David llora y llora sin parar. Hay algo que le angustia. Quizá necesita que lo mire, que lo escuche, que acompañe su emoción, que lo contenga. Bajo a su nivel, lo miro a los ojos, le ofrezco mi regazo, pongo palabras a su sentimiento para que deje de angustiarse. David respira aliviado. Después decide separarse. Algo le ha llamado la atención…
Cada vez que empatizamos con un niño o una niña enseñamos al cerebro a calmarse, a que se le pase el enfado, a manejar las emociones… Es inteligencia emocional.
María José Milara y Herminia Fajardo, Consejo de redacción de Infancia en Castilla-La Mancha