Cada curso escolar las familias tienen que enfrentarse a la difícil decisión de elegir un centro escolar en el que las criaturas permanecerán durante los primeros cursos de su larga etapa educativa. Las altas expectativas hacia sus criaturas hacen que antes de tomar la decisión deban elegir, entre sus concepciones sobre la educación, aquella que mejor se ajuste y se adapte a su visión de infancia y de futuro.
Pueden ser muchos los factores a tener en cuenta cuando se ha de elegir escuela infantil: titularidad (escuela pública o privada-concertada), modelo lingüístico, proximidad a casa, proyecto pedagógico, calendario escolar, servicios o extraescolares que ofrece…
De todos los factores anteriormente mencionados, es quizá la proximidad uno de los que mayor peso tiene hoy en día. Las familias valoran mucho la comodidad a la hora de llevar y recoger a sus hijos e hijas, y suelen escoger aquellas escuelas infantiles próximas a su casa, a casa de los abuelos y abuelas o al lugar de trabajo. Factores como la gratuidad o el modelo lingüístico quedan, muchas veces, en segundo plano a la hora de escoger escuela.
En cuanto a la línea o proyecto pedagógico, hay un amplio abanico de posibilidades. Hay escuelas infantiles, con sendos proyectos y metodologías, en las que hay una mirada concreta sobre la infancia y el equipo está en continua formación, y otras que limitan su labor a acoger a las criaturas y cubrir sus necesidades básicas durante el tiempo que allá están.
Así mismo, están aquellas escuelas o colegios que atienden y tienen en cuenta los tiempos madurativos de las criaturas y que por tanto son más respetuosas con ellas, y por otro lado, cada vez más, vemos cómo otras escuelas definen su calidad educativa por los resultados que obtienen en cuestiones como la adquisición temprana de la lectoescritura o la estimulación cognitiva.
Las variables a tener en cuenta y su combinatoria, por tanto, son tan amplias que el abanico de opciones se abre tanto que puede resultar realmente complicado para las familias elegir centro educativo.
Una vez elegida escuela y comenzado el curso escolar, son muchos los temas que preocupan a las familias: la alimentación, el sueño, las rabietas, el control de esfínteres, el desarrollo de la autonomía de las criaturas… Se trata de cuestiones muy importantes, parte del desarrollo de los niños y que deben ser tratadas y acompañadas de la mejor forma posible. Las familias muestran preocupaciones que el equipo de la escuela debe acompañar y asesorar. Por ello, es fundamental crear relaciones de confianza entre escuela y familia y trabajar en colaboración.
Por tanto, es deseable y necesaria la participación de las familias. Booth, Ainscow y Kingston (2006) inciden en que la participación en educación implica ir más allá del acceso. Implica aprender con otros y colaborar con ellos:
«Supone una implicación activa con la educación que se está experimentando. Pero la participación también implica ser reconocido por lo que uno es y ser aceptado por esto mismo. Yo participo contigo cuando tú me reconoces como una persona semejante a ti y me aceptas por quien soy yo.»
Una relación de respeto y colaboración permite un acompañamiento mejor a la criatura y ayuda a calmar esa ansiedad o frustración que muchas veces las familias muestran ante situaciones a las que no saben dar salida. Para ello, se crean momentos y espacios para el traspaso de información, que pueden ser día a día en momentos de entrada y salida, reuniones o entrevistas individuales o grupales, según cuál sea el tema a tratar.
José María Toro lo denomina vinculación emocional, un vínculo de amor hacia cada una de las criaturas y las familias que depositan toda su confianza en las maestras. Un vínculo como una red, que sustenta pero que no atrapa. La tarea de enlazar, entrelazar, relacionar, favorecer encuentros con familias, con niños…, pero también de desanudar, desmadejar, desatar… dependencias, miedos, desconfianzas.
Para vincularse emocionalmente con el otro se hace preciso empatizar. Empatizar con las familias sabiendo de sus inquietudes, miedos, necesidades. Y empatizar con esos niños y niñas de los que desconocemos gran parte de lo que viven cotidianamente y la mayor parte de sus experiencias significativas. Y para empatizar se hace necesaria una escucha empática. Una escucha más que un mero oír con los oídos, que también.
