la de los ciudadanos y, entre ellos, los más recién venidos y los que los acogen y rodean para que crezcan con seguridad, amor a la vida y a los otros seres. Los dos días que pasamos allí fueron intensos, con discusiones amplias y profundas. Los idiomas y las culturas diferentes nos obligaban a generar muchos debates. Como hija de refugiados de la Guerra Civil nacida en Francia, cerca de la frontera alemana, esa mezcla, esa confrontación de culturas, de lenguas, de maneras de pensar, me resultó en cierta manera familiar. Me parecía un sueño poder estar allí y tener la oportunidad de hacer realidad una revista europea con todos los que estábamos.
Lo logramos apoyándonos en la exigencia de Irene Balaguer, la paciencia y capacidad de síntesis de Peter Moss, las contribuciones de Bronwen Cohen, Ferruccio Cremaschi, Perrine Humblet, Jan Peeters y otros más.
Pudimos comprobar que nuestras diferencias culturales e individuales no nos impedían hacer obra común, todo lo contrario: empezamos con siete miembros y llegamos a ser hasta catorce, incluyendo países como Polonia, Serbia, Hungría… Se trataba de agrandar el círculo.
Los derechos del niño
Para mi maestra Irene el tema de los derechos humanos, y específicamente de los derechos de los niños, es una herramienta valiosa e imprescindible que da un fundamento jurídico y político que nos permite reconocer a cada niño no solo como persona sino como ciudadano.
Claro que ese instrumento no es una meta. Lo que importa es que los niños vivan esos derechos en sus vidas cotidianas. Ella consideraba que la necesaria protección de las niñas y los niños no tenía que quitarles el derecho de expresión, refiriéndose a Loris Malaguzzi.
Desde ese punto de vista, la comunidad de los adultos tiene la responsabilidad de crear las condiciones de la emancipación, de la capacidad de pensar y de crear confrontando los saberes y las capacidades prácticas para crecer individual y colectivamente. Hannah Arendt, en La crisis de la cultura, subraya ese tema escribiendo: «Es también con la educación, que decidimos si amamos a nuestros hijos lo suficiente como para no rechazarlos de nuestro mundo, ni abandonarlos a sí mismos, ni quitarles la oportunidad de emprender algo nuevo, algo que no habíamos previsto, pero para lo cual los preparamos de antemano: la tarea de renovar un mundo común».
Irene tenía una visión aguda y sin compromiso para detectar los fallos en las aulas donde las prácticas no correspondían a los valores. No sirven los valores ni tampoco los saberes si no se comprometen los adultos a hacerlos vivir, a encarnarlos. Ese compromiso no se decreta; se construye con tiempo, reflexividad, paciencia y confianza.
«La defensa de la educación de calidad para toda la infancia, sin discriminación de edad, de cultura, de recursos económicos, de creencias o de capacidades; en todo caso, podemos pensar en discriminaciones positivas para compensar posibles desigualdades existentes en la sociedad.» Irene Balaguer, Infancia Latinoamericana, núm. 1.
La necesidad del desplazamiento
Con mi maestra Irene, he comprobado que aprender siempre es salir fuera (ex ducare) de la seguridad, de la comodidad. En el libro Le tiers instruit, Michel Serres escribe: «Ciertamente, nada he aprendido que no haya dejado algo atrás, ni enseñado a otro sin invitarlo a dejar su nido». Quien no se mueve nada aprende: «Aprender es vagar, emprender un camino nuevo cuyo niño no conoce la meta, aceptar ser seducido para ir más allá, evitar el camino fácil, exponerse a sí mismo, respetar el deambular del otro».
Irene lo tenía muy claro. El movimiento, el necesario desplazamiento que lleva los cuerpos y las mentes, era una evidencia. Los viajes de estudios, que organizó en diferentes continentes, contribuían a observar cómo cada contexto organiza la educación de los niños y las niñas de forma diferente y, sin embargo, dándoles oportunidades concretas para desarrollarse individual y colectivamente.
