La Casa de Pensamiento Payacua, ubicada en la localidad los Mártires, sector de Ricaurte (Bogotá-Colombia) zona caracterizada por el comercio. Atiende familias provenientes de distintos lugares del país desplazadas por el conflicto armado1 y familias en búsqueda de alternativas laborales.
En la institución está la diversidad del país, pueblos originarios Nasa (Huila) Embera, (Antioquia, Chocó y Córdoba) Epeterara (Valle del Cauca), población afro y mestiza integran la comunidad2. En la Casa de Pensamiento esta diversidad es todo un desafío, una oportunidad para la integración de saberes. Lo viví durante mi recorrido allí, los lugares llenos de magia dan la bienvenida y la formación intercultural no se hace esperar.
“…’Casa de Pensamiento’, no es exclusiva para una cultura, sino que en un entorno habitan varias culturas, pues tiene el propósito de recoger diferentes comunidades y en ese ejercicio hay un intercambio de su cultura; eso es lo que sucede en este espacio.”3
Un Currículo diverso para realidades diversas
El eje principal del proyecto pedagógico está sustentado en el diálogo, la diversidad de familias que acoge la institución, sus concepciones sobre el mundo y la vida son el punto de partida para la participación y sentido colectivo. Los sabedores, portadores de la sabiduría indígena son base del currículo, personas reconocidas como líderes de su comunidad con el don de la palabra y el consejo. El territorio tiene mucho que decir frente a lo que pasa con los niño/as y las familias, se reconoce la historia cultural, la biografía de los antiguos territorios y sus pobladores; la nueva realidad de desplazados o migrantes les permite enlazar el pasado con el presente.
La observación mediada por los sabedores es vital, así como el cuidado y la creación de vínculos para conectar saber y cuerpo posibilitadores de la experiencia. El cuerpo es memoria y en él, el ser humano contiene mucha información de lo que pasa. Los niños/as traen una memoria sonora diferente, única y en ese sentido cuando se trabaja el cuerpo, los sonidos que tiene el cuerpo cobran protagonismo en la experiencia.
La fuerza del diálogo y el respeto, son aspectos para la construcción pacífica de relaciones y encuentros con el otro en una coexistencia respetuosa en relación con lo natural, el territorio y el cuerpo.
“…los sabedores empezaron a contarnos que el cuerpo, que el cuerpo tiene fuerza – y nosotros ¿cómo así que el cuerpo tiene fuerza?- y ellos decían –sí, es que el cuerpo tiene fuerza, al cuerpo hay que educarlo para que coja fuerza-, -¿cómo es eso?- y ellos nos decían –mire hoy en día en los territorios sí hay todo un saber para alimentar ese cuerpo y que el cuerpo se fortalezca; y en ese ejercicio ha sido también pues de acompañamiento el cuerpo está dotado de esa memoria para que él se relacione con las plantas, para que él se relaciones con el agua, para que él se relacione con otros sonidos; y eso ha sido una de las experiencias muy bonitas: que el cuerpo tiene memoria, que el cuerpo tiene fuerza”*4
La participación con las familias se da mediante el acompañamiento cercano con los sabedores, se busca que éstos trabajen con las familias inicialmente en casa y después desde otros espacios creados por la institución, para el reconocimiento de saberes culturales, le llaman “recuerdo cultural” se crea un espacio de diálogo en comunidad y permite por medio de la palabra, re-descubrir esos saberes que pasan por la historia personal, se habla sobre el legado de los abuelos, de los mayores.
La luna: organizadora de la relación pedagógica
El currículo se organiza de acuerdo con el ciclo lunar con saberes armonizadores, como el cuerpo y la música; luna nueva, oportunidad de trabajar con las familias, luna creciente, propicia para el desarrollo artístico y el cuerpo; luna llena, propicia para el conocimiento, relación con el territorio y las plantas.
Las maestras crean ambientes y situaciones de aprendizaje donde ellas modelan lo que desean para los niños/as. Por ejemplo, el tejido lo realizan en frente de los chicos y ellos poco a poco van modelando la complejidad del proceso. Allí está el desarrollo corporal, el aprendizaje de la cultura y los valores del trabajo, en la Maloka se da el diálogo con los sabedores, enseñan el cuerpo como territorio y la medicina natural como medio para cuidarlo. Así mismo, la música es un saber que permite la expresión de la cultura, los sentimientos y la armonía del cuerpo.
El niño y niña seres de memoria; ellos son libres poseedores de saberes en potencia, con un cuerpo contenido de memoria producto de su historia y cultura que debe observarse para respetar su armonía con el entorno y la naturaleza que necesita desarrollarse integralmente.
La maestra es investigadora consciente de lo cotidiano, reflexiva asume la pregunta como un nuevo despertar a la investigación, su propósito no es enseñar las vocales para que el niño repita, por eso la observación y el modelamiento se entienden como las acciones más claras para propiciar experiencias.
Espacio de tejido
El ambiente es lo más cercano a la realidad de los niños, intentan que no sea extraño a lo que traen de sus hogares, los espacios son decorados con tejidos y mandalas diseñadas con los tres elementos: piedra, tela y semillas, también objetos propios a las comunidades originarias, la pacha mama, flautas, canastos, hamacas, mates y capadores. Existe una relación cercana al territorio propiciando el diálogo de saberes entre lo ancestral y lo urbano pues para la casa de Pensamiento Payacua lo más importante en cuanto educar se refiere es la conexión profunda entre territorio, ambiente y ser humano.
Notas
1. El Observatorio Global del Desplazamiento Interno (IDMC) publica en su más reciente informe una cifra de alrededor de 5,8 millones de personas desplazadas internas (PDI), como consecuencia del conflicto armado en Colombia, a 31 de diciembre de 2018.
2. Según la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) en el territorio colombiano habitan 102 pueblos indígenas
3. Relato relevado por la Dra. Maribel Vergara.
DRA. Maribel Vergara Arboleda