Una escuela comprometida por una educación en tiempos de incertidumbre. Conclusiones del Tema General de la 55ª Escuela de Verano de Rosa Sensat

Conclusiones del Tema General de la 55ª Escuela de Verano de Rosa Sensat

Educar en tiempos de revuelta. 10 de julio de 2020

 

Manifestamos el compromiso de la Asociación de Maestros Rosa Sensat para contribuir a hacer posible el derecho a una educación más justa y más humana, desde la educación pública. Los principios y las ideas que presentamos van más allá de concreciones de cara al próximo curso, y son el horizonte que hace que nos movamos y persigamos la utopía desde la incertidumbre.

Estas ideas se agrupan en cuatro principios:

  1. Los niños y jóvenes tienen derecho a la educación y deben poder ejercerlo.
  2. Necesitamos un equilibrio entre las medidas de seguridad y un entorno educativo rico y de calidad, atreviéndonos a aprender sobre la marcha.
  3. Defendemos la educación pública, para garantizar que todos los niños y niñas tengan las oportunidades educativas que necesitan. 
  4. Trabajamos por una escuela renovada adecuada a la realidad de una sociedad diversa, compleja y cambiante y con maestros valientes y comprometidos.

1.  SALUD, SEGURIDAD E INCERTIDUMBRE

Estamos ante una situación epidemiológica cambiante, y es imprescindible reconciliarnos con el imprevisto y educar en y para la incertidumbre. Necesitamos un equilibrio entre las medidas de seguridad y un entorno rico y de calidad.

Los niños y jóvenes deben poder ir a la escuela para ejercer el derecho a la educación. Los tiempos son imprescindibles, pero los espacios cambiantes, y ello choca con muchas incoherencias en la aplicación de medidas para prevenir la COVID, que en el caso de las escuelas han sido más rígidas que en otros establecimientos. Para ejercer este derecho debe haber una parte lectiva y una parte convivencial: que puedan jugar, interactuar con los otros compañeros y con los educadores, y también considerar el posible riesgo para los maestros, que deben tener un cierto grado de protección. Los colectivos más vulnerables, los colectivos de riesgo, las familias que trabajan, necesitan que las escuelas estén en funcionamiento.

La actividad escolar debe estar normalizada, minimizando y aligerando los protocolos, basándonos en las certezas científicas. Debe existir contacto interpersonal, trazabilidad, medidas higiénicas, y muchas actividades al aire libre. El trabajo coordinado y la colaboración de los profesionales sociosanitarios con los educadores será un paso importante para este equilibrio. Serían necesarias «menos normas y más criterio». Tiene que haber una pizca de desobediencia, para adaptar y ajustar con buen juicio y sentido común las normativas y protocolos a la realidad de cada escuela, a cada contexto. Si tenemos que esperar que nos digan lo que debemos hacer no haremos nada, la COVID no puede anular nuestra capacidad crítica. 

El miedo está muy presente en esta pandemia y en la toma de decisiones. Es importante saber convivir con el riesgo, la incertidumbre y los miedos en el ámbito educativo, para tomar decisiones sensatas y que el miedo no nos paralice. Superemos pues el miedo y vivamos la incertidumbre como valor educativo, y tengamos la imaginación como recurso imprescindible para generar y crear nuevos espacios. En la escuela acompañemos desde el presente, con confianza, cooperación, optimismo y razones para vivir.

2. LOS DERECHOS DE LOS NIÑOS Y JÓVENES PRIMERO

Los derechos de los niños y jóvenes están en primer lugar, lo cual implica considerar sus perspectivas y sus necesidades, contando con su participación en la toma de decisiones. Para que los niños y niñas puedan ejercer su libertad trabajaremos de forma coordinada por una red pública de educación que comprenda la escuela y el tiempo libre. Una oferta diversificada, flexible y plural en la que convivan diferentes modelos pedagógicos y organizativos es la garantía para compensar las desigualdades sociales y personales, de género, de acceso a la cultura, de etnia y biológicas.

