Escuela 0-3. Un cambio (im)posible

La inquietud, cuestionarnos lo que hacemos, el afán de saber, las dudas y los interrogantes constantes, son algunas de las cosas que nos caracterizan a las maestras de la Escola Bressol de Cabrils. Son lo que ha hecho posible que lleguemos a ser la escuela que ahora somos y que vivamos la educación tal y como la concebimos actualmente.

¿Cómo surgió la idea del cambio?
Todo se empezó a gestar a partir de la visita que hicimos a la escuela de Carme Cols en Torr­elles de Llobregat durante el curso 2005-2006, donde vimos una manera de hacer diferente a la nuestra. La asistencia de algunas maestras a la escuela de verano, a un curso con Montserrat Fabrés, también contribuyó.

Esto removió el pensamiento de algunas maestras y nos empezamos a cuestionar nuestro día a día, planteándonos si teníamos que seguir trabajando centros de interés y unidades de programación, si las actividades que hacíamos tenían que ir dirigidas a todo el grupo, si había que modificar el juego heurístico como tal, si los horarios que ofrecía la escuela tenían que ser rígidos o flexibles, si las familias podían entrar o no en las clases…

Todos estos interrogantes nos llevaron a tener una mirada más autocrítica, a buscar nuevas informaciones, a investigar y descubrir nuevas perspectivas que nos ayudaran a dar una respuesta a todas las dudas que surgían.

A partir de aquí nos empezamos a plantear preguntas de peso que hicieron dar un giro a la manera de actuar que habíamos tenido hasta aquel momento.

–¿Por qué trabajábamos de aquella manera?
–¿Todas veíamos la necesidad de este cambio?
–¿Estábamos dispuestas a cambiar?
A partir de entonces, buena parte de las reuniones de claustro iban destinadas a trabajar en equipo para indagar y reflexionar sobre las razones por las que habíamos decidido apostar por el cambio.
¡Y esto no fue nada fácil!

Formábamos el equipo quince maestras. Unas teníamos unos pensamientos y otras unos diferentes… Pero después de mucho, mucho diálogo y muchas horas de dedicación y entrega, empezamos a ponernos manos a la obra y pusimos en marcha dos formaciones, todo el equipo, con Montse Fabrés, durante los cursos 2005-2006 y 2007-2008.

Ella fue quien nos ofreció una nueva mirada del niño, muy diferente a la que teníamos, y nos adentró en la metodología de Emmi Pikler, que lo reconoce como una persona competente y capaz desde que nace, con unas necesidades e intereses únicos.

Después de un tiempo de meditación y de interiorización de este nuevo enfoque, poco a poco nos lo fuimos haciendo nuestro hasta sentirnos identificadas con él y empezamos a introducir cambios importantes, que nos hicieron reflexionar profundamente sobre la forma de hacer hacia los niños y las niñas.

Nos surgían preguntas y más preguntas sobre cómo les hablábamos, cómo nos acercábamos a ellos, cómo los tocábamos. ¿Les anticipábamos lo que íbamos a hacer? Eran cuestiones que removían conciencias y nos hacían observar las propias acciones.

Dentro de la escuela y en el patio, dejamos de hablarles a distancia y, con un tono de voz suave y cercano, nos acercábamos, nos agachábamos a su altura y, mirándolos a los ojos, les decíamos lo que les queríamos transmitir. También les avanzábamos qué queríamos hacer, pidiéndoles permiso antes de hacerlo: «Tienes las manos sucias, ¿te parece si las lavamos?», acompañando, a la vez, la palabra con la acción.
El respeto hacia el niño empezó a ser uno de nuestros pilares. Teníamos muy en cuenta sus inquietudes, sus intereses, sus necesidades, y los acompañábamos para potenciarlas al máximo dentro de la colectividad.

Las actividades diarias y cotidianas, como lavarse las manos y la cara, servirse y beber agua con vaso de cristal, colaborar en el cambio de pañal, participar al quitarse y ponerse la ropa, etc., pasaron a ser momentos de excelencia en la escuela. Tuvieron que ser actividades muy pensadas y organizadas para poder potenciar al máximo la autonomía y el respeto por el ritmo individual de cada niño ofreciendo posibilidades, materiales y contextos para que todo fuera posible.

El cambio de pañal supuso un reto importante. Lo consideramos un momento de relación íntima e individualizada con cada niño: le anticipamos lo que haremos, lo dejamos participar en la acción, teniendo una actitud muy cuidadosa donde el diálogo toma protagonismo. Tomamos conciencia y el cambio de pañal pasa de ser un instante poco relevante a tener un valor educativo y de relación de gran importancia.


Después de un tiempo de intensas reflexiones y de interiorizaciones importantes, el equipo de maestras se planteó que la escuela en sí misma también tenía que hacer un cambio. Dimos una mirada nueva a los espacios de la escuela.

