Tema. El Covid-19 nos confinó, pero no todo se detuvo

Había una llama encendida y una necesidad de repensar los espacios, el dentro y el fuera, pero lo que más preocupaba era el espacio exterior, envolver diferentes miradas, la pedagógica, la naturaleza, los retos de un planteamiento de complicidades, las alianzas con las familias, con la administración. Miradas y experiencias interactuando con sus realidades. Un inicio para continuar un trabajo formativo estimulante, nada fácil pero tremendamente necesario.

Nunca habíamos vivido una parada que nos dejará ver de muy cerca nuestra vulnerabilidad y con ella han crecido muchas incertidumbres y a la vez nos ha hecho activar nuestra capacidad de resiliencia. Hemos vivido días trepidantes observando desde las redes noticias que nos paralizaban. Muchos estábamos perdidos. Intentos, justificaciones, el trabajo virtual … ¿Qué hacer? ¿Y qué no debemos hacer?

Para las familias la escuela en casa, teletrabajo, vida intensa en familia. Hemos dado valor y proyección a la ventana, el balcón, a las pequeñas cosas que nos conectaban con los vecinos. Los muebles se han transformado, en cabañas, en carreteras, en escenarios de teatro, en gimnasio… Hemos puesto en primer plano las pequeñas cosas que nos humanizan. El cuidado del cuerpo, de las relaciones familiares. Encontrar la importancia de los vínculos con la naturaleza a la que no podíamos alcanzar, en algunos casos sólo la podían ver por la ventana.

El colectivo de maestros y educadoras han tenido que asumir retos en medio de muchos miedos e inseguridades. No entramos ni valoramos lo hecho bien y lo que ha sido un muro lleno de contradicciones. En muchos momentos de este recorrido hemos podido escuchar, participar vía streeming en charlas formativas. Han aparecido tantos formatos y tantos mensajes que ahora, tal vez nos toca, centrarnos en el qué y el cómo hacer posible lo que tanto hemos echado de menos, encontrarnos, hacer frente a los problemas tomando conciencia de una nueva realidad que tiene que pasar por cuidar de nosotros mismos, de la comunidad y de nuestro entorno.

Una mirada “constructiva” para repensar los espacios

Una actitud positiva y activa hará posible que el virus no nos detenga. Emprendemos el camino hacia la escuela. Buscaremos el diálogo entre el interior y el exterior. Cuidando de nuestro espacio interior, de uno mismo. Un espacio que debemos cuidar para dar el cien por cien ante dificultades como la que nos ha llevado el coronavirus.

La escuela es un servicio fundamental para las infancias
Hemos de volver a la escuela. Cada uno elaborará y expresará el retorno de formas distintas. Acoger, dar espacio y tiempo para poder expresar el estado emocional de cada realidad. Pensar y organizar los diferentes espacios de la escuela: Las salas, los pasillos… el dentro y el fuera. Del mismo modo debemos acoger las realidades vividas de las familias y los niños. Entender que las distintas realidades han provocado distintas vivencias, familias vulnerables que han tenido que hacer frente a muchas dificultades a lo largo del confinamiento y otras que han vivido positivamente el reencuentro en los mismos espacios y tiempos con sus hijos e hijas.

Debemos encarar un curso lleno de protocolos que nos irán marcando desde las administraciones sanitarias y educativas. No podemos eludir esta realidad. Hemos de vivir y convivir con esta incertidumbre que sólo podemos vencer con estrategias para tejer con hilos de seda. Hilos de resiliencia, hilos de calidad, hilos de esperanzas, hilos que tejen silenciosamente, pero activos, como los gusanos de seda.

Necesitamos una mirada abierta a muchos prismas que nos acerquen a los pequeños detalles y con un gran angular. Pensar y repensar cómo dar respuesta a las necesidades vitales de aprender con los demás, como ofrecer en estas condiciones un despertar un crecimiento y un descubrimiento cotidiano de la vida. Encontrar el sentido de todo ello, nos puede ayudar a debatir las ideas esenciales para tomar conciencia de los cambios que deben ir más allá de un diseño.

