Como cada septiembre, como cada inicio de curso, los maestros hacemos nuestra particular carta a los Reyes, con los mejores deseos para los diez meses que tenemos por delante.
En la carta escribimos una lista, no muy larga (sabemos que mejor poco pero asumible), con aquellas ideas y aquellos retos que hemos ido proyectando a lo largo de las semanas de verano. Es muy posible que miremos hacia atrás, como si miráramos a través de un retrovisor, con el ánimo de tomar el impulso suficiente para iniciar el nuevo curso.
En esta mirada hacia atrás tenemos cerca la Escuela de Verano de la Asociación de Maestros Rosa Sensat, que se ha desarrollado bajo el lema «Educar para comprender el mundo de manera crítica». ¿Qué puede hacer la escuela para ayudar a interpretar lo que nos rodea desde una ética propia?
La pregunta distingue al maestro como un sujeto inmerso en una sociedad cambiante que le proporciona escenarios y percepciones con los compañeros, a veces coincidentes y a veces divergentes y siempre influidos por infinidad de factores, entre los que cobran gran relevancia los medios de comunicación y las redes sociales.
La educación es un eslabón pretenciosamente sólido, un enclave preciso y firme, deleite de las estructuras sociales y políticas, que tiene de empuñadura al colectivo decidido del profesorado. Sin embargo, los profesionales trabajan en un entorno en el que se respira incertidumbre e impredecibilidad, sin una estabilidad duradera, con sensación de vacío, poco alentador y a veces perverso.
Ante los envites que quieren hacer tambalear a los maestros y a la escuela por igual, más que nunca debemos reivindicar la necesidad de comprender el mundo para generar conciencia crítica entre los maestros y el profesorado, capacitándonos para construir y adaptar significados desde el razonamiento, la coherencia y la sensatez. Solo desde esta conciencia se podrá estimular, en niños y jóvenes, la capacidad crítica y el impulso intencionado de los valores y el sentido de la democracia, de la pluralidad y de la justicia.
Y sí, también desde pequeños, desde la infancia, niños y niñas tienen capacidad para dar sentido a todo lo que los rodea, a través de las relaciones que se entretejen con los otros. Actuando e interaccionando, haciendo y estableciendo vínculos en múltiples contextos, avanzarán hacia un pensamiento más abstracto y desarrollarán capacidades emocionales de afectividad, de asertividad y de autorregulación. Maestros y maestras podemos acompañar a los niños y las niñas para que se comuniquen con sus cien lenguajes, procurando el andamiaje que de apoyo al bienestar que se construye hacia uno mismo y con los demás.
En este curso que comienza tenemos por delante muchos meses para detallar el papel que nos toca al «Educar para comprender el mundo de manera crítica». ¡Adelante con el reto para el nuevo curso!