Durante la crisis, se ha dado un redescubrimiento mutuo entre familias y escuela. Estas relaciones deben seguir manteniéndose porque son un vínculo esencial, cada cual tiene derechos y deberes diferentes en el acompañamiento de los niños y jóvenes.

La revisión constante del papel del adulto es indispensable para que los niños y niñas lleguen a ser críticos y puedan autorregularse y hacerse conscientes de sus procesos. Uno de los principios esenciales es «el interés superior del niño», recogido en la Convención de los Derechos del Niño de 1989. La nueva educación pública se basa en una imagen positiva del niño, y potencia la autoestima de cada uno de los niños y niñas que la forman. Así pues, el niño, su cuidado y bienestar  deben pasar por delante de cualquier método y objetivo académico. Es imprescindible contar con la participación de los niños y niñas en el diálogo y la toma de decisiones para la construcción de la escuela de hoy, para hacer de la escuela un lugar interesante para las personas que la habitan: niños y niñas, maestros y familias.

3. DEFENSA DE LA EDUCACIÓN PÚBLICA

Defendemos una educación pública en la que la Administración garantiza un sistema educativo que por un lado asegura las oportunidades educativas que todos los niños y niñas necesitan para ser personas, convivir y formar parte de la sociedad, y por el otro facilita una organización no centralista y jerárquica, que nos haga responsables para avanzar hacia la autonomía, con más formación, mejores maestros y mayor autocrítica.

Actualmente algunas prácticas institucionales, como los conciertos, la elección de centro, el copago, no hacen posible garantizar una educación pública de pleno derecho.

La nueva educación pública se da en diferentes contextos, y la escuela no tiene la hegemonía de dichos contextos. Las funciones que le son propias son: la socializadora, el aprendizaje, la igualdad de oportunidades, y la emancipación personal y social. El papel de la educación se basa en la función pedagógica, la función social y la función de los cuidados, que la actual cultura neoliberal no favorece, pero la función nuclear de la escuela es la de una educación para la vida, para una transformación social que nos acerque a la justicia social.

La escuela se adapta a unos valores que van evolucionando y que se van definiendo socialmente, en un mundo globalizado, con la incorporación de los medios tecnológicos, y cambia porque el mundo cambia. La escuela es imprescindible para todos los niños y niñas y se basa en la necesidad de construir una sociedad más humanizada y no competitiva. La calidad de la educación pasa por que el cuidado de los niños y niñas y su bienestar esté siempre por delante de la enseñanza como tal. Y para que esto sea posible necesitamos disponer de tiempo. La revolución tecnológica ha puesto sobre la mesa una lógica de funcionamiento basada en la libre accesibilidad. Antes, la sociedad era analógica, y por tanto, secuenciada. Uno de los mayores retos y tensiones que debemos superar: la organización basada en el tiempo y en franjas horarias. Superar esta tensión representa ir un paso más allá en democracia y en protección de derechos. 

4. POR UNA ESCUELA RENOVADA

El proceso de enseñanza-aprendizaje se construye a partir de una conexión afectiva y emocional entre los niños y niñas y los maestros. Por ello, contruir experiencias pedagógicas de calidad implica tener un talante positivo, reflexivo e imaginativo por parte del equipo de maestros. El hecho de crear esta conexión emocional implica potenciar la confianza entre educadores y niños y niñas, y poner énfasis en la acción tutorial y de acompañamiento, al reconocer la ética profesional y del equipo.

En la actualidad la tecnología es un medio de refuerzo para llegar a los contenidos y los conocimientos. La tecnología ya es un dispositivo más de la escuela, de forma que es un medio, tangible o intangible, que nos permite llegar a una finalidad educativa y pedagógica. Por tanto, las tecnologías son mediadoras entre las conexiones del profesorado y el alumnado a través de los procesos de enseñanza-aprendizaje. Para que la escuela haga una función social debe ser presencial. La escuela es necesaria por justicia social y por aprendizaje, es el único lugar en el que los niños y niñas tienen lo mismo; la tecnología es una herramienta dentro de la escuela pero no la sustituye.