“Para mi maestra Irene el tema de los derechos humanos, y específicamente de los derechos de los niños, es una herramienta valiosa e imprescindible”
Viajar fue una etapa, pero no podía contentarse con eso: era importante debatir, discutir para crear un objeto colectivo. Fueron muchas las redes que inició o en las que tuvo una participación determinante. La revista catalana Infància ha sido el nido acogedor de donde nacieron otras revistas, revistas que son la prolongación de vínculos anteriores.
La revista Infancia castellana
Con Mercedes Blasi podemos recordar que «Irene […] disfrutaba compartiendo…, nos ayudaba a muchas de nosotras a conocer otras realidades, otros autores, otras personas, a cuestionarnos, a ser críticas con nuestro hacer, a pensar, a argumentar, a discutir, a proponer y siempre nos exigía un poco más allá».
La red Infancia en Europa
Irene participó en un grupo de trabajo impulsado por la Comisión Europea que finalizó en 1996 con recomendaciones que aún nos pueden inspirar. Algunas personas, entre ellas Irene, no podían consentir que parara la reflexión colectiva iniciada por la sola voluntad de una institución. Así nació la idea de hacer una revista que no sirviera para valorar los países representados, sino para ampliar la reflexión sobre un tema. Irene tenía claro que era necesario superar la tentación de defender su propio país. Los niños eran más importantes que las fronteras.
Infancia Latinoamericana
Los intercambios de maestros han tejido durante años las condiciones para crear la revista. En el número 1 Irene escribía, hablando del nacimiento de la publicación: «Ha sido fácil, porque la idea inicial se sustenta no solo en reconocer esta diversidad, que contemplamos como una cuestión positiva, de gran valor y riqueza, a la que pretendemos dar visibilidad en las páginas de la revista, sino también porque entendemos que solo a partir del reconocimiento de esta diversidad cultural es posible avanzar en una realidad educativa respetuosa con la infancia en cada país».
La obra de vincular cada vez más maestros para Irene no tenía fronteras. Le importaba crear nuevos vínculos entre cada red porque las puertas del compartir no se pueden cerrar.
La red decet (Diversity in Early Childhood Education and Training)
Myriam Mony comenta: «Irene hacía vivir sus valores democráticos en la pedagogía. Me acuerdo de un seminario europeo que reunió a dieciocho expertos de tres continentes y que nos permitió abrirnos a los países latinoamericanos y a Marruecos, con Rita Swinnen, que era entonces coordinadora de decet y miembro de la Fundación Bernard van Leer. Ese encuentro nos dio la oportunidad de conocer también a Marta Mata, que me impresionó mucho».
Tejer para que la diversidad y la complejidad nos ayude a crear una visión ancha, amplia y abierta
Tejer lazos era para Irene:
- Desplazarse en el espacio para ver, sentir, escuchar con todos los sentidos, con todo el cuerpo.
- Moverse hacia lo extraño, lo extranjero.
- Dejar un espacio para dudar lo suficiente para seguir reflexionando sobre las evidencias.
- Aprender a conocer a otras personas, otros contextos, otras maneras de construir la cualidad.
- Interrogar sobre lo que parece obvio.
- Sentirse en una relación de interdependencia.
- Confrontar los puntos de vista.
- Tener una visibilidad política.
- Debatir como necesidad democrática.
- Construir un lenguaje común.
- Seguir aprendiendo.
- Investigar humildemente.
Rita Swinnen falleció mientras se redactaba este artículo. Me consta recordar que fue una de las personas que contribuyó a crear estas redes alrededor de los que cuidan la infancia en distintos contextos y países.
La labor de crear lazos y tejer una bonita manta para arropar y educar las niñas y los niños necesita aún la contribución de todos nosotros con lucidez y exigencia.
Marie Nicole Rubio, fundadora de l’Associació Le Furet i cofundadora de la revista
Infància a Europa