Escuela 0-3. La importancia del trazo en la escuela infantil

Un espacio de expresión desde la mirada de la educación creadora

Después de conocer el trabajo sobre el trazo al cual Arno Stern ha dedicado toda su vida, la Escola Bressol Can Sierra de Cardedeu (Bar­celona) se interesa por la educación creadora y prepara un espacio de expresión para los niños de dos a tres años.

La educación creadora propuesta por Arno Stern y desarrollada en el Estado español por Miguel Castro y Vega Martín, de Diraya Expresión, en Bilbao, es una mirada al ser humano y a sus necesidades aquí y ahora. No es un método, es una mirada a uno mismo y a los otros sin juicios, con la voluntad de crear unas condiciones que den respuesta a las propias necesidades sin manipular el despliegue vital.

En el respeto a las necesidades del individuo, tiene el valor más importante el respeto por el niño, por sus deseos, por sus emociones, por la necesidad de moverse, de comunicarse, de relacionarse con los diferentes materiales. En definitiva, respeto para jugar, para crecer con autonomía y libertad, que es uno de los valores fundamentales de nuestra escuela.

Arno Stern (2017) constata que existe un trazo universal, propio y genéticamente predeterminado, que se desarrolla de forma natural en todos los humanos cuando no hay interferencia externa con propuestas o modelos impuestos, como a menudo se hace con la educación artística en la escuela. El trazo pertenece a lo que él denomina «la formulación».

La formulación es un sistema autónomo y universal que funciona con leyes propias. Es una manifestación original y estructurada, la revelación de una memoria orgánica, una memoria a la cual no podemos acceder de manera consciente y que se manifiesta espontáneamente a través del trazo, un trazo que no va destinado a nadie. No es un trazo para comunicar. Por lo tanto, hablamos de trazo de expresión y no de trazo de comunicación (que es el que pertenece al ámbito artístico).

Todos los que estamos en contacto con niños y niñas hemos observado esta necesidad de jugar trazando. Lo hacen de manera espontánea con un palo en la arena, con el dedo en el puré de verduras, con un lápiz sobre el papel… Es una necesidad dejar rastro, transformar el entorno, experimentar, crear, pero no en el sentido artístico de la palabra, sino por el hecho de ser. Coincide con el origen de la expresión.

Los primeros dibujos de los niños generalmente se denominan garabatos. Por definición son «trazos imperfectos», realizados por una mano todavía poco hábil. Esta es una concepción errónea por la connotación negativa que representa, y, en el contexto de la formulación, nos referimos a estos trazos como «volteretas».

Evolutivamente, entre los dos y los tres años, cuando un niño dibuja, se manifiestan las volteretas y el punteado. Son gesticulaciones espontáneas, impulsivas, que a menudo aparecen juntas en una misma hoja. Las volteretas son movimientos rotatorios a gran velocidad, y el punteado, un movimiento rápido vertical de arriba abajo con ritmo incontrolado que produce gran placer a los niños y niñas. Estos trazos son espontáneos. No van dirigidos a nadie y, por lo tanto, es absurdo preguntar a niños y niñas qué representan o qué han querido dibujar, puesto que el mensaje implícito es que pensamos que no han podido –porque no saben– dibujar lo que querían, que lo han hecho mal porque nosotros no lo identificamos y necesitamos explicaciones… Y de esta manera tan sutil –y sin saberlo– empiezan a pensar que no saben dibujar.

Poco a poco, y de manera individualizada en cada niño, el gesto se va haciendo más lento y podemos observar un inicio y un final en el recorrido del trazo sobre la hoja. Hay una tendencia natural de la mano a hacer un movimiento circular alrededor de su centro motor, y la voltereta evoluciona hacia lo que denominamos «ganchos». Después de varias repeticiones, se irá adquiriendo más control y se convertirá en una figura redonda o triangular.

Hay que ser conscientes de que este juego espontáneo y proyectado mediante el trazo de los niños, cuando no dejamos que evolucione de forma natural, va desapareciendo a lo largo de la escolarización con intervenciones externas sobre su dibujo y también debido a todos los modelos y la cultura visual que nos rodea, especialmente la que se dirige a los productos infantiles. Por eso podemos contribuir a preservar este tesoro creando unas condiciones que así lo favorezcan. Estas condiciones tienen que ver con la configuración del espacio, la mirada que no juzgue y la asistencia de quien acompaña a los niños y las niñas. Esto facilita que se pueda manifestar esta necesidad de trazar.

