¿Que maestros necesitamos? ¿Qué maestras y maestros para qué niñas y niños?

Trabajo en San Cristóbal de las Casas, en Chiapas, dirigiendo una organización social llamada Melel Xojobal en una ciudad pequeña de casi 200 mil personas. En Melel, desde hace 22 años, acompañamos a niñas, niños y adolescentes indígenas y sus familias en la promoción y defensa de sus derechos para el buen vivir. Con las niñas, y niños pequeños trabajamos con 15 familias en el centro infantil “Arrumacos “y también llevamos procesos educativos a la calle con niñas y niños que acompañan a sus familias a trabajar o son trabajadores en los mercados y espacios públicos. 

Necesitamos educadoras y educadores que piensen y conciban a las niñas y niños, desde que son bebés, como personas y sujetos políticos que piensan y actúan, que toman decisiones en su cotidiano, que inciden y transforman el ambiente, que se relacionan con la comunidad. Pensar a las niñas y niños como sujetos políticos es pensar una relación de igual a igual, es generar las condiciones para que desarrollen su protagonismo y actoría política y ejerzan su ciudadanía desde que son pequeños.

Es desde esta experiencia que quiero compartirles algunas reflexiones colectivas que he construido con las educadoras y educadores de Melel y también con mis colegas del Consejo de Redacción de la Revista Infancia Latinoamericana en México sobre las y los maestros que necesitamos y para qué niñas y niños.

Empiezo por la segunda parte de la pregunta…¿quiénes son las niñas y niños que nos interpelan en nuestro trabajo como educadoras y educadores?

En Chiapas, en México y en muchos lugares de nuestra región latinoamericana vemos cómo cada día las niñas y niños están viviendo en condiciones de estrés en sus familias y comunidades por la violencia estructural y social, y por las políticas sociales fallidas que se quieren arreglar con estrategias de militarización en los territorios y de criminalización de la niñez empobrecida.

En México diariamente desaparecen 4 niñas, niños o adolescentes y asesinan a 3. En Chiapas, desde el 2013 a la fecha más de 50 niñas y adolescentes han sido víctimas de feminicido; el 80% de la población infantil vive en pobreza y en la ciudad donde vivo, el porcentaje alcanza el 66%, la mayoría son niñas y niños indígenas. Se calcula que los últimos dos años, en Chiapas, más de 4 mil niñas y niños han sido desplazados forzadamente de sus comunidades por grupos armados de corte paramilitar. Nadie duda, aunque nuestros presidentes digan lo contrario, que estamos en una crisis de derechos humanos y ahora también en una crisis humanitaria con miles de personas que necesitan cruzar nuestro país para llegar a los Estados Unidos.

En este sistema capitalista y su cultura de muerte las niñas y niños no importan, sus padres y madres no tienen tiempo, no ganan bien, no tienen trabajo, ni redes de apoyo, son discriminados por su color de piel y su cultura, el tejido comunitario está roto, las asistentes educativas que trabajan con las niñas y niños más pequeños en las estancias infantiles ganan menos y trabajan más horas que cualquier otro docente, las personas están cada vez más separadas y son más fáciles de explotar.

Quiero mostrarles algunas palabras que las mamás y papás de “Arrumacos” nos compartieron hace unos días en el marco de un proceso de diagnóstico co-participativo desde el enfoque basado en derechos humanos que estamos haciendo en Melel y que me parece ilustran bien estas realidades concretas.

Cuando las niñas y niños se enferman…
Mujer: Falta tiempo para llevarlo al médico. Los medicamentos son caros.

Hombre: los patrones no entienden y les cuesta dar permiso en el trabajo porque pierden dinero.

Las niñas y niños de 0 a 4 años vivien injusticias como ..
Mujer: maltrato, discriminación, porque vienen de otra comunidad, color de piel, situación económica.

Principales problemas en la educación y crianza de las niñas y niños pequeños…

Hombre: Paciencia y tiempo, no nos damos tiempo de sentarnos con los niños, no concientizamos que los niños jueguen y queremos que aprendan cosas. No nos enfocamos en tiempo o paciencia, los niños destruyen colores y a veces los adultos nos enojamos pero así se expresan los niños, cuando pintan paredes. O también les compramos cualquier juguete.

Hombre: Tiempo, todo el día trabajo, a veces salgo tres días, llego en la noche y ya está durmiendo. Dos veces por semana tengo tiempo disponible para mi hija.

Mujer: Hay muy pocos lugares para el preescolar. Para conseguir ficha necesitamos ir a dormir (fuera de las escuelas) a la intemperie, y llevar a los niños.
Las hijas e hijos de estas familias son una muestra de las niñas y niños de los que hablamos. Los resultados de las últimas consultas infantiles México dejan ver que niñas y niños están siendo sumamente atacados, explotados y violentados en sus casas, en las escuelas y en la comunidad.

Y a la vez que las políticas de estado reducen las posibilidades de acceder a espacios educativos, existe también una desacreditación de las prácticas de crianza tradicionales. En ese sentido observamos que niñas y niños no son vistos, porque algo que genera este sistema es que nos dejemos de ver como personas.