Estos procesos deben convertirse en experiencias significativas, de forma que el educador ha de ser capaz de ofrecer experiencias educativas y pedagógicas en las que el niño pueda conectar sus experiencias con los contenidos. Ahora bien, más allá de los diferentes métodos, lo que debe cultivar la escuela es la inteligencia de los niños y niñas, es decir, es necesario que el conjunto de exponentes que conforman las comunidades educativas ayuden a penetrar en el deseo de vivir de los niños y niñas. La vida intelectual y el cultivo de la inteligencia es la conexión con la vida y la alegría de vivir.

La evaluación se contempla como guía del aprendizaje, cualificadora, y, por lo tanto, cualitativa. Así que, como profesionales de la educación, tendremos en cuenta la observación, la documentación y la comunicación como elementos primordiales en el registro evaluativo. Y no solo desde la perspectiva del adulto, sino haciendo participar al niño o niña en todo el proceso para que aprenda a evaluar y autoevaluarse de forma cotidiana. Una evaluación configurada de forma conjunta, desde el diálogo, la negociación y el consenso de los profesionales de la educación y los niños y niñas. Y, a la vez, debe apostarse por construir una evaluación sumativa y continua, con propuestas educativas y pedagógicas en las que las experiencias sean significativas y se eviten los exámenes memorísticos en los que solo se aplica la repetición de los contenidos. Apostar por una evaluación participativa y competencial es el reto más importante de la escuela en la actualidad.

Las personas crean los espacios, y los espacios conforman las personas: es conveniente reaprender cómo pensamos y cómo percibimos los espacios. Hemos hecho un proceso que nos ha alejado de lo que existe en el exterior para encerrarnos en el interior de los hogares, e incluso dentro de los aparatos. Hay que revertir el sentido de este trayecto para ir de dentro hacia fuera. Históricamente las escuelas se han construido sobre el criterio del control: pasillos desde los que controlar todo lo que pasa en el interior de las aulas… Ha habido momentos mágicos, como la arquitectura escolar de la República, en los que se han tenido en cuenta las escalas, las proporciones saludables en los edificios escolares, proyectando la luz, el volumen y las circulaciones de las personas y del aire. Ahora es importante contar con el trayecto de las casas a las escuelas, a las ciudades y a los pueblos más pequeños, para construir un ecosistema y un entorno que cuide y que proteja.

En este momento la tradición higienista de principios del siglo xx representa una fuente de inspiraciones y de ideas que hoy son de plena vigencia para readaptar los edificios escolares: la importancia de los espacios intermedios, que no son solamente espacios de tránsito sino espacios con una versatilidad imprescindible para ayudar a diluir las concentraciones de los grupos de niñas y niños, los volúmenes y las superficies…

Es dentro de las escuelas donde se forja la idea de ciudad, pero es en los entornos exteriores donde es más fácil tomar consciencia de los otros, porque vemos todos los elementos de cada ecosistema en relación entre ellos. De alguna forma, la naturaleza y el entorno nos piden que recuperemos el vínculo.

En este sentido, necesitamos un compromiso global para crear verdaderas redes de educación compartida, si es necesario, sin esperar la llegada de leyes que lo hagan posible. Hay que conocer las normativas para poder hacer, si es necesario, disidencia y para aprender a esquivarlas. Podemos hacer percolar este compromiso de abajo arriba, flexibilizando y facilitando las colaboraciones de toda la ciudadanía.

Toda escuela, todo pueblo y todo barrio tiene un ecosistema y un entorno. Sin idealizar la naturaleza, lo que hemos de pretender es hacerla permeable a los entornos escolares, haciendo los espacios viables para la educación, dentro y fuera de las escuelas. Los encuentros con los espacios exteriores deben ser mucho más cotidianos e incluso conviene educar a utilizar los espacios.