 

Ponemos a disposición de los niños hojas blancas A4 y bolígrafos Bic. El bolígrafo es la herramienta más adecuada para que puedan jugar con el trazo de esta manera impulsiva que necesitan, porque es resistente y hace un trazo definido. Cada niño o niña puede dibujar lo que necesite, con las hojas que necesite, a las cuales ponemos fecha y nombre, y las guardamos cuando nos dicen que ya han acabado.

En este espacio de expresión, también damos la posibilidad de jugar con arcilla. La arcilla es un material muy plástico, que permite una muy buena manipulación. Jugando con ella, también se observa que los niños y las niñas repiten necesidades y se proyectan figuras y formas que identificamos con elementos de la formulación. Este es un aspecto importante, puesto que, cuando se conoce la formulación, se identifica la misma necesidad en diferentes juegos de los niños.

En el lugar donde se juega con la arcilla, se coloca la arcilla en el centro y, alrededor, unas mesas donde se dispone una base para cada niño sobre la cual jugará. Es importante que cada niño o niña tenga su espacio de juego delimitado y favorecer el juego personal teniendo en cuenta a los otros compañeros.

El asistente es quien cuida de niños y niñas, y velará para evitar las comparaciones entre ellos. A la vez, da apoyo para que la actividad funcione, creando un ambiente agradable, y nunca resuelve los problemas ni hace propuestas.

Las condiciones de un taller de expresión en educación creadora, como observó Arno Stern, son un grupo heterogéneo de personas, un espacio donde no se juzgue, sin propuestas ni modelos a seguir y donde el rol del acompañante se basa en la asistencia a las personas. Pero en la escuela infantil estas condiciones son diferentes. Los niños y las niñas tienen la misma edad, pero necesidades diferentes. La condición de grupo heterogéneo en tanto que grupo formado de personas de varias edades no se cumple, pero hay que tener en cuenta que cada niño es diferente y único, con unas necesidades personales singulares. Por lo tanto, desde la asistencia al taller, esto debe tenerse en cuenta. Para poder ofrecer una asistencia adecuada hay dos educadoras por grupo de catorce niños. Comparten el espacio físico y establecen unos acuerdos que permiten jugar de manera individual o con los otros, siempre respetando la libertad y las necesidades de cada uno. Hay un espacio personal para cada niño, que se respeta y se protege, a pesar de que a veces surge la necesidad del juego colectivo, que también se respeta.

El espacio donde no se juzga no tiene propuestas ni modelos a seguir. Esta idea implica una nueva manera de relacionarnos con los niños y las niñas. Nos plantea una nueva manera de comunicarnos, de estar presentes, de asistir, de valorar y escuchar las necesidades de los demás. Por otro lado, también debemos tener en cuenta que el espacio, el contexto, también comunica. Hay una parte de relación personal y también una parte del entorno y del contexto, que es lo más neutro posible, con el material concreto para la actividad.

El acompañante se centra en la asistencia. Hay que dejar atrás el concepto de educación basado en la autoridad y las relaciones directivas. Hay que aprender a relacionarnos desde el amor y la aceptación del otro como ser único. El referente en este sentido es Rebeca Wild (2000), que nos habla de activar el potencial humano y su capacidad de búsqueda para comprender el proceso de vida, para comprender y asistir mejor las actividades espontáneas de los niños y las niñas. Son ideas compartidas con la educación viva y activa. El papel del asistente es acompañar y facilitar las necesidades de los participantes sin dirigir ni intervenir en el juego, pero estando allí para que este juego se pueda desarrollar de forma natural.

A lo largo del curso hemos podido observar que este espacio de expresión:

• Posibilita la expresión espontánea del niño a través del juego, tanto con el trazo como con la arcilla.

• Es un espacio donde el niño juega y proyecta lo que necesita independientemente del material que se le ofrece.

• Potencia el valor del respeto por el espacio personal propio, mientras se comparte una actividad con otros, un valor indispensable para vivir en sociedad.

Animamos a que, en el primer ciclo de educación infantil, se puedan ofrecer a los niños y las niñas estos espacios donde no se interfiera en la evolución natural del trazo, y que en futuras etapas educativas se pueda mantener este juego.


Bibliografía

Stern, Arno. Del dibujo infantil a la semiología de la expresión. L’Eliana: Samaruc, 2017.

Wild, Rebeca. Educar para ser. Barcelona: Her­der, 2013.

Maite Mas, directora de la E. B. Can Serra de Cardedeu y profesora del Departamento de Psicología Básica, Evolutiva y de la Educación de la Facultad de Educación de la uab. Gemma López, directora de La Capsa de Colors, profesora del Departamento
de Didáctica de la Expresión Musical, Visual y Corporal de la Facultad de Educación de la UAB.

 

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