Que el concepto de público se ha pervertido es un
hecho. La empresa privada ha entrado en el mundo de la educación a través de
mecanismos como la gestión indirecta de un servicio público, que por mucho que
quieran suavizarlo es una privatización en toda regla. Sin embargo, también hay
otra realidad.
hecho. La empresa privada ha entrado en el mundo de la educación a través de
mecanismos como la gestión indirecta de un servicio público, que por mucho que
quieran suavizarlo es una privatización en toda regla. Sin embargo, también hay
otra realidad.
Hace muchos años que se luchó por una escuela pública de todos y para todos.
Una escuela equitativa y justa. Y esto no significa que todos debamos ser
iguales, sino que desde el respeto a la diversidad tengamos las mismas
oportunidades. Una escuela por y para la renovación pedagógica con los valores
de la escuela activa. Pero sobre todo se luchó también por una escuela pública
y gratuita.
La escuela pública fue, y debe seguir siendo, ese espacio donde las
experiencias de pedagogía y de valores de la escuela nueva continúen vigentes:
la pedagogía activa, el niño protagonista, el maestro que acompaña y no instruye,
el respeto, la libertad, la democracia, una escuela de todos y para todos…
por lo tanto, una escuela del siglo XXI.
Hoy, estos valores de renovación pedagógica, que quedaron truncados con la
escuela franquista, los estamos convirtiendo en productos de venta de nuestros
proyectos, reproduciendo el mundo mercantil y capitalista al que nos arrastran.
Queremos cambiar la escuela más tradicional, y las familias también. Por eso
«compran» estos productos como algo excepcional y «alternativo», cuando de
hecho forma parte de nuestra historia y debería ser algo extendido en la educación
del país.
Pero estos proyectos de calidad se ven también en peligro por los recortes de
la Administración, y por ello muchas escuelas deben buscar otras fórmulas para
obtener recursos que permitan la continuidad del proyecto. Pero, ¿dónde queda
la equidad e igualdad de oportunidades ante este hecho?
Si la apuesta es el binomio «proyecto de calidad / coste añadido» a las
familias, nos arriesgamos a convertir la escuela de todos y para todos en la de aquellos que quieren ir por convicción, y que además pueden asumir el
coste extra.
La Administración está condenando la escuela pública a ser la de los pobres, y
sin querer, los maestros, por compromiso y responsabilidad con el proyecto,
contribuimos a convertir la escuela pública en una escuela de clases.