Desde la humildad, construimos el conocimiento con la curiosidad de los que aprendemos, seamos niños y niñas o adultos. En esta reconquista de los espacios exteriores, que se hace con pequeños pasos, las personas redescubrimos la importancia de cuidarnos de nosotras porque la salud es un sistema. Debemos perder el miedo, que muy a menudo nace del desconocimiento, y tenemos que dar más la voz a las niñas y niños y a los jóvenes sobre qué relación quieren tener con sus entornos. 

En el esfuerzo de recuperación de nuestros vínculos con los espacios exteriores encontramos un gran potencial regenerador de las relaciones, un motor extraordinario para consolidar equipos y una oportunidad para construir ecosistemas e identidades más saludables.

Los maestros, los educadores tienen una función esencial de presencialidad, física y auténtica. Esta función va ligada al acompañamiento de los niños y jóvenes, y sus familias, en el proceso de crecimiento y aprendizaje a lo largo de todas las etapas educativas. Los elementos clave son, por un lado, la proximidad, para que no haya desarraigo, y por el otro, la experiencia en aprendizajes, y la pericia en generar vínculos y aprendizajes. Además, la educación es una tarea colectiva, de grupo, de muchos profesionales y no solo del profesorado. Los educadores no trabajamos de forma aislada e individual, sino en equipos comprometidos.

Para ser maestro hay que ser culto, hay que estar muy bien informado, tiene que importar todo lo que pasa a nuestro alrededor, en el ámbito social, económico, político, y sobre todo estar en contacto con muchas disciplinas. A la vez, hay que ser creativo, porque hay que ir pensando y recreando todos los días. Hacer de maestro implica una mirada global de todas las etapas educativas. Un maestro no deja nunca de aprender y de investigar, de indagar cómo se aprende, lo que aprenden los niños y niñas, y todo dentro de un marco de diversidad. Hemos de tener planes de investigación continua y espacio para la reflexión colaborativa, desde la comprensión de fenómenos y desde el análisis.

Estas conclusiones han sido aprobadas por la Junta Rectora de la Asociación el día 7 de junio de 2020, y han sido elaboradas a partir del debate de siete grupos, en los que han participado las siguientes personas: 

 

Àngel Domingo 

Annia Vilaró Font

Antonio Moreno 

Assumpció Lisson

Belén Tascón

Bet Madera

Carina Gómez Fernández

Carla Dabau

Carme Cols

Clara Salido

David Altimir 

David Vilalta

Efrèn Carbonell

Elisabeth Colom Albesa

Enric Prats

Esteve-Ignasi Gay

Fina Solsona 

Francina Martí

Gemma Junquera Bernal 

Isabel Nadal

Jaume Cortada

Jaume Funes

Jeanne Hansen 

Joan Manuel del Pozo

Joan Maria Girona

Joan Rué Domingo

Jordi Carmona

Jordi Quintana

Jordi Rodon

Jordi Vivancos

Josep Maria Villena 

Judit Taberna

Katia Hueso

Laia Pi

Laura Domingo

Lurdes Martínez

Maite Miró

Maria Marquès

Maria Vinuesa 

Mariona Genís

Marta Portell 

Martí Casares

Mercè Mas

Mercè Olivé Riu 

Miquel Àngel Essomba

Mirta Lojo Suárez 

Missi Casacuberta

Montserrat Peláez Porras

Natàlia Gifré

Neus Agut

Neus Garcia Soldevila

Núria Larroya

Neus Pañella

Neus Sanmartí

Núria Puigdollers

Pilar Badenas

Pilar Calçada

Pilar Casals

Pitu Fernández

Rafa Homet 

Ramon Barlam

Rosa Cañadell

Rosa Ferrer

Rosamaria Aznar Garcia

Sara Gómez

Tere Esperabé

Tona Castell 

Toni Garcia

Txell Margalef

Xavier Ollonarte 

 

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