No es de extrañar que gran parte de los argumentosen defensa de la renovación educativa desde hace más de 50 años se mantengan con absoluta vigencia a día de hoy. Seguimos conviviendo con una cruda realidad sociopolítica incapaz de tratar con madurez y sensatez la raíz del problema en el que se encuentra inmersa la educación infantil, en especial el ciclo de 0 a 3 años. Nos sostienen hilos administrativos con insuficiente sensibilidad paraescuchar a la infancia, sin invertir ni dedicar los recursos suficientes para vislumbrar un atisbo de mejora. Ni siquiera existe un ápice de voluntad política para establecer los cauces necesarios de cara a analizar e iniciar el cambio.
Mientras tanto, familias y educadores toman la iniciativa para ofrecer otras maneras de educar queen muchas ocasiones llevan a convertir las escuelas en laboratorios de “buenas prácticas”. En algunos casos, esta aparente innovación se propone desde un activismo que se nutre superficialmente de paradigmas, métodos y recursos, como si se tratara de un tren al que subirse compuesto por modas consumibles que generan confusión e impiden tratar el debate educativo con rigor, calma y seriedad.
Cada escuela tiene unas circunstancias concretas que requieren sersometidas al análisis minucioso y a la reflexión intensa de cara afundamentar con mucha solidez sus porqués y paraqués. Desde la revista tenemos el compromiso de ofrecer argumentos para que cada educador, cada familia y cada escuela construya sus propias respuestas teniendo en cuenta su contexto y sus circunstancias, analizando experiencias reales basadas en los principios de escucha, democracia y participación. Es condición imprescindible que todo el equipo humano coopere como requerimiento esencial para que un proyecto educativo afiance sus líneas básicas de actuación, e iniciar el proceso sin caer en el preocupante error de navegar en un mar de modas que pervierten el verdadero valor de la renovación pedagógica.
Insistimos. Seguiremos trabajando para ofrecer una educación madurada con reflexión y debate, y ajena a las superficialidades educativas. No queremos caer en el error de quedarnos con el atractivo aparente, con tendencias terminológicas pretenciosas, o con la confusión de creer que el cambio es renovarlos muebles o el minimalismo material. Tenemos la responsabilidad de reconstruir discurso y práctica para una infancia resiliente y protegida de un mundo hiperexhibicionista y víctima del cortoplacismo.
Con y desde el saber colectivo, fundamentado en teorías pedagógicas contrastadas y precisas, y con una práctica en permanente revisión, construiremos un conocimiento individual, flexible, tolerante y meditado. Muy ambicioso, sí, pero a la par necesario. Esperamos que cada lectura ahonde un poco más en nuestra compleja e ilusionante responsabilidad.