Nos surgió una nueva inquietud respecto a los espacios y la estética y nos cuestionamos cómo podíamos mejorarlos para que fueran un elemento más para acompañar al niño en sus descubrimientos y en su desarrollo.

Durante el curso 2013-2014 contactamos con Paola Soggia para hacer la segunda formación en equipo: «La dimensión estética y educativa del espacio». Fue a partir de este instante cuando valoramos la necesidad de hacer todas las formaciones siempre en equipo y enriquecernos juntas.

Esta formación, después de dejarnos soñar en la escuela ideal, nos permitió modificar los espacios dándoles una identidad propia y considerando el ambiente como una parte igual de importante que los materiales y las maestras.

Cortinas, alfombras, plantas y muebles nuevos favorecieron una distribución de las clases que ayudaba a organizar los espacios para las actividades cotidianas. El rincón del espacio blando y del cuento, el de juego simbólico, el de construcción, el creativo, el de arte o minitaller y el de higiene personal adquirieron un nuevo protagonismo.

El ambiente, ahora más acogedor, hace que la escuela sea un espacio de calma donde se respira serenidad y bienestar.

Poco a poco, fuimos ampliando más nuestro horizonte y nos planteamos un nuevo cambio. Esta vez, sobre los materiales. Dimos un paso adelante y nos atrevimos a romper con el convencionalismo del material de plástico y a deshacernos de los juguetes comercializados, de juguetes de plástico de colores chillones y con músicas y sonidos, a menudo con una única finalidad, sin posibilidad de ningún tipo de intervención por parte del niño más que aquella para la cual fue creada, es decir, dejando en un segundo plano su imaginación e iniciativa. Buscamos materiales más neutros, con colores pastel, con calidades sensoriales de todo tipo, del entorno natural, y compramos algún mueble Pikler para ofrecer a niños y niñas nuevos retos motrices que favorecían a la vez la libertad de movimiento.

Esto comportó que nos planteáramos dejar de hacer el juego heurístico como tal en una sala independiente de la estancia habitual e introdujéramos todo este material dentro de su estancia habitual. Poner los materiales de manera más atractiva facilitaba la manipulación y el acceso de los niños y las niñas a descubrir por ellos mismos el máximo de cosas y poder escoger libremente lo que más los atraía para potenciar el juego y el aprendizaje. Introducíamos elementos nuevos, no didácticos, de carácter indefinido, reciclados, donde la combinación entre ellos tenía múltiples funciones para potenciar la imaginación y la creatividad, como rulos, tapones de corcho, cucharas y enseres de cocina de madera, de metal, conchas, tapones grandes de botellas, ropas, piedras y guijarros de diferentes medidas, contenedores…

Todo esto nos permitió descubrir un tipo de juego muy diferente en los niños y, consiguientemente, nos animó a buscar la funcionalidad pedagógica de todo el material que íbamos introduciendo, buscándole el sentido y la potencialidad a partir de su manipulación.

Este cambio de mirada que se reflejaba en el día a día nos llevó a documentar y a compartir con las familias las inquietudes y las razones que nos habían hecho llegar hasta este punto.

A partir de este momento, nos damos cuenta que también hace falta un cambio en la comunicación, en la manera de transmitir y expresar a las familias aquello que queremos que conozcan.

Creemos que la escuela es un entorno privilegiado, un lugar de encuentro y de interacción entre niños, familias y educadoras. Por lo tanto, la escuela está abierta a las familias y establecemos un marco de relaciones basadas en la confianza y en la comunicación. Hacemos entrevistas individuales para intercambiar opiniones y tener el feedback sobre el niño o la niña.

En el día a día hacemos diarios de clase poniendo énfasis en una anécdota, una situación especial, un gesto, una situación habitual o una mirada que dé información de algún momento puntual.

Por otro lado, intentamos crear propuestas de aprendizaje en las que niños y niñas puedan desarrollar la propia búsqueda haciendo investigaciones, exploraciones y descubrimientos en continuidad temporal. Parale­lamente, documentamos todas las observaciones, preguntas e hipótesis que los niños han ido planteando para acabar grabándolas en forma de publicaciones que dan visibilidad a sus capacidades.

Desde el equipo de maestras sentimos el deseo y la necesidad de adentrarnos en una nueva formación de larga duración, que nos enseñe cómo crear y documentar contextos de aprendizaje significativos en el primer ciclo de educación infantil. Esta formación –del año 2017 al 2020– va a cargo de Gino Ferri, el cual nos plantea el nuevo reto de documentar nuestra visión del niño y nuestra identidad como escuela a través de grandes paneles que están expuestos en las paredes para que hablen sobre quién somos.

¡Aquí no se acaba nada! Conti­nuamos en el camino del cambio, reflexionando, dialogando, debatiendo y poniendo en común la diversidad de opiniones para llegar a unos acuerdos que nos hacen tener más identidad, que nos hacen crecer como equipo día a día y que hacen que el cambio sí que sea posible.

Equipo de maestras de educación infantil
de la Escola Bressol de Cabrils.

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