El hombre es intrínsecamente lúdico, lo que se manifiesta con más intensidad en la infancia
El juego es una actividad fundamental en el desarrollo de la personalidad infantil. En nuestro papel como adultos, tanto padres como educadores debemos favorecer ambientes y experiencias que los ayuden a vivir esa fase lúdica, permitirles experimentarla, dándoles libertad para que actúen de forma espontánea. Todo ello contribuirá a construir una personalidad sólida, basada en la autoestima y en la capacidad para llevar a cabo actividades y aprender a resolver situaciones de conflicto de una forma positiva y creativa, y a solucionar aquellos que les resulten más complejos a lo largo de su vida.
Tomando como punto de partida a los numerosos teóricos que han subrayado la importancia del juego, debemos citar desde Piaget, Wallon, Pickler, Froëbel hasta otros más actuales, como Aucouturier. Sin duda, es mucha la bibliografía destinada a resaltar los beneficios del juego, así como los juegos libres y espontáneos. Sin embargo, esta nutrida bibliografía sobre el juego parte de un concepto en el que se da importancia a esta tarea dentro de las propuestas para esta etapa en los centros educativos.
Se busca que el docente respete esta iniciativa y la observe, para poder plantear espacios educativos de interés para el niño. Observando precisamente cómo se desarrolla esta actividad, se puede comprender, entender y respetar la personalidad del niño.
¿Por qué el niño utiliza el juego?
Entendemos el juego como una actividad placentera, en la que los niños y las niñas juegan porque quieren, y no porque deben. Por otro lado, el juego libre les facilita descubrir y desarrollar su propio cuerpo, tratar a los demás y establecer relaciones interpersonalesdonde la edad no importa, así como descubrir nuevos modelos de operar. Uno de los motivos que explica la intencionalidad del niño en el juego es que creemos que, a través de él, el niño puede hacer frente a las preocupaciones propias de la edad. Por ejemplo, para reasegurarse afectivamente ante la angustia de la pérdida, el niño realiza juegos, tales como juegos de presencia y ausencia (escondidos), juegos de persecución (atrapar y ser atrapado), de identificación con el yo ideal (jugar a ser rey o princesa), de identificación con el agresor (jugar a «ser el malo»), juegos de construcción y destrucción…
Utilizando el título de esta sección, «¿A qué jugamos?», nos podemos hacer la siguiente pregunta: ¿a qué juegan nuestros niños y niñas? Sin duda, podríamos contestarla en mayor o menor medida, ya que muchos son los momentos de juego que observamos y compartimos en clase, en el patio y en las salidas al entorno, y en todos estos espacios el juego espontáneo está presente.
El objetivo de este artículo es el de profundizar un poco más en conocer a qué juegan nuestros niños y niñas fuera del espacio escolar y de los momentos que pasamos juntos, así como revalorizar el uso que hacen del juego. Planteamos como propuesta hacer un Diario de juegos. Uno de los momentos del día que puede dar respuesta a nuestro interrogante es la asamblea, donde preguntamos a los niños de 4 años a qué juegan cuando no están en la escuela. Muchas y variadas son las respuestas a esta pregunta. Ellos responden que juegan a «los malos», «a la tierra», «a las mamás», «a explorar»… Pero nos encontramos que, en los grupos de 3 años, esta pregunta presenta dificultades para los niños y las niñas debido a las limitaciones del lenguaje que tienen en estas edades.
Solicitamos la colaboración de las familias y les pedimos que a lo largo de una semana realicen fotos a su hijo o hija en situaciones de juego libre y que en el reverso anoten a qué juegan, lo que dicen y el contexto en el que se encuentran. Después recogeremos todo el material fotográfico aportado y en sucesivas asambleas iremos analizando los juegos de cada uno, y formularemos preguntas como: ¿quién es?, ¿qué hace?, ¿dónde está?, ¿con quién está?… De esta forma iremos conociendo los intereses de cada uno de ellos fuera de la escuela, y además ofreceremos otras posibilidades de juego a los niños y las niñas, y podremos reflexionar sobre sus necesidades y la posibilidad de cubrirlas en la escuela.
Todas estas respuestas podemos plasmarlas en papel o hacer un libro de clase. Será un documento gráfico para poder analizar qué tipo de juegos prefieren: los colaborativos, de experimentación, simbólicos, competitivos, etcétera, y en función de sus preferencias replantearnos el espacio del patio como espacio educativo. Como conclusión, cabe señalar que solo se puede comprender el juego en estas primeras edades si observamos a cada niño y a cada niña, acogiéndolos en ese momento y aceptándolos como son. El juego va más allá de las paredes del colegio. Su observación diaria es la que nos hace reflexionar sobre las individualidades, sobre jugar de mil maneras y formas diferentes. Si el juego es diverso, la necesidad de juego también lo es.
Si el niño es portador de teorías, interpretaciones, preguntas, y es coprotagonista de los procesos de construcción de su propio pensamiento, el verbo más importante que guiará la acción educativa no será ya hablar, explicar o transmitir, sino escuchar
C. Rinaldi
Con esta cita subrayamos la importancia de tratar al niño de acuerdo con sus intereses y motivaciones, y de engrandecer el significado de la palabra escuchar.
Consejo de Redacción de Infancia en Extremadura