Es evidente que la pandemia nos ha cambiado la vida a todos. Nuestra actividad habitual se ha visto alterada tanto en lo personal como en lo profesional. Cabe destacar que nuestra tarea profesional fue maltratada desde el minuto uno por la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid.
¿Fueron las prisas o el desconocimiento, lo que hizo que los centros se cerraran a cal y canto en marzo? No, afirmamos con rotundidad. La Consejería de Educación no cree en la Educación Infantil en su primer ciclo (0-3 años) ni en el segundo (3-6) si este está escolarizado en una escuela infantil 0-6 años. No. Se trataba de ahorrar a costa de la educación de los más pequeños: se suspenden los convenios y así se ahorra. Es decir, la Comunidad hace negocio con la educación.
No estamos de acuerdo y así lo combatimos desde todos los frentes posibles.
Por vez primera los colectivos de Educación Infantil (ameigi-Asociación Madrileña de Escuelas Infantiles de Gestión Indirecta, la Plataforma de Educación Infantil 0-6 y la Junta de Portavoces de Educación Infantil 0-6) han trabajado conjuntamente para dar respuesta a la situación, pero sobre todo para denunciar el atropello a que el consejero de Educación y su equipo someten una vez más la calidad de vida de los más pequeños.
Desde estos colectivos se han realizado múltiples acciones:
• Carta a la presidenta de la Comunidad de Madrid denunciando la discriminación del 0-3 frente al 3-6 de los colegios en relación con el trabajo online.
• Carta al consejero de Educación en los mismos términos que la de la presidenta.
• Reunión de los tres colectivos de infantil con el director general de Infantil y Primaria.
• Dos reuniones, junto a colectivos de otras etapas, con el consejero de Educación, una en mayo y otra a finales de agosto.
• Denuncia ante el Defensor del Pueblo, enviando una carta.
• Reuniones repetidas con los portavoces de los grupos parlamentarios del psoe-M, Más Madrid y Podemos, de la Asamblea de Madrid.
• Contacto por escrito con el presidente y con la Comisión de Educación de la Federación Madrileña de Municipios.
• Organización de un ciclo de conferencias online para educadoras y educadores, maestras y maestros, y familias, que tuvo mucho éxito de participación.
• Todas las escuelas infantiles de Madrid grabaron vídeos cariñosos, alentadores y cercanos para recordar a sus familias que seguían en activo y pendientes de sus necesidades. También inundaron las redes los vídeos reivindicativos defendiendo la etapa 0-6 como educativa y digna de ser reconocida como tal.
Con este marco de fondo, abrimos en junio para el proceso de admisión, llenas de incertidumbre y nervios y con la duda de cuándo llegarán los niños y las niñas.
Los equipos nos preguntamos: ¿cómo acogemos a los peques?, ¿por dónde entran y salen las familias?, ¿hasta dónde les permitimos acercarse?, ¿dónde va el gel hidroalcohólico (parece que al sol es peligroso)?, ¿dónde la alfombra higienizante?… Nuevas palabras que no son de nuestro argot educativo nos asaltan. ¿Quién quita los zapatos a las criaturas?, ¿dónde se hace el primer lavado de manos?, ¿le recibo con mascarilla o me pongