Un aspecto clave para asegurar la calidad de la atención educativa a los niños y niñas es la formación permanente, que ha sido, es y tiene que ser el pilar clave para garantizar lo primordial y generar nuevas competencias en las profesionales de este ciclo.
La actualización profesional es fundamental para responder a las demandas de la sociedad, que está en constante evolución. Hoy en día es imposible llevar a cabo cualquier trabajo teniendo exclusivamente como base la formación recibida de forma inicial en el sistema educativo. Por tanto, la necesidad de formarse a lo largo de la vida es incuestionable, también para los profesionales del primer ciclo de la Educación Infantil.
Este colectivo es ignorado desde las administraciones, pues, con carácter general, no existe una formación específica desde la Administración, ni un organismo que la gestione. ¿Acaso son profesionales de segunda? Si es la etapa educativa en la que se producen más cambios en el desarrollo de una persona, ¿no es necesaria una formación continua más específica y actual? O tal vez el problema que emerge en el fondo de la cuestión es que los gestores de la Administración entienden este ciclo como meramente asistencial, sin ver todo el potencial educativo que tiene en todas sus vertientes: alimentación, descanso, higiene, relación con las familias, juego, desarrollo del lenguaje o la motricidad… Esta situación es impensable en otros ciclos educativos.
En otras palabras, parece que para estar con los pequeños y cambiar un pañal tampoco es necesario formarse mucho. Esta visión seguramente no estará muy desencaminada cuando en la actualidad siguen existiendo ratios elevadísimos para estas edades.
Un ejemplo paradójico en relación con la formación continua de los profesionales del primer ciclo de educación infantil se da en Galicia. Con la creación en el año 2007 de la Rede Galega de Escolas Infantís, llamada actualmente Rede de Escolas Infantís de Galicia, se impulsó la formación continua gestionada por la propia Administración y se llevaron a cabo, desde el año 2007 hasta el año 2014, diferentes planes de formación específicos para las profesionales que trabajan en esta red. Se trata de un caso paradójico pues, además de ser único y referente a nivel nacional, con el paso del tiempo y de los diferentes responsables políticos de este organismo, la cuantía económica para llevar a cabo los planes formativos fue disminuyendo, a la vez que el número de escuelas fue en aumento. Esto supuso menos oferta formativa y una mayor demanda. Desde el año 2015 hasta la actualidad, no existe ningún tipo de formación didáctica específica, excusándose, como siempre, en otros factores externos que impiden reservar partidas económicas para tal efecto.
Las acciones formativas llevadas a cabo sirvieron por ejemplo para repensar y modificar la práctica educativa en los momentos de alimentación, descanso, higiene y las propuestas de juego. Se evolucionó de una visión más asistencial a una educativa, y esta mejora aún está presente a día de hoy en las escuelas. Pero ni mostrando beneficios pedagógicos se consiguió mantener la formación continua desde la Administración. Es probable que sea porque no da beneficios políticos.
Recientemente se ha aprobado el Real Decreto 95/2022, de 1 de febrero, por el que se establece la ordenación y las enseñanzas mínimas de la Educación Infantil, y concretamente en la Comunidad Autónoma de Galicia el Decreto 150/2022, de 8 de septiembre, por el que se establece la ordenación y el currículo de la Educación Infantil. ¿Qué formación continua existe para poder afrontar los nuevos retos que recoge? ¿Quién ayuda a ver los nuevos riesgos que esta legislación tiene? La respuesta es: ninguna y nadie.
En el tramo educativo de 0 a 3 es necesario identificar los riesgos emergentes para formar a las profesionales en cómo paliarlos, desde la escuela, como agentes educativos de primer orden que pueden y deben comunicar, formar e informar a las familias y a la comunidad en minimizar los efectos nocivos de los riesgos patológicos que acechan a la infancia.
La exposición a las nuevas tecnologías en el 0-3, que está avalada en el desarrollo del currículum (Decreto 150/2022) de Educación Infantil en la Comunidad Autónoma de Galicia, es uno de los riesgos más preocupantes. Llama poderosamente la atención la concreción de los criterios de evaluación referidos a la alfabetización digital en este tramo educativo, posibilitando el contacto de los más pequeños con las pantallas en la escuela. Esta exposición es un riesgo constatado de patología en la primera infancia.
Las diferentes sociedades y asociaciones pediátricas –Asociación Pediátrica Americana, Asociación Pediátrica Española, Organización Mundial de la Salud…– vienen avisando de este riesgo. Por ejemplo, la Sociedad Pediátrica Canadiense (2017) señaló en sus conclusiones que «no hay evidencias para apoyar la introducción de las tecnologías a una edad temprana» (pág. 465), y la Asociación Pediátrica Japonesa resaltaba en su campaña publicitaria del 2013 que no se permitiera que los smart-phones fueran niñeras de sus hijos.
Estas evidencias científicas hacen que la escuela sea cómplice de poner en riesgo la salud de la primera infancia, no solo como herramientas didácticas sino como institución que «blanquea» su utilización en otros entornos
–social, familiar…–. Se puede pensar que, si lo utilizan en la escuela las docentes, estos recursos serán buenos y necesarios.
