El holding o sostenimiento –del inglés to hold, ‘sostener’– es una noción que elaboró un médico psicoanalista inglés, Donald Winnicott.1 Holding «significa que físicamente se sostiene al pequeño, pero también designa todo lo que el entorno le proporciona previamente al concepto de vida en común. Esta noción de mantenimiento se refiere a una relación espacial a la cual se añade el tiempo progresivamente».
Winnicott insiste en el mantenimiento físico, y precisa que «es la base de todos los aspectos más complejos del mantenimiento y de la contribución del entorno». Sostener a un niño se presenta, pues, como un saber hacer a la vez corporal y psíquico, pero sobre todo como un saber ser.
El objetivo fundamental del holding es ayudar al niño o la niña a adquirir la capacitación de existir a solas con el propio apoyo motriz y psíquico sin un exceso de angustia, sin vértigo, sin desorganización.
Definición del holding psicomotriz
El repliegue es un movimiento fundamental que hay que respetar
Sostener a un niño significa estar con él de manera que pueda tolerar las estimulaciones que percibe, que provienen del exterior o del propio cuerpo, y que pueda integrarlas mejor para superar la situación y continuar su desarrollo personal.
Así pues, se trata de tener en cuenta la realidad de sus necesidades fisiológicas: darle calor, comida y bebida, respetarle el sueño, darle ternura, no sobreestimularlo sino permitirle descubrir el mundo exterior. Satisfacer sus necesidades psicológicas también es de suma importancia: necesitan ser reconocidos, comprendidos cuando lloran y balbucean, respetados, admirados en sus actuaciones, animados en sus tentativas de descubrir, hay que conocerlos.
Hay otro ámbito que no exploró Winnicott, porque sus intereses no lo llevaron a este terreno, que es la organización motriz y tónica del bebé que participa en el holding psicomotriz, y que hay que tener en cuenta. Se trata de considerar que la motricidad del bebé forma parte integrante de su desarrollo psicoafectivo porque está organizada de tal manera que sus componentes son elementos que contribuyen constantemente a la construcción del psiquismo del bebé.
El holding psicomotriz se define como un conjunto de maneras de ser y de hacer que tiene en cuenta todos los niveles de organización del sujeto: tónico, sensorial, afectivo, representativo y del lenguaje.2
La organización motriz y tónica del bebé
¿Hay maneras adecuadas de sostener físicamente a un bebé? El sentido común nos dice que no llevemos a un bebé cabeza abajo. Más allá de esta evidencia, hay que admitir que realmente no nos importa el cuerpo del bebé por él mismo: a menudo se pone de relieve el vínculo entre acompañamiento y relación, pero estamos lejos de ser conscientes de la importancia de la organización motriz del bebé. Si bien la gran angustia de muchos adultos es «dejar caer al bebé físicamente», el verdadero peligro es dejarlo «caer psíquicamente». Y este concepto es tan abstracto que, demasiado a menudo, siempre que el niño esté bien sujeto –con firmeza y seguridad–, las condiciones cualitativas del mantenimiento no se tienen en cuenta.
Si aceptamos la hipótesis de que un bebé se encuentra en una globalidad psicocorporal y que cada uno de los elementos de su organización motriz y tónica desarrolla un papel fundamental en su crecimiento psíquico para comprender el holding psicomotor, tenemos que considerar los tres factores del desarrollo filogenético del ser humano:
- El repliegue, que es el movimiento básico de todos los seres humanos y que prepara la base narcisista;
- La simetría, que da al bebé la capacidad de reflejarse en la mirada de los otros y de organizarse en el espacio;
- La coordinación, que prepara la globalización y la fluidez de los movimientos del cuerpo y del pensamiento.
El movimiento de repliegue o la preocupación fundamental de un mismo
Cuando nace, el bebé está naturalmente replegado hacia adelante, sus brazos y sus piernas se repliegan sobre el tronco. Los músculos flexores de sus miembros son hipertónicos, mientras que los de la espalda son hipotónicos. Está replegado en la posición fetal, la postura básica de todos los seres humanos. En este repliegue se sustentará el enderezamiento del tronco y el ponerse de pie.
