Creemos que nadie contradecirá esta afirmación. Pero, ¿cuándo? ¿Cómo? ¿Dónde?
La diversidad de formatos y estilos formativos a menudo provoca un choque de intereses de unos y otros; de las maestras, pero también de las personas formadoras. ¿Formarse solo para cubrir el expediente de horas anuales? ¿Formarse virtualmente desde casa para poder conciliar? ¿Formaciones enlatadas y despersonalizadas sin ningún retorno?
Formarse y formar debería nacer de la responsabilidad profesional y del rigor, que tiene que ayudarnos de forma real a la mejora educativa de nuestras escuelas y, por tanto, de los niños y las niñas.
Dedicar un tiempo a la formación es invertir. Desplazarse para una formación presencial es moverse. Es salir de la zona de confort, del «ya está bien así», es desmontar para construir. Es encontrar a personas. Reencontrarse con los demás y de paso con uno mismo. El encuentro entre maestras permite mirarse a los ojos y poner en diálogo todos los sentidos. Es comunicación. Es compartir. Es crecer.
Las escuelas están vivas, la educación está en constante renovación, los niños y las niñas son diferentes todos los días. ¿Podemos permitirnos el lujo de permanecer inmutables ante una realidad tan cambiante como la nuestra?
Formarse debe ser a la vez un derecho y un deber, una responsabilidad con lo que hacemos y somos, pero nunca debería ser un privilegio al alcance solo de algunas afortunadas. Todas deberíamos poder revisarnos y reencontrarnos con el significado de lo que hacemos.
La Escuela de Verano de la A. M. Rosa Sensat llama un año más a todas las puertas con una oferta de más de sesenta cursos dirigidos a todas y cada una de nosotras, con la idea de ofrecer propuestas especializadas y concretadas para llegar de forma global al aprendizaje.
Estamos convencidas de que la experticia llega cuando se puede entrar en profundidad en una temática específica. No podemos hablar de todo. Porque no profundizaremos en nada.
¡Vamos allá, pues! ¡Formémonos!
