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Este verano que acabamos de pasar no vino acompañado por ningún viento que se llevara los malos augurios para toda nuestra querida y demasiado maltratada etapa.
Después de la aprobación del decepcionante Real Decreto 95/2022, en el que se destila una imagen global de infancia que no compartimos en absoluto, llegan otros textos normativos como el que propone una modificación del Real Decreto 132/2010, de requisitos mínimos, presentado en pleno mes de julio y con solo siete días para poder hacer alegaciones, que añade más leña al fuego del maltrato a la calidad de la educación infantil.
Entre muchas otras cosas, en el primer documento se consolidan las peores interpretaciones del concepto de competencia en educación, inspiradas a su vez por recomendaciones europeas lanzadas por el Consejo de la Unión Europea. A nosotras, maestras de 0-6, leer en uno de los anexos del documento el listado de competencias clave en Educación infantil nos pone los pelos de punta:
«Competencia en comunicación lingüística. Competencia plurilingüe. Competencia matemática y competencia en ciencia, tecnología e ingeniería. Competencia digital. Competencia personal, social y de aprender a aprender. Competencia ciudadana. Competencia emprendedora. Competencia en conciencia y expresión culturales.»
¡Competencia emprendedora, de 0 a 6 años! Eso sí, nos invitan a desarrollarlas desde un enfoque globalizado. Muchas gracias por el matiz.
Entre estos textos que ordenan la educación infantil y las políticas que se están llevando a cabo en muchos territorios del Estado. Desde Navarra a Granada, pasando por Madrid, estamos en medio de una tenaza perversa que nos pide ser más que nunca exigentes con la calidad que vamos a poder construir dentro de nuestros espacios cotidianos.
El segundo documento lleva consigo un redactado igualmente preocupante donde, por ejemplo, en su artículo 6, se fijan las condiciones de las instalaciones y los materiales:
«Estos centros deberán contar, como mínimo, con las siguientes instalaciones y condiciones materiales: a) Un aula por cada unidad con una superficie adecuada al número de puestos escolares autorizados y, en todo caso, con un mínimo de 2 metros cuadrados por puesto escolar.»
¿Nos damos cuenta de que estamos en un país donde para educar a un niño de 0-6 se exige un mínimo de 2 metros cuadrados mientras que la superficie mínima para las gallinas ecológicas es de 4, de 10 para los pavos y de 14 para las ocas?
Compañeras, vamos a tener que abordar otro curso con una actitud de lucha y resistencia frente a estos vientos y mareas que en nada nos ayudan a construir la escuela de calidad que todas queremos.