¿Qué espacios queremos?
Con ojos de maestra observadora, detendremos la mirada en los espacios interiores y exteriores de la escuela. Nos sentamos y observamos para tomar conciencia de las posibilidades que se nos presentan ahora. Estimando estos espacios podremos emprender un largo camino para transformarlos en amables, acogedores, polisensoriales, empáticos, polivalentes, que den posibilidades de elegir, que tengan memoria, que den voz a los niños y niñas, que reflejen unos valores éticos y estéticos. Espacios para relacionarse, jugar, trabajar, observar … Imaginación, creatividad para crear contextos que den respuesta a las verdaderas necesidades de los infantes, teniendo en cuenta las necesidades sanitarias que nos impone el coronavirus, sin dejar que estas nos separen o alejen de los niños y niñas.

Hagámonos preguntas. ¿Cómo acoger la cotidianidad en las necesidades más básicas como dormir, comer, cambios de pañales? ¿Cómo organizamos grupos estables? ¿Cómo tejemos la red de relaciones de la escuela? Centrar nuestra mirada en el grupo de niños y niñas y en cada uno de ellos, nos ayuda a conocer sus características y a poder pensar estrategias para saber proponer, organizar, documentar haciendo las adecuaciones necesarias para conseguir la armonía, la atmósfera, la tranquilidad necesaria para la concentración, la experimentación, las buenas vivencias y la creación de relaciones respetuosas con el desarrollo de los niños y niñas.

Con los ojos de familia, podemos observar y conocer cómo reciben nuestra acogida, ¿desde qué espacio y tiempo? Cómo podemos crear espacios seguros físicamente, con criterios éticos, con una filosofía que tenga en cuenta su funcionalidad. Hay cosas sencillas, a veces olvidadas que podemos recuperar… Una puerta siempre cerrada que da al patio, que ahora su abertura, nos puede facilitar las entradas y salidas de la escuela para que no se acumulen las familias dentro, o para recibir desde el espacio exterior de la escuela a los niños y niñas mientras necesitemos las distancias sanitarias. ¿Cómo nos adaptamos los días de lluvia? ¿Qué necesitamos? qué mobiliario nos acompañará para poder detenernos a hablar?

Con ojos de niño, podemos observar el espacio exterior, que será la primera puerta abierta a participar en su regreso. ¿Qué ven? ¿Qué encuentran? ¿Qué pueden hacer? ¿El contexto invita, impone? El escenario, el movimiento, los materiales, ¿les dan seguridad? ¿Encuentran la presencia respetuosa del adulto en este contexto?

Construyamos la escuela del cuidado mutuo, de la naturaleza y la salud
Estos meses de coronavirus, ¿hemos echado de menos la naturaleza?, ¿La naturaleza nos ha echado de menos a nosotros? Muchos estudios están afirmando lo que todos teóricamente sabíamos: la necesitamos, pero vivimos de espaldas a ella. No podemos vivir sin la naturaleza, formamos parte de ella, pero la naturaleza sí que puede vivir sin nosotros. Hay que tomar conciencia de ello. Desde la escuela hay muchas formas de vivir la naturaleza, una de ellas es salir de la escuela y otra es acercar la naturaleza a la escuela. Crear espacios naturales, jardines en los espacios exteriores, recuperar espacio para crear paisaje, que ofrezca experiencias que nos ayuden a ser más humanos, sobre todo en las ciudades donde domina el asfalto. En contextos rurales, tenemos un mundo fuera de la escuela donde la naturaleza nos puede ofrecer gran variedad de experiencias, conocimientos y relaciones.

Todos los espacios donde se han construido las escuelas tienen una historia, las máquinas, el cemento, el mobiliario, el plástico, el caucho han intentado borrarla, han hecho difícil encontrar y acercarnos a la naturaleza. Imaginamos el entorno donde fueron construidas nuestras escuelas, un paisaje y, con él, una cultura que nos habla.

