El huerto es un espacio de aprendizaje, un lugar donde experimentar, un lugar para disfrutar y compartir experiencias, es un lugar para el arte, las mates, para escribir, un lugar donde surgen preguntas.
Érase una vez unos niños que querían aprender muchas cosas. Querían aprender jugando, tocando, observando, manchándose las manos… ¡bueno, las manos y algo más!
Érase una vez unos profes un poco inconscientes que también tenían ganas de salir de clase y hacer cosas nuevas, bueno, y también de mancharse.
Un día fueron de excursión a una granja escuela, Areitz Soroa. Lo que vieron allí les gustó mucho y se lo pasaron muy bien.
¿Por qué no hacer un huerto en nuestra ikastola?
¡Manos a la obra!
¡Un montón de retos por delante!
Así nació el proyecto Eskola Baratza en Muskizko Ikastola…
Eskola Baratza
Eskola Baratza es un proyecto llevado a cabo por los niños y las niñas de la etapa de infantil de la ikastola de Muskiz.
Los grupos de 3, 4 y 5 años son responsables cada uno de su bancada, y los más pequeños, los niños y niñas de 2 años, se encargan de un jardín de plantas aromáticas, bulbos y fresas. Además de las bancadas y jardines, tenemos un invernadero, un estanque y una compostera de cuyo cuidado nos encargamos todos y todas.
¿Por qué un huerto escolar en nuestro cole?
Cuando empezamos con este proyecto nuestro objetivo era crear un espacio fuera de clase que nos sirviera como punto de partida para trabajar por proyectos. Proyectos que nacieran de un interés verdadero y con un objetivo real y muy concreto fruto de la observación, de la manipulación y de la experimentación.
Para poder cuidar las plantas tenemos que saber qué necesitan, qué es bueno para ellas y qué no.
Antes de plantar nada, un montón de bichos nos ayudaron a convertir una tierra dura y pedregosa en una tierra blanda y rica en nutrientes, transformando la materia orgánica en compost. ¿Cómo lo hacen?
El estanque es un lugar lleno de vida que contribuye a crear un ecosistema equilibrado que favorece a nuestras plantas. Nos permite observar y aprender cosas sobre los renacuajos, y sobre un montón de bichos.
Cada año los grupos de 4 años se encargan de renovar nuestro txorimalo, para lo que tienen que realizar un trabajo previo de planificación. ¿Qué material necesitamos? ¿Cuánto de cada? ¿Dónde ponemos los brazos? ¿Y las piernas?…
Tanto trabajo al final da sus frutos ¡y es un verdadero placer recolectar la cosecha! ¡Qué bueno está todo!
Organizar nuestro mercado tampoco está mal: es divertido vender los productos y, encima, conseguimos dinero para seguir manteniendo nuestra huerta.
Hay que preparar la semana de la ciencia. Es hora de experimentar con el agua, el aire y la luz. ¿Cómo repercuten estos elementos en nuestra huerta?
¿Por qué no usamos pesticidas en nuestra huerta? Porque hemos visto cómo se mezclan con el agua a lo largo de su ciclo y nos los acabamos comiendo nosotros ¡Puaj! Estas están mejor.
¿Cuándo surgió la agricultura? Hemos viajado en el tiempo hasta el paleolítico y el neolítico para entenderlo mejor.
El huerto es un espacio de aprendizaje, un lugar donde experimentar, un lugar para disfrutar y compartir experiencias; es un lugar para el arte, las mates, para escribir, un lugar donde surgen preguntas.
Es un espacio que está ahí, que nos está esperando, lleno de sorpresas y tesoros por descubrir.
La huerta no es solamente un recurso educativo en el que podamos trabajar por proyectos promoviendo la participación activa de niños y niñas, y que los ayuda a convertirse en los verdaderos promotores de su propio aprendizaje. Es también una forma de ser y actuar en la que la colaboración con los demás, el respeto al entorno, a los otros y a nosotros mismos son las bases fundamentales.
Trabajar cooperando con los demás promoviendo la solidaridad, la ayuda, la empatía hacia los otros supone un plus en nuestro aprendizaje, nos ayuda a ponernos en el lugar del otro, a conocer nuestras debilidades y fuerzas y a dar valor a los conocimientos de los demás y los nuestros.
Tener un huerto ecológico va más allá de obtener una cosecha sin utilizar productos o procesos más o menos nocivos o contaminantes, supone tener una actitud de respeto hacia nuestro entorno. Supone aprovechar los residuos que producimos (compost-reciclaje) dándoles un uso y obteniendo efectos beneficiosos de los mismos. A través del huerto somos conscientes de la relación causa-efecto que nosotros y nuestros actos tenemos sobre el medio que nos rodea y en definitiva sobre nosotros mismos. La ecuación es sencilla: cuidamos el entorno, el entorno nos cuida a nosotros. Las necesidades de nuestra huerta –luz, agua, aire– son también las nuestras. De ahí la necesidad de tener una actitud de cuidado y respeto hacia ellos.
Los niños y las niñas conocedores de las consecuencias de nuestras actividades se convertirán posiblemente en adultos respetuosos y conscientes de la necesidad de cuidar nuestro entorno como modo de cuidarnos a nosotros mismos.
Para terminar, unos deseos: ojalá que el tiempo pasado en el huerto quede en sus cabecitas en forma de buenos recuerdos; ojalá ese niño que pasaba horas buscando bichos y plantando semillas a ver qué salía los acompañe de adultos y que no dejen de ser curiosos, que no dejen de aprender; ojalá no dejen de buscar…
Noelia Fernández, ikastola de Muskiz, Bizkaia.