En un mundo donde la solidaridad se ha vuelto un delito, mientras preparaba esta presentación me encontré con un artículo sobre la capitana Carola Rackete, detenida en Italia por salvar la vida de las y los migrantes, que decía:

“Necesitamos más Carolas Rackete, porque sin ellas estas vidas extenuadas por el cansancio de trabajos cada vez más precarios e insatisfactorios, y entristecidas por la falta de lazos comunitarios desde los que se construyen afectos sociales, la impotencia terminaría cristalizando en cinismo, apatía y egoísmo.”

Y cuando lo leí pensaba en las muchas capitanas como ella que ya tenemos y que queremos como educadoras y educadores que estén presentes para acoger con empatía, compasión y solidaridad a las familias y a las niñas y niños que diariamente resisten a los embates de este sistema deshumanizante.

Necesitamos maestras y maestros que estén presentes, que vean con los ojos y el corazón a las niñas, niños y familias.

Necesitamos educadoras y educadores que reconozcan que la educación es un proceso mediado por el afecto; necesitamos que la formación de maestras y maestros que queremos se centre en lo que Alejandro Cussianovich llama pedagogía de la ternura que significa concebir la acción pedagógica amorosa como un acto político en la que niñas y niños son protagonistas de ese otro mundo posible que queremos.

En México, pensar en los centros de educación inicial es pensar el lugar a dónde llevar a las niñas y niños mientras las personas adultas trabajan. Actualmente estamos frente a un retroceso en nuestro país donde la educación infantil está pensada sólo como un tema escolar, si acaso, que les quita autoría a las familias y a las comunidades para la crianza.

En este sentido pensamos que como educadoras y educadores necesitamos salirnos un poco del discurso escolarizante y reivindicar las experiencias de crianza colectiva y comunitaria que han sido exitosas. Necesitamos recuperar los espacios de las niñas y los niños (de los que muchas veces nos ha hablado Francesco Tonucci), y pensar que lo que ellas y ellos necesitan son espacios no necesariamente escuelas. Escolarizar a las niñas y niños no es necesariamente verles.

Hace poco, un colega me recordaba la experiencia educativa del movimiento cooperativo indígena “Tosepan” en la sierra de puebla, que tiene 40 años de existencia y más de 30 mil integrantes… ahí decidieron hace muchos años abrir un centro Montessori donde los miembros de la cooperativa y la comunidad pueden ir al a este espacio, no rompen con la comunidad, quienes dan clase pertenecen a la comunidad, quienes asisten pertenecen a la comunidad.

Otro ejemplo de crianza colectiva se da en los mercados donde trabajamos, ahí las niñas y niños pequeños no están escolarizados pero están tranquilos, se relacionan y aprenden del entorno con la presencia y atención de las personas adultas de su familia y de otros comerciantes. Ahora, en general las escuelas y las y los maestros están divorciados de las comunidades.

Vemos con preocupación los discursos de profesionalización que están formando educadoras y educadores con competencias técnicas pero no necesariamente con habilidades personales para estar y acompañar a las infancias. No queremos maestras y maestros que solamente sepan hacer planes y tengan un perfil especializado en investigación, sino educadoras y educadores que estén presentes, cercanos, en una relación afectiva con las niñas, niños y sus familias.

Necesitamos educadoras y educadores que piensen y conciban a las niñas y niños, desde que son bebés, como personas y sujetos políticos que piensan y actúan, que toman decisiones en su cotidiano, que inciden y transforman el ambiente, que se relacionan con la comunidad. Pensar a las niñas y niños como sujetos políticos es pensar una relación de igual a igual, es generar las condiciones para que desarrollen su protagonismo y actoría política y ejerzan su ciudadanía desde que son pequeños.

Necesitamos reafirmar todos los días que la crianza es un asunto político y público, una responsabilidad colectiva, que pasa por las escuelas, por las familias, por la comunidad y por el estado. Necesitamos maestras y maestros que reivindiquen la crianza como acto colectivo que nos inspira para el buen vivir, como acto político de transformación, en el que eduquemos y criemos de manera distinta a como nos criaron y a como este sistema nos quiere, para ensayar nuevas maneras de relacionarnos.

Las niñas y niños necesitan educadoras y educadores con prácticas estimulantes, libertarias, críticas, feministas.

Ante la ruptura de los tejidos sociales y comunitarios y frente a las violencias cotidianas, necesitamos maestras y maestros que estén presentes y disponibles para las niñas y niños, atentos a sus sentires, deseos y necesidades donde la ternura y el afecto sean una cualidad de esa presencia. Queremos educadoras y educadores (como Irene) que defiendan y promuevan con las niñas, niños y sus familias la alegría, la justicia, la dignidad y la solidaridad como acciones transformadoras imprescindibles para tejer otros mundos posibles.

Para finalizar quiero compartirles que cuando mis colegas del Consejo de Redacción de México de la revista Infancia Latinoamericana nos reunimos para conversar sobre este Encuentro, pensamos en cómo Irene estaba presente, siempre recordándonos que los espacios colectivos de reflexión, que la misma revista infancia latinoamericana,
no son un fin en sí mismo, sino un medio para conectarnos, para hacer, para construir ideas distintas, para inventar, para movilizarnos en torno a la primera infancia y para seguir luchando por lo justo, lo público, lo ético y el buen vivir desde todos los rincones. Para ella nuestro agradecimiento por estos encuentros y nuestro abrazo hasta donde esté.

 

 

 

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