Jugar, jugar, jugar…, este debería ser el mantra que esté con nosotros durante toda la vida. Al principio, nos acompañará gran parte de nuestro tiempo. El juego ocupará un lugar privilegiado, y más adelante pasará a un segundo plano para dejar espacio a los momentos dedicados a cubrir las necesidades fisiológicas básicas como saciar el hambre, la sed y descansar.