El gran descubrimiento lo tenía delante y no lo veía; tuve que parar, observar, estar atenta a lo único importante en nuestro trabajo como educadoras: me refiero a los niños y las niñas. Poner ganas, ilusión, alegría y tener la capacidad para poder crecerme en las dificultades, poder entusiasmarme y maravillarme con las acciones y descubrimientos de las criaturas como si fuera la primera vez…, porque para ellas es verdaderamente su primera vez -la primera vez que se esconden, que descubren-, y fui yo quien necesité tiempo para mejorar mi capacidad de escucha, de respeto y confianza.
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Momentos compartidos, momentos vividos, momentos sentidos… Carmen Menéndez Fernández El gran descubrimiento lo tenía delante y no lo veía; tuve que parar, observar, estar atenta a lo único importante en nuestro trabajo como educadoras: me refiero a los niños y las niñas. Poner ganas, ilusión, alegría y tener la capacidad para poder crecerme en las dificultades, poder entusiasmarme y maravillarme con las acciones y descubrimientos de las criaturas como si fuera la primera vez…, porque para ellas es verdaderamente su primera vez -la primera vez que se esconden, que descubren-, y fui yo quien necesité tiempo para mejorar mi capacidad de escucha, de respeto y confianza. Fueron los niños y las niñas los verdaderos artífices del cambio, los que me guiaron hacia un proyecto de naturaleza-descubrimiento, y fue así como el espacio exterior fue cambiando, creciendo, creando nuevos rincones: rincones cuidados y amorosos, rincones donde esconderse, donde acceder al arenero, donde tocar, sentir, manipular -con objetos para llenar, vaciar, trasvasar-, un espacio para la tranquilidad donde poder sentarse a la sombra de una tela colgada de un árbol, espacios cargados de complicidad en los que el adulto y los niños interactúan, se relacionan, en los que deciden hacia dónde dirigirse y empiezan un juego, libre, elegido, sin imposiciones, sin tiempos marcados por el adulto. «Solo necesitaba ponerme a su altura, mirar, observar, respetar, recordar mi infancia, los olores del campo después de un día de lluvia, la tierra mojada, olvidar las propuestas impuestas y dejarme a su disposición» Mar Romera Descubrí los pequeños detalles, lo bien que lo hacen las criaturas cuando se les da la oportunidad, cuando se confía en sus posibilidades y se las acompaña desde el respeto y la comprensión. Descubrí cómo eligen su juego entre todas las propuestas que ofrece el espacio exterior: cada criatura va, decide, selecciona... Y observo cómo Lola decide elegir las margaritas recién salidas en el césped, las corta y coloca cuidadosamente sobre la madera. ¿Está quizás haciendo su propia composición? ¡Cuánta concentración, precisión y delicadeza! Descubrí la atención, la concentración con la que los niños y las niñas hacen sus descubrimientos, siempre desde sus intereses. Aquí me sorprendo con Nael y cómo observa los caminitos de hormigas, en esa posición que en la distancia me hizo pensar que estaba dormido ¡ahí tan quietecito…! ¡Qué maravilla! Cómo compartiste tu experiencia conmigo y me buscabas cuando encontrabas algún bichito, haciéndome partícipe, era nuestro interés… Eso nos unió, creó un vínculo entre nosotros. Pronto alguna otra compañera se unió a buscar y observar los «caminitos de hormigas y bichitos bola…». «El juego debe ser libre, debe ser elegido, debe ser arriesgado, debe ser escondido…» Mar Romera Descubrí qué era lo que podía más que tu necesidad de movimiento, y fue ese caracol que encontrasteis en un arbusto y yo os cogí y lo colocamos en la madera, cómo la quietud y la observación suple ahora tus momentos de movimiento y de carreras por el patio. Me siento tan bien con tu decisión, tu pequeño proyecto… Tus grandes ojos, Mario, lo decían todo. Descubrí el interés que el pequeño charco después de un día de lluvia despertó en Ailén, y no pude más que captar esta imagen y pensar: ¿se puede disfrutar más? Recuerdo cómo mi cabeza de adulta se contuvo para no intervenir, para no interrumpir su acción, para entender y respetar su descubrimiento, que el interés de los niños está en su interés y no quizás en las propuestas que decida el adulto para ese día… Un cambio de ropa para evitar que te resfriases y un gran momento para disfrutar. «Hay que observar con el zoom para poder ver la fuerza que tienen los niños pequeños, para entrar en contacto con el medio natural, sus impulsos, sus proezas, sus continuas tentativas, su convencimiento de que lo lograrán, su continua curiosidad…» Penny Ritscher Descubrí cuándo posponían su necesidad de movimiento y dedicaban un tiempo a la quietud, la tranquilidad de acercarse al rosal, observar las flores y oler con cuidado, sin acercarse mucho, como prediciendo que pincha…, sin necesidad de un adulto que advierta de los peligros… El disfrute con los pétalos recogidos del cerezo japonés y otros materiales naturales, fruto de la elección personal, el buscar el escondite detrás de la rocalla para ojear unos álbumes ilustrados… «En los espacios exteriores, el mobiliario más importante es viviente: las plantas. Estas pueden transformar un espacio anónimo en un lugar agradable, acogedor, rico en atractivos y matices. Las plantas ofrecen una fiesta para los ojos y todos los sentidos.» Penny Ritscher Descubrí el interés que lleva a Nátali y Valeria a elegir los materiales que les interesan: se paran e inician su proceso de juego-descubrimiento, buscan una posición cómoda y dedican tiempo a hacer comprobaciones, a probar, a tocar, a intentar insertar su palito en un tronco. ¿Qué estarán pensando...? ¡Cuánta calma, cuánta información para los sentidos! Descubrí que no hay que dar nada por supuesto, que el mirar con los ojos de los niños implica un gran conocimiento para no caer en la rutina, porque lo extraordinario está en cada uno de ellos; así, cuando observo a Ainhoa me acerco a ver qué es lo que capta su atención y, conociendo ya mi curiosidad, me dice: «¡Mira, peces!». «¿Dónde?», le respondo. Y mete su dedito en el agua del borde de la piscina y agita los restos de ramitas caídas del árbol y me explica: «¡Mira!, ¿no ves cómo se mueven?». Asentí con ternura y pensando: «¡Ojalá los pudiera ver!» Gracias a todas las criaturas por darme la posibilidad de disfrutar, ilusionarme y crecer como persona y como profesional, a mis compañeras -María y Sandra-, que apoyaron y respetaron mis inquietudes, así como a Eva, que desde la dirección me dio alas para seguir volando y captando imágenes con las que sorprendernos… «Cada situación vivida contiene una novedad escondida con ojos de niño. Esta mirada de la maravilla es la que las personas que acompañan la infancia nunca tendrían que perder» Eva Sargatal Carmen Menéndez Fernández, técnica superior en Educación Infantil, E. I. La Serena, Gijón, Asturias. Bibliografía Freire, H. (2011). Educar en verde: ideas para acercar a niños y niñas a la naturaleza. Barcelona: Graó. L’Ecuyer, C. (2013). Educar en el asombro. Barcelona: Plataforma. Pikler, E. (1984). Moverse en libertad. Madrid: Narcea. Ritscher, P. (2006). El jardín de los secretos: organizar y vivir los espacios exteriores en las escuelas. Barcelona: Octaedro. Tonucci, F. (2019). «Por qué la infancia». Barcelona: Destino.
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