El repliegue es un movimiento fundamental que hay que respetar: si queremos dar al bebé todas las posibilidades de desarrollarse correctamente, tenemos que dejarlo en este repliegue de posición fetal al menos los tres primeros meses de su vida, el tiempo medio en el que es capaz de girarse solo en la cama. Antes del fin del primer trimestre, cualquier posición de extensión es una posición de tensiones tónicas excesivas, y, por consiguiente, de estrés y de malestar psíquico.3
Si tenemos en cuenta esta dimensión psicomotriz fundamental, no acostaremos a un bebé boca abajo, puesto que esta posición le pone la espalda en tensión y, por lo tanto, en un estado de estrés psicocorporal. Si esta postura fuera realmente indispensable, una pequeña almohada bajo la pelvis le redondeará la espalda y le permitirá continuar la integración de su postura básica. Los brazos del bebé que está mamando han de estar juntos ante su tórax y no atrapados en la espalda de la madre. Cuando el bebé duerme de espalda, si tiende a ponerse en extensión, una pequeña almohada bajo las rodillas y una pequeña almohada bajo la cabeza lo ayudarán a curvar la pelvis y la cabeza, y a relajarse.
La relajación del cuello es un signo de abandono de la defensa, de confianza en los otros, pero si la cabeza del bebé no se sostiene y cae atrás se produce el efecto contrario: se pone rígido y pierde la confianza. El cuello levantado y rígido es una señal de demasiada vigilancia.
Cuando es muy pequeño, es importante poner al bebé de nuevo en posición de repliegue antes de sujetarlo. No es recomendable cogerlo por debajo las axilas.
Un bebé necesita conocer las dos partes de su cuerpo y experimentar sensorialmente y afectivamente la transición de un lado a otro.
Son gestos sencillos que tienen, no obstante, efectos importantes: alivian al bebé de las tensiones corporales innatas, a menudo muy fuertes durante el primer trimestre de vida.
El repliegue fundamental del bebé favorece la buena relación con la madre, que se repliega con su bebé y le procura así un envoltorio psicomotriz de seguridad. Un bebé demasiado tenso, que se pone rígido cuando lo coges en brazos y que se inclina, produce en la persona que lo sostiene sentimientos de angustia, rechazo, ansiedad, ira e inseguridad.
También sabemos que toda la vida se organiza ante el bebé: cogerlo en brazos, estirar los brazos, coger, ponerse las manos en la boca, ver, hablar, crear. El triángulo manos-ojos-boca está en la base del descubrimiento del cuerpo, de las manos, de los pies, de los órganos sexuales.
Todo lo que favorezca este repliegue ante sí participará en el desarrollo psicomotriz del bebé.
El niño tendrá como proyecto de vida, ayudado por su entorno, salir de este primer repliegue para abrirse, ir hacia el exterior y hacia los demás, y ponerse derecho él solo en sus espacios físico y psíquico.
La simetría y la mirada de los otros
El segundo elemento de la organización motriz y tónica es la simetría. El eje vertebral representa el eje de simetría del cuerpo. Al nacer, un bebé con buena salud neurológica tiene la cabeza en la prolongación del tronco. Todavía no lo puede levantar, por lo cual a veces será necesario reposicionárselo.
Un bebé necesita conocer las dos partes de su cuerpo4 y experimentar sensorialmente y afectivamente el paso de un lado a otro. El amamantamiento natural comporta una alternancia regular entre el pecho derecho y el pecho izquierdo, cosa que beneficia al bebé porque integra ambas partes de su cuerpo. Pero esto no es evidente cuando se da el biberón: muy a menudo el biberón se da exclusivamente por un lado preferente, de acuerdo con los hábitos de la persona que lo amamanta. Las posibilidades de pasar de la derecha a la izquierda se reducen y la integración del eje vertebral se retarda o incluso se altera.
La rotación hacia la derecha y hacia la izquierda permite al niño delimitar dos espacios diferentes que se cruzan y se reencuentran en el centro alrededor del espacio oral.
El segundo aspecto de la simetría es la necesidad de cualquier ser humano de reflejarse en la mirada del otro. El niño necesita sentirse querido a través de la mirada de los progenitores. Su existencia corporal y su apropiación dependen, en gran medida, de la calidad de la mirada sobre él por parte de los adultos que lo acompañan.
La coordinación motriz y el ajuste recíproco
La organización motriz es innata. Tiene un significado, una orientación, unas funciones. Primero el niño está centrado en él mismo, en sus sensaciones. Después se orientará hacia los otros. Para hacerlo, hay que mirar hacia el exterior del cuerpo y hacer una rotación.
La rotación está prevista en el programa psicomotriz para ser efectiva cuando el niño ha integrado suficientemente la seguridad relacional en su repliegue precoz.
Hacia el sexto-octavo mes los bebés se interesan por los otros niños y niñas en la escuela. También es la etapa del miedo al desconocido, que refleja el acceso a la diferenciación afectiva y la posibilidad de pensar la acción del otro. Cuando el niño está bien replegado y seguro en su eje, se coordina de forma natural. La maduración del sistema nervioso central comporta una igualación y una armonización del tono muscular. La coordinación motriz, juego entre músculos agonistas-antagonistas, se hace posible y el movimiento se propaga desde la cabeza hasta los pies. Si las relaciones afectivas y emocionales son satisfactorias y le dan seguridad, el niño o la niña se sostendrá en su motricidad organizada para construir sus pensamientos, sus lógicas, sus estrategias, sus comparaciones. La inversión afectiva del cuerpo motriz y emocional del niño por parte de los padres le da la posibilidad de sentirse como una globalidad psicocorporal.