El patio, como lugar, forma parte del entorno de la ciudad o del pueblo en que se halla. Muchos lo recordamos como lugar abierto día y noche. El lugar de los recuerdos y de las aventuras. Los árboles, las escaladas con rodillas peladas y tantas otras situaciones y procesos que hoy pocos niños pueden realizar de una forma libre.

Recuperemos estos espacios, participemos en su reconstrucción, encontremos complicidades con el conocimiento y con voluntades políticas. Necesitamos una escuela arraigada a su entorno, pueblo o ciudad, una escuela abierta a la comunidad con participación en el proyecto educativo en las decisiones, en las formaciones, en los debates. Con la cooperación y los saberes que cada elemento de la comunidad pueda aportar.

Un patio para renaturalizar, necesita tiempo. Hacer entrar la naturaleza en la escuela es una necesidad. La naturaleza quiere ser libre y cuidada. Ella se puede desarrollar o no. El alimento del subsuelo es la base para poder hacer renacer el verde y poder prever, pensar, conocer la vegetación para convivir la naturaleza con la tribu.

Creando vínculo con la naturaleza
Hablamos de crear escenarios verdes no sólo para plantar, sino para encontrar nuestro vínculo con la naturaleza sintiendo la necesidad desde dentro. Poder decir: salimos y abrazamos los árboles de la escuela, día a día. Amar, cuidar. Dar a los niños y niñas y a nosotros mismos oportunidades de vivir naturalmente.

¿Para qué queremos las plantas? ¿Qué pueden aportar las plantas a los más pequeños en el patio de la escuela?
Físicamente podemos decir: Para distribuir el espacio. Para delimitar. Para crear caminos, circuitos. Para podernos encontrar diferentes tipos de grupos. Poder pellizcar, tocar, oler. Para esconderse, para poder recolectar flores, hojas, frutos. Para perfumar el ambiente. Para generar diferentes colores texturas, cambios cromáticos. Para sombrear, árboles, arbustos, enredaderas. Para poder trepar, columpiarse. Para imaginar, representar, juego simbólico, creativo. Para escuchar la sonoridad de las plantas, los pájaros, el viento. Para atraer la fauna: pájaros, insectos, caracoles. Plantas para alejar los mosquitos o los gatos.

Como nos dice Penny Ritscher:

“UN ESPACIO ARTICULADO Y VARIADO, INVITA A COMPORTAMIENTOS INTELIGENTES: EXPLORACIONES, DESCUBIERTAS, INTENCIONES, ENCUENTROS, COLABORACIONES, INICIATIVAS, PROYECTOS, CONSTRUCCIONES …”

 

Crear estos espacios desde nuestra profesionalidad y el conocimiento de los niños y niñas, hacen posible que surjan historias, que existan vivencias e interacciones nuevas, más libres, distintas de las que se producen en el interior de la escuela.

Todo lo que encontramos y vemos en el espacio interior y exterior es un reflejo de la vida de la escuela. El resultado de las transformaciones que vamos incorporando representa el crecimiento individual y colectivo de las personas que viven y conviven en dicho espacio.
El proceso de transformación requiere tiempo, formación, diálogo con todos los agentes educativos, recursos humanos y económicos, pero sobre todo entusiasmo, encontrando caminos que nos llevan a la creación de espacios con belleza, salud y bienestar.

Crear el vínculo con la naturaleza, es sacar tu ovillo de hilo de seda invisible, que teje raíces en la tierra, en el mundo que habitamos. Un proyecto vivo y activo de la comunidad educativa donde están implicados la escuela, el barrio y la ciudad. La comunidad.

Carme Cols y Pitu Fernàndez, maestros y especialistas en transformación de espacios exteriores de las escuelas. Están vinculados a la Asociación de Maestros Rosa Sensat.

Son autores del bloc elnousafareig.org, de El Safareig en Facebook y en Twitter y promotores de la asociación española Patios Habitables.

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