Las emociones suelen expresarse más claramente de modo no verbal. Por eso se hace necesario estar atentas a las relaciones de las criaturas con su familia, en las entradas, en las salidas, en los momentos de participación en la escuela. Para aprender de sus tratos, de sus relaciones, percibiendo las situaciones desde la perspectiva del otro.
La calidad de la relación y el grado de participación de las familias son indicadores de calidad de un centro educativo
F. J. García-Bacete (2003)
A continuación se aportan diferentes narraciones de familias que expresan sus sentimientos, necesidades, dudas y miedos en el momento en que sus criaturas comienzan la etapa de infantil. A través de estas narraciones queremos acogerlas, validarlas y empatizar con cada una de ellas, ya que representan la pluralidad de sentimientos ante un momento de separación importante en esta etapa.
Para nosotros la elección del cole al final no fue muy complicada, ya que teníamos claro que no íbamos a sacarle del barrio. Nos abrimos a ver todos los coles del barrio y finalmente nos decidimos por el modelo lingüístico.
Teníamos bastante miedo, ya que Mateo es bastante sensible y muy apegado a nosotros, especialmente a mí. Durante la guardería lloró todas las mañanas, y pensábamos que le iba a costar muchísimo el cambio. Así que teníamos bastante miedo y quisimos preparar la entrada. En verano le hablábamos de su cole, de su profe y de algunos compañeros que iba a tener y que ya conocíamos. También compramos el cuento Lléname de besos el bolsillo. Ese cuento le ha gustado mucho y durante muchos días se ha ido al cole con el bolsillo lleno de besos en papel de mamá y papá. Creo que le ha dado bastante seguridad.
Cuando empezó el cole parecía que todo iba muy bien. Se quedaba contento y mostraba alegría, lo cual nos sorprendía. A las dos semanas comenzó a sacar todo el cambio y empezó a no querer ir al cole, a llorar en las entradas, y según nos decía su tutora también a llorar a lo largo de la mañana en otros momentos. Eso nos angustiaba bastante. Sabíamos que pasaría con el tiempo, pero dejarlo angustiado llorando ha sido muy difícil cada día. También en casa mostraba rechazo al cole y se despertaba por la noche diciendo que no quería ir. A pesar de que sabíamos que pasaría con el tiempo, teníamos un poco de sentimiento de abandono cuando lo dejábamos, y tanto su padre como yo nos íbamos preocupados y también angustiados como él.
Tras unas semanas comenzó a entrar mucho mejor y a pasar mejor el día. Pero entonces nos dijo la tutora que notaba que, en lugar de estar triste, había pasado a sacar su enfado o sus sentimientos más agresivamente. Creemos que su comportamiento es debido a la entrada al cole y sus dificultades (no conocer el idioma, compañeros nuevos, adultos nuevos…), junto con otros aspectos como los celos hacia su hermana y la ausencia durante algunos meses de su padre por un tema laboral. No pegaba mucho, pero sí molestaba a otros. Yo personalmente esto lo he llevado peor. Me daba miedo que se lo catalogara como el niño que pega (sin conocerlo casi), ya que yo sé que es un peque muy majillo y cariñoso pero que era su manera de sacar su frustración o rabia o enfado. Esto también va mejorando y estamos contentos, poco a poco.
Respecto al colegio, siempre nos hemos sentido que han acogido muy bien a Mateo y nosotros también nos hemos sentido bien tratados así como informados de lo que iba sucediendo.
Ahora está mucho mejor. Va al cole contento, nos cuenta muchas cosas, canta muchísimo y le encanta quedarse a la salida jugando con sus amigos, lo cual creemos que es muy buena señal.
María, madre de Mateo
A nosotros no nos costó elegir el colegio porque queríamos que fuera a la pública, y como en el pueblo solo había una pues estaba claro. Sabíamos además que Ainhoa se iba a adaptar bien porque ya estaba acostumbrada a la escuela infantil y, aunque es bastante movida, como es muy viva sabíamos que no iba a tener problemas. Sin embargo, en el verano antes de empezar nos agobiamos un poco porque nos empezó a decir que no quería ir al cole de los mayores. En un principio no entendíamos por qué, hasta que nos dimos cuenta de que durante ese verano muchas de las conversaciones que las personas adultas de su alrededor teníamos giraban en torno a la escuela, muchas veces para plantear dudas o interrogantes acerca de qué profesora le tocaría, de si habría un desdoble de aula o no, de la obligatoriedad de comer fruta para el almuerzo, de la calidad de la comida en el comedor, del mal estado de alguna instalación… Creemos que de alguna manera no le transmitimos seguridad porque nosotros también teníamos nuestros miedos e incertidumbres. Seguramente nuestras dudas se las estábamos pasando a ella sin quererlo.
Javier, padre de Ainhoa
Me preocupaba el tema sobre qué método educativo utilizaban, si iban a respetar el proceso evolutivo de cada niño, si el método de aprendizaje sería el juego, qué valores iba a transmitir la escuela… Es verdad que puedes sentirte juzgado, ya que se plasman cosas de las familias… También si la escuela está cercana a la realidad social que se vive en el día a día, si los profesores y el centro en sí son cercanos a las personas, a las familias y a los niños, si los profesores están motivados, eso te da garantías de que todo va a ir mejor.
Carol, madre de Mikel
Respetar los tiempos de cada niño: nosotros tuvimos estrés por el tema del pañal, porque Odei llegó con pañal… La cercanía de las profesoras hacia los padres y los niños, la acogida y pautas… El tipo de colegio, espacios más grandes, con niños mayores. Minimizar que el niño dé vueltas, autobuses, un colegio en el pueblo, que se relacione con gente del mismo pueblo, que forme su cuadrillica y hacer ese sentimiento de pueblo si haces vida en él.
Ixa, madre de Odei
En la elección primamos el tipo de pedagogía, el que pudiera estar en libertad, el que se fomentara la creatividad, que no estuvieran en una disciplina que primara la filosofía de la vieja escuela, que no se les castigue por moverse, que no se les discrimine por salirse del rebaño, por lo que miramos varias escuelas.
Finalmente nos pesó tener en el pueblo la escuela y tener luego amigos nos parece la mejor de las prevenciones y la mayor integración. Nosotros habíamos estudiado lejos y nos dimos cuenta de que nos había faltado en la infancia tener amigos en nuestra plaza y que nos tocaran el timbre para salir. Luego la ratio reducida es lo que nos hizo venirnos arriba.
El mayor miedo es que se pudiera entender que nuestra pequeña no había estado en escuela infantil y que el tiempo de adaptación no iba a ser el mismo, era su primer contacto con la escuela. Que entendieran que lógicamente necesitaría mayor tiempo.
Lo que más valoro es el acogimiento de las emociones. En la intervención hacia mi hija, que en ningún momento primen que adquiera ningún contenido por encima de lo emocional. Es algo a tener en cuenta.
El tema de que en la adaptación fueran flexibles nos pareció lo más, que nos dejaran permanecer en la escuela, que nos dejaran saltarnos los plazos; ya vale de periodos, plazos y normas que no van con el desarrollo de los niños, ojalá lo hicieran más centros. Profesionales que entienden que cada niño es un mundo y que no son robots y no son una pieza de fábrica.
Izaskun, madre de Iraia
Consejo de redacción
de Infancia en Navarra
Bibliografía
Booth, T.; Ainscow, M., & Kingston, D. (2006). Índex para la inclusión. Desarrollo del juego, el aprendizaje y la participación en Educación Infantil. Salamanca: inico.
García-Bacete, F. J. (2003). «Las relaciones escuela-familia: un reto educativo». Infancia y Aprendizaje, 26 (4), 425-437.
Toro , J. M. (2005). Educar con co-razón. Bilbao: Desclée, «Aprender a ser. Educar en valores».