Estos tres parámetros psicomotrices dependen de la maduración nerviosa y se desarrollan con una autonomía relativa. Pero si el niño o la niña no se siente acompañado emocionalmente en sus proezas motrices, en sus descubrimientos sensoriales, en sus experiencias vitales, el programa neuromotor se desarrolla sin que pueda apropiarse del mismo. El niño permanece en su mecánica motriz y no logra su potencial psicomotriz.
La organización afectiva
Respetar la organización motriz y tónica del bebé requiere un mínimo de conocimiento de los primeros vínculos psicomotrices. Desgraciadamente, esta noción de holding psicomotriz, a pesar de que a veces parezca clara y evidente, todavía no está ampliamente difundida, cosa que explica algunos tanteos en cuanto al ajuste que tenemos que hacer con él.
Desde hace una década, los trabajos sobre el dolor del niño y la importancia de las sensaciones sobre su estructuración psíquica aclaran poco a poco la dimensión fundamental del sostén corporal en la organización psíquica y afectiva del bebé.
Ahora sabemos que los ritmos biológicos y neurológicos son elementos clave del proceso integrativo. Sostener a un niño es ayudarlo a progresar sin exceso ni falta de estimulaciones. Este hecho condiciona algunas conductas parentales: hay que respetar las grandes etapas del desarrollo, aguantarle la cabeza, sentarse, gatear, ponerse en pie y andar.
Demasiado a menudo encontramos a padres que fuerzan al niño en sus adquisiciones y que lo «hipermaduran», pensando que «es por su bien». Así, vemos a bebés de cinco meses en andadores, niños pequeños incitados a andar desde los nueve meses. Todos estos niños y niñas, aunque sonrían, son psicomotores prematuros que han de gestionar un requerimiento tónico precoz, una sobrecarga de estimulaciones y las necesidades narcisistas de sus padres.
La historia familiar
Algunos factores influirán la manera en que los padres sostendrán al hijo y la manera en que le permitirán que se desarrolle lo mejor posible. Por ejemplo, la propia experiencia como niños y niñas, su «formación» de padres según las tradiciones y creencias familiares, las experiencias del embarazo (si durante el embarazo la madre estaba muy ansiosa, ocho meses después del parto se observa una interacción menos satisfactoria con su bebé), el parto (a menudo hay más problemas con bebés prematuros o cuando el parto ha sido difícil).
Todos estos factores tendrán una incidencia en la manera de acompañar al bebé en el inicio de su vida, pero no hay que olvidar que el niño no es pasivo y que reacciona cuando las propuestas parentales no lo satisfacen. Así, pues, hay un ajuste permanente entre las ofertas de los padres y las necesidades del niño, y algunas carencias tempranas se pueden solucionar totalmente si el adulto escucha a su hijo.
Un saber ser
Ayudar al niño en su desarrollo psicomotriz no es una tarea fácil. No siempre somos capaces de responder a las exigencias de un bebé y a las necesidades que este manifiesta, de una manera a veces poco clara para nosotros. Tener en cuenta la organización motriz y tónica del bebé nos ayuda en gran medida a tener actitudes satisfactorias. Pero sostener psicológicamente a un bebé es más del orden del saber ser que del saber hacer.
Sostener a un niño es ayudarlo a progresar sin exceso ni falta de estimulaciones.
La mayoría de nosotros ha vivido la experiencia real de haber de acompañar a alguien –un amigo, la pareja, un hermano, un pariente– en situaciones difíciles. Y decimos «le he apoyado», «había que apoyarle», «se dejaba ayudar», «le he echado una mano». Estas expresiones significan que hemos tenido que escuchar a esta persona, aconsejarla. Quizás hemos tenido que convencerla de que podía salir airosa, quizás nos hemos tragado buena parte de sus angustias y estamos psicológicamente cansados. Esto también puede provocar dolor de espalda, fatiga, ansiedad, etc. Nos damos cuenta de que no es fácil alentar psicológicamente a alguien, y todavía menos a un bebé que no habla. Y, con todo, la mayoría de padres lo hacen bastante bien. Las madres están en un estado de preocupación primaria5 que les da esa sensibilidad particular para adivinar las necesidades y los deseos del pequeño y para ponerse rápidamente en la misma longitud de onda.
