Todo empezó con la afición de atrapar gusanos bola en el patio, afición que se repite cada curso, año tras año, ¡no sé cómo todavía quedan gusanos bola! Al mismo tiempo, descubrimos un gusano dentro de una castaña que había traído Elna. Dije a los niños y niñas de 5 años que si querían tener durante un tiempo los gusanos bola en la clase y el gusano de la castaña, les teníamos que montar un habitáculo que cubriera sus necesidades.
Lo estuvimos hablando y tenían muy claro que los gusanos bola necesitaban aire, agua, comer y humedad. Y el gusano de la castaña, castañas.
Pero Adrià dijo:
–Sí. ¡Pero tiene que ser tan aburrido estar todo el día agujereando y comiendo! Si tiene un poco de tierra puede jugar.
–Y un tobogán.
–Y le podemos hacer muñecos blanditos –añadió Elna.
Así fue como unos cuantos empezaron a crear espacios de juego para los gusanos bola. Cogimos cajas del papel de la fotocopiadora y en grupitos las transformaban en espacios llenos de sorpresas y buenas ideas. Lo hacían casi totalmente solos, buscando soluciones para agujerear, enganchar… Les proporcioné todo el material que se me ocurrió: trozos de cartón y cartulina, cepillos de pipa, pedazos de ropa, de plástico de burbujas, cordeles, esponjas…
Cuando intentaron poner los gusanos bola en las cajas para que jugaran y sacarlos del terrario que les habíamos construido, hice rápidamente una nueva propuesta para salvar los gusanos y también para continuar una actividad que los entusiasmaba. Les dije que podían traer todos una caja de zapatos y que imaginarían un espacio de juego para ellos mismos, tal como algunos habían hecho para los gusanos. Pero que quizá los gusanos después de jugar un poco estarían mejor en el terrario. Y así lo hicimos.
Pero había un problema muy grande:
–No cabremos. No podremos jugar.
Era difícil la idea de proporción y escala… Les dije que ellos también serían pequeños, que podrían jugar con un clic. Después se nos ocurrió que se podían dibujar a ellos mismos para poder entrar y jugar dentro del mundo mágico de la caja. Para que fuera más real que eran ellos, les di a todos su cara fotografiada impresa para que acabaran de hacer el cuerpo.
Cada cual empezó a soñar qué querría en su caja: Mar quería ver los pececitos de la pecera y poner asas a la caja para poderla llevar de aquí para allá; Lúa quería baldosas de colorines, una cama para estirarse y mirar las estrellas, y un muelle para saltar; Orianna quería ventanas redondas para mirar el cielo; Candela quería una caja-castillo y el suelo de burbujas para explotarlas cuando saltara encima; Carla, un tobogán y una madriguera; Walid, una claraboya para ver la noche y un espejo; Elna quería lianas en el techo y un palo para subirse…
Muchos elementos estaban relacionados con el movimiento: laberintos, columpios, escaleras, túneles, camas elásticas, juegos de equilibrios, puentes, piscinas de bolas, cosas para escalar, cestas de baloncesto.
Fueron trabajando en grupos pequeños para hacer su caja, montarla, pintarla… Trabajaron mucho. Lo más difícil era cómo se podía hacer todo aquello que habían pensado con el material que tenían al alcance. Se ayudaban unos a otros y se daban ideas. Trabajamos en distintos momentos del día. Era interesante porque, a pesar de que intercambiaban muchas ideas, cada caja era diferente, cada una tenía sus particularidades: cortinas de lluvia, techos de nubes, escaleras blandas, cortinas, camas, sofás, ventanas y puertas de todo tipo.
Al final pensamos que, antes de llevárselo a casa para jugar, podíamos hacer una pequeña exposición para las familias de la clase, puesto que era el primer pequeño proyecto que hacíamos este curso. Ellos mismos decoraron y pusieron etiquetas, arreglaron todo lo que hacía falta, colocaron el personaje (ellos dibujados a proporción) en su caja.
Las familias vieron la exposición un viernes al recoger a sus hijos. El lunes algunos volvieron diciendo que habían jugado con las cajas en casa con clics y muñecos pequeños. Aprovechando lo que decían, y como hasta aquel momento me costaba tener conversaciones que implicaran a todo el mundo, intenté hablar de lo que habían hecho, qué les había parecido, si había sido difícil…
–He hecho cosas nuevas que no había hecho nunca –dijo Mar.
–Pensábamos las cosas, pero no sabíamos cómo hacerlas. Con la ayuda de Agnès lo he conseguido hacer –explicó Adela.
–Ahora tenemos un juguete nuevo para jugar en casa.
–Hacerla nos ha hecho pensar –intervino África.
–Yo no sabía hacer camas elásticas ni equilibrios de juego y ahora ya sí –comentó Violeta.
–Tú nos ayudaste.
–Y Lurdes también.
Lurdes, la maestra de educación física de la escuela, que comparte bastantes ratos con nosotros, tuvo una buena idea: propuso montar en el gimnasio un espacio de juego con algunas de las propuestas que habían incorporado en sus cajas.
Lurdes pidió que le recordaran qué querían:
• Una cama elástica.
• Cosas para hacer equilibrios.
• Una cesta de baloncesto.
• Cuerdas para colgarse.
• Una casa para esconderse.
• Un columpio.
• Un sofá.
• Una piscina de bolas.
• Un skate.
• Una rampa y un tobogán.
• Nubes, estrellas y planetas en el cielo.
• Un laberinto.
• Un puente.
Lurdes fue al gimnasio y, con el material que tiene, todo el que recoge y su imaginación, ¡montó un espacio de juego como el que habían soñado!
• ¡Los niños y las niñas se quedaron boquiabiertos!
• ¡Una piscina de bolas! –un espacio cerrado con espumas lleno de pelotas pequeñas.
• ¡Una cama elástica! –un trampolín rodeado de colchones.
• ¡Una mecedora! –con listones de madera y un cilindro.
• ¡Un tobogán! –con el banco de equilibrios cogido a la espaldera.
• ¡Piezas para hacer equilibrios!
• Una cesta de baloncesto colgada a su medida…
• E incluso estrellas y nubes –pañuelos y telas ligeras colgando del techo.
Niños y niñas pasaron un buen rato probándolo todo: saltando, encaramándose, escalando, lanzándose, tirando la pelota, haciendo equilibrios, deslizándose…, jugando y moviéndose sin cesar.
Nadie dijo lo que había que hacer, pero ¡fue una verdadera actividad de juego y movimiento! Sugerida por el material, pero libre, inspirada en sus ideas, pero transformada en retos… Los niños se lo pasaron tan bien que posteriormente hicimos varias actividades convirtiendo el gimnasio en una selva, en un barco pirata, en una telaraña gigante…
Nuestra escuela dispone de bosque y está situada dentro de un parque que utilizamos regularmente para jugar y explorar. Por lo tanto, los niños y las niñas se mueven, y mucho, sobre todo al aire libre, porque se encaraman a los árboles, se columpian en la hamaca, saltan desde los troncos, resbalan, escalan…, pero también es alentador jugar a moverse con otros materiales, con retos diferentes, en espacios diversos.
Hay espacios que provocan movimiento y el movimiento para ellos es una herramienta importantísima para conocer el entorno y para conocer y probar sus propias capacidades.
Sílvia Majoral, maestra de parvulario, Escola Parc del Guinardó, Barcelona.