Petros Charavitsidis es maestro y director de la escuela primaria 132, una escuela multicultural de la zona de Atenas.
Hacia finales de la década de 1990 surgió un encendido debate como resultado de la admisión de un gran número de hijos de inmigrantes y refugiados en nuestras escuelas. Esta nueva situación nos confrontó, a los educadores, con una serie de cuestiones nuevas, relacionadas con la diversidad de la población estudiante, y reveló paralelamente las debilidades del sistema educativo griego para responder a las nuevas dificultades y demandas emergentes.
En los años siguientes se puso a prueba el saber hacer de los educadores, así como las resistencias de una parte de la sociedad griega, que concebía la presencia de los inmigrantes y sus hijos como una amenaza para la sociedad griega.
Mientras se desarrollaron en las escuelas un número considerable de programas de la Comunidad Europea, si bien de modo fragmentado, dirigidos a la incorporación de niños inmigrantes –algunos con éxito, otros no tanto–. Surgieron paralelamente iniciativas de menor o mayor escala por parte de los maestros, que contribuyeron en gran medida a ampliar el debate de una escuela multicultural.
No podemos decir que no se ha avanzado en estos años. Los temores no se hicieron realidad, las resistencias se debilitaron y la sociedad, en gran medida, aceptó los cambios.
Pero a pesar de estas valoraciones positivas, seguimos todavía lejos de encontrarnos en una posición que nos permita afirmar que la escuela griega es una escuela multicultural, que reconoce y utiliza la “diferencia” y que el Estado griego ha introducido a su vez la legislación reguladora adecuada que debería apoyar esta perspectiva. Se están todavía negociando temas tabú para la sociedad griega, como el tratamiento de la lengua materna, la religión o el respeto de los derechos de los niños en la escuela.
En los dos últimos años, la escuela griega se ha vuelto a enfrentar con un nuevo reto similar, pero con unas características específicas y particularmente complejas: la llegada de un gran número de niños i niñas inmigrantes a las escuelas, de niños y niñas que han experimentado la violencia, la guerra y la pérdida de modos dolorosos y traumáticos.
Esta situación ha llevado a la comunidad educativa, así como a la dirección del Ministerio de Educación, a una nueva reflexión sobre cómo mejorar el enfoque de la educación de los niños hijos de inmigrantes.
Pero en esta conjunción particular, tanto en el ámbito de las decisiones políticas como en el de la aplicación de herramientas pedagógicas dentro de las escuelas, debemos tener en cuenta algunas de sus características particulares:
- Los niños refugiados y sus familias no tienen en la gran mayoría de casos la perspectiva de permanecer en Grecia. Perciben el país como espacio de transición en su viaje hacia el norte de Europa. El resultado directo es la falta de implicación de las familias en la escuela griega.
- Muchos de estos niños arrastran experiencias traumáticas. Pérdida, peligro, adversidad, privación, miedo de lo desconocido, son elementos que los acompañan en su vida diaria.
- Muchos de estos niños son de edades avanzadas y no tienen ninguna experiencia escolar. Nunca han asistido a una escuela y posiblemente no han vivido en entornos urbanos.
- Algunos de estos niños han llegado solos a Grecia, tras un viaje difícil y peligroso. No tienen ningún referente familiar y viven en casas de acogida de algunas ONG sin una situación estable permanente.
- Además, la mayoría de estos niños viven en casas de acogida ubicadas lejos de la red urbana y con unas condiciones de vida rudimentarias.
Esta nueva situación constituye un gran reto para un país que atraviesa una profunda crisis social y económica con múltiples problemas para su población nativa. Para poder dar respuesta a esta realidad política y educativa tan difícil, es necesario que todos nos movilicemos, tanto en el ámbito de la toma de decisiones políticas como en el ámbito de las herramientas educativas que tenemos al alcance. Sin duda nos serán útiles muchas de las experiencias y valoraciones del pasado, ya que muchos educadores se basan en su propia experiencia y su conocimiento para dar lo mejor que tienen para la educación de estos niños y niñas.
Hay mensajes de esperanza. La educación formal e informal se demuestra de nuevo como un factor importante cuando se trata de confrontar las grandes dificultades presentes. A menudo, en el ámbito de la práctica educativa, resurge con fuerza la pregunta: ¿lo conseguiremos?
Petros Charavitsidis es maestro y director de la escuela primaria 132, una escuela multicultural de la zona de Atenas.