Si tuviéramos que contar las veces que se ha escrito y hablado sobre los derechos de los niños y las niñas, probablemente necesitaríamos los dedos de las manos de todos los que estamos leyendo este texto en este preciso instante.
Llega noviembre y todos hablamos de derechos, leemos sobre derechos, escribimos en torno a los derechos, celebramos los derechos…, como si fuera algo tan banal que solo mereciese una fecha concreta en el calendario. Y quizá deberíamos revisarlo los 365 días del año.
Estamos todos de acuerdo en que, antes que nada, debería haber una revisión por parte de la Administración, que, cuando se acerca el 20 de noviembre, llena de carteles y actividades la conmemoración del reconocimiento de estos derechos, pero al mismo tiempo gestiona políticas que los vulneran por activa y por pasiva, en las escuelas, en las familias y en todas partes.
Promover políticas familiares que pasan por bajas de maternidad y paternidad irrisorias no es pensar en los derechos de la infancia. Considerar el primer ciclo de educación infantil como una etapa educativa, pero a precios al alcance de pocos y con plazas muy limitadas, no es pensar en los derechos de la infancia. Pretender que una única educadora pueda dar respuesta a las ratios aprobadas por decreto no es pensar en los derechos de la infancia. Cerrar los ojos ante el aumento de niños y niñas con necesidades educativas especiales e ignorar el acompañamiento que necesitan no es pensar en los derechos de la infancia.
Pero, cuando hablamos de derechos, todos somos parte implicada. También los maestros y maestras. Y focalizar la responsabilidad del respeto por los derechos de la infancia solo en la Administración y las leyes sería rehuir la responsabilidad que también nos corresponde.
Reflexionar sobre ello es necesario, y hacerlo lejos de fechas señaladas es llenarlo de sentido. Por este motivo, desde la Associació de Mestres Rosa Sensat hemos querido detenernos en el significado que tienen los derechos de los niños y las niñas dentro de la cotidianidad de los centros educativos, y lo hemos hecho de la mano de más de cincuenta maestras y maestros que han escrito el libro Els drets dels infants en veu de mestres, que pretende poner en valor derechos fundamentales que se viven día a día en las escuelas que, aunque los tengamos presentes, a menudo pasamos por alto: la falta de tiempo o de manos para atenderlo todo jamás debería conllevar que un niño no se sienta mirado, escuchado, acogido o reconocido.
Todo lo que hacemos a un niño o una niña deja huella. Hagamos que sea una huella amable, que al recordarla haga sonreír. Seamos aquel maestro o maestra que todos hemos tenido y recordamos porque nos acompañó o porque nos abrió camino. Porque nos permitió ser nosotros mismos.