Sostener a un niño es comprenderlo
Pero no es suficiente querer al hijo para sostenerlo psicológicamente. Es un trabajo psíquico que implica el saber ser de los padres y sus capacidades de empatía. Los padres han de ponerse en el lugar del bebé, comprender lo que vive, satisfacer sus necesidades, y todo esto sin ahogarse en la angustia y en las proyecciones personales.
Unos padres suficientemente sólidos pueden aceptar las emociones y los afectos de su bebé. Pueden consolarlo, identificarse con él para adivinar y dar un sentido a lo que le pasa cuando llora o balbucea.
El apoyo psíquico pasa por el tacto, la ternura y las palabras. Un bebé necesita oír de boca de los padres palabras que se ajusten a lo que está experimentando. Sostener a un niño o una niña es ser su intérprete durante un cierto tiempo: las palabras envolverán las sensaciones, darán un sentido afectivo a lo que el niño vive y lo animarán a una actividad simbólica.
Sostener a un niño es mirarlo
La mirada tiene un efecto importante en la tonicidad de todo el cuerpo. Cuando un bebé mira a la madre a los ojos, construye su esquema corporal, integra su cuerpo como una globalidad viva. Las vibraciones penetran a través de los ojos y se extienden por todo el cuerpo. El niño entonces siente que existe en todo el cuerpo hasta los dedos de los pies. Cuando el bebé no puede ver nada en los ojos de su madre –madre ausente, deprimida–, cae en un vacío psíquico. Corporalmente vive sensaciones de desequilibrio y de caída sin fin porque el cuerpo de una madre depresiva transmite tensiones entrecortadas, incoherentes, desordenadas. El bebé se encuentra en estado de terror.
Sostener a un niño es acompañarlo
Sostener a un niño es calmarlo y consolarlo. Es ayudarlo a inhibir o reducir las tensiones corporales que el sistema nervioso inmaduro todavía no puede gestionar. Es ayudar al niño a pasar de la contracción a la relajación. Sostener a un bebé es apoyarlo y valorarlo en sus funciones fisiológicas: cuando una madre o un padre cambia a su bebé, las palabras y las emociones que acompañan el acto serán determinantes para el futuro psicológico del pequeño. Cuando dice «¡ecs!, ¡cuánta caca, qué marrano, hay por todas partes!», a pesar de que el niño no comprenda sus palabras, capta las vibraciones vocales y discrimina muy bien lo que es una palabra dulce y lo que expresa disgusto o rechazo.
En cambio, si el padre o la madre lo alienta y ve de manera positiva lo que encuentra en el pañal, valora el funcionamiento fisiológico del bebé y, por lo tanto, su interior.
A través de los intercambios físicos y psíquicos, el holding psicomotor sirve para satisfacer las necesidades primarias del niño, ya sean psíquicas o físicas. Permite la integración de referentes sensoriales y afectivos.
Es un modo de comunicación, un diálogo tónico6 que tiene la función de reducir al mínimo las intrusiones a las cuales el niño tiene que reaccionar. Los padres idóneos son los protectores del bebé. Velan para que el bebé no se vea abrumado por unas estimulaciones sensoriales que no podría integrar. En este sentido, la madre, el padre, la canguro, la persona que ayuda en casa, son contenedores para el bebé, a la vez contenedores físicos y psíquicos.
El holding está relacionado con un ajuste tónico-afectivo entre los dos socios de la interacción. Entonces se puede establecer un sentimiento de confianza y de seguridad, y participar en el desarrollo narcisista básico que es el garante de un ensanchamiento del yo del sujeto y de la apertura de la conciencia al mundo exterior.
Suzanne Robert-Ouvray, doctora en psicología clínica, psicoterapeuta de niños y de adultos.
Extraído de Métiers de la petite enfance, núm. 59, junio de 2000.
Notas
1. Winnicott, D. Jeu et réalité. París: nrf, Gallimard, 1975.
2. Robert-Ouvroy, S. L’enfanttonique et sa mère,París: Desclée de Brouwer, 2007.
3. Robert-Ouvray, S. Enfant abusé, enfant médusé, París: Desclée de Brouwer, 1998.
4. Haag, G. «La mère et le bébé dans les deux moitiés du corps», Neuropsychiatrie de l’enfance, núm. 33, 1985.
5. «Les enfants observés par l’équipe de Myriam David et Anna Tardos. De la valeur de l’activité libre du bébé dans l’élaboration du self», Devenir, vol. 3, núm. 4, Chêne-Bourg (Suiza): Médecine et Hygiène, 1991.
6. «La théorie de la relation parent-nourrisson», De lapédiatrie à la psychanalyse, París: Payot, 1960.