La crisis climática nos apremia a tomar medidas urgentes y drásticas para revertir o al menos detener el deterioro que como humanidad estamos ejerciendo sobre la Tierra. La crisis climática es nuestra crisis, una crisis humanitaria que pone en tela de juicio nuestra forma de vida, la desigualdad entre territorios, el modelo económico productivo, energético y alimentario. En definitiva, un sistema que ha derivado al ver las orejas al lobo y que juega entre la aceptación de las consecuencias para tomar medidas y la desconsideración por parte de ciertos poderes económicos y políticos para continuar por la misma senda lucrativa y destructiva.
La crisis no plantea entre sus posibles consecuencias la extinción humana, sino la posibilidad de que el mundo tal y como lo conocemos hoy día desaparezca, con circunstancias como la escasez de recursos básicos que harán incrementar las tensiones sociopolíticas y los conflictos bélicos.
Como especie, en nuestra mano está no llegar a ese futuro e ir construyendo un mundo cuidadoso consigo mismo capaz de aprender de los errores cometidos. Para ello, partamos de:
- Asumir la realidad: a partir de nuestro entorno más próximo, observando de forma crítica el día a día, desde las acciones más simples hasta las más complejas. Y a la vez, conociendo la situación de todo el planeta. Hay que tomar conciencia de la realidad de forma colectiva y emocional.
- Comprometernos como comunidad global: no se trata de aplaudir, sin más, discursos como el de la joven Greta Thunberg, sino de contraer un verdadero compromiso. Sí que se ha contribuido a divulgar el problema entre los estudiantes de todo el mundo, rompiendo barreras generacionales. Más que nunca la comunidad global está conectada de forma sincrónica, compartiendo proyectos y desarrollos, valores y ética, avances y limitaciones, y movilizándose y haciéndose visible simultáneamente.
- Pensar y actuar: en un mundo cambiante y en evolución, debemos aprender a detenernos, reflexionar y dialogar sobre las acciones en los diversos roles para actuar e interactuar desde la responsabilidad compartida.
Un editorial como grito de alarma y a la vez de esperanza.
La escuela ha de asumir esta responsabilidad como creadora de cultura ecológica, tomando decisiones que van desde el consumo responsable, pasando por la revisión de los menús, hasta ampliar el tiempo que pasamos en contacto con la naturaleza… hay tanto que revisar, que reconsiderar y redirigir, que seguiremos insistiendo para ofrecer escuelas que realmente piensen y construyan su presente pensando en el futuro.