La escuela infantil debe ser un espacio libre de tecnologías al alcance de los niños y las niñas, informando, concienciando y transmitiendo estos riesgos a las familias para que puedan tomar las medidas necesarias para amortiguar los efectos patológicos –constatados– que puede tener la exposición de los infantes de 0 a 3 años a esta tecnología.
El cuidado es el elemento fundamental para el crecimiento sano de las personas, comenzando desde los primeros momentos de la vida, porque custodia y cultiva la misma. Muchas veces se ha separado la educación de los cuidados, concebidos estos como tarea secundaria y propia de otro personal. Nosotros pensamos, por el contrario, que la educación comienza por los cuidados. Como es sabido, los recién nacidos adquieren la mayor parte de las experiencias durante la comida, el baño, cuando se los cambia, se los viste o desviste… Es la persona adulta que los cuida, que comprende bien sus señales, quien los libra de las sensaciones desagradables. De esta manera la niña o el niño asocia el cese del hambre, de la sed o del frío con el adulto que se ocupa de él, de tal forma que su sentido de la seguridad, primero física y después afectiva, se asocia al adulto. El pequeño también aprende en esta relación que él mismo puede contribuir a poner fin a sus tensiones si emite señales adecuadas. Si durante los cuidados corporales el adulto presta atención a las señales del infante y las toma en consideración, crea la posibilidad de que el pequeño intervenga en el proceso de satisfacción de las necesidades de su cuerpo. El proceso esencial es una escucha atenta y activa por parte de la profesional al niño o la niña, a la compañera, a la familia… En la escucha y en la búsqueda de la comprensión está la empatía y la comunicación afectiva y efectiva, como ejes sobre los que pivotan las relaciones de un cuidado educativo.
“La escuela infantil debe ser un espacio libre de tecnologías al alcance
de los niños y las niñas”
Detrás de los manifiestos para la mejora del sistema educativo está la solicitud de más recursos humanos. Esto es una evidencia. Más recursos, más posibilidades y una mayor atención individualizada. Pero, sin este cambio de prisma sobre el infante de 0-3, el número de recursos tiene poca repercusión. Por eso, es urgente formar al personal que se ocupa de las niñas y los niños más pequeños desde la aceptación y atención de la diversidad.
“En la escucha y en la búsqueda de la comprensión está la empatía y la comunicación
afectiva y efectiva, como ejes sobre los que pivotan las relaciones de un cuidado educativo”
La atención individualizada es educar la mirada profesional como estrategia que nos permitirá conocer el desarrollo individual de cada criatura y la potenciación de sus capacidades en todos sus registros. Formarse en el campo del conocimiento de cómo seguir, a través de la observación, el desarrollo evolutivo de un infante de 0 a 3 años es uno de los elementos primordiales para ajustar la acción pedagógica a lo que el niño y la niña necesita –procesos afectivos, de cuidado, de alimentación, higiene, juego, descanso…
Los ambientes tranquilos, serenos, alegres, optimistas…, son la parte fundamental para generar contextos educativos saludables sobre los que es necesario estar en permanente formación en sus diferentes vertientes:
Espacios. Que permitan volver a descubrir la importancia del contacto con la naturaleza, procesos y dinámicas psicomotrices y corporales, dinámicas sociocooperativas, espacios facilitadores de las interacciones de grupos heterogéneos, intercomunicados…, dentro del método de relación natural que es el juego.
Tiempos. Respeto por el tiempo de la observación, de la elección, de la acción, de la manipulación, del descubrimiento, de la expresión, de la sorpresa…, por el tiempo madurativo del infante. Tiempos de encuentros, de debate, de reflexión, de expresión y comunicación, de planificación, de equipo, de escuela-familia y de comunidad –base para la coordinación, colaboración y participación–. Tiempos de acogida a familias, a los niños y las niñas, a las personas que vienen de prácticas de formación, a las profesionales que sustituyen, a las que vienen después de una ausencia larga… ¿A quién no le gusta sentirse acogido? Estas situaciones son las que van generando un clima relacional y profesional que da sus frutos en la conformación de un contexto educativo saludable basado en cuidar y ser cuidado.
Generar marcos de aprendizaje comunes a través del acompañamiento a las familias.
La escuela es el eje de confirmación y asentamiento de una vocación, de unos conocimientos y saberes mínimos para interactuar con la infancia. Todo un reto formativo en el proceso de tutorización por parte de las profesionales que están en una escuela y en el centro de formación. El eje formativo fundamental es lo vivido en el contexto profesional. Por eso acompañar al alumnado de prácticas en la escuela implica darle oportunidades para conocer la escuela en su totalidad y no solo un determinado grupo de edad. Algo olvidado en el ámbito de la formación inicial es dar las herramientas necesarias a las docentes del primer ciclo para realizar el acompañamiento a este alumnado. No olvidemos que este será el referente educativo esencial de una persona en formación y de una docente el día de mañana.
Profesores do Departamento de Pedagoxía e Didáctica, na Facultade de Ciencias da Educación da Universidade de Santiago de Compostela