La vida colectiva en una escuela infantil permeabiliza tres dimensiones esenciales: la dimensión cotidiana, la dimensión cognitiva y la dimensión afectiva. En todas ellas, la maestra debe ejercer una condición fundamental, la de observadora activa y consciente de su rol. El planeamiento de los contextos es una declaración explícita de la intencionalidad pedagógica y de la concepción de infancia que la constituye como educadora. Al mismo tiempo, la relación entre intención, coherencia, práctica y teoría pasa por la complejidad de los procesos y de las subjetividades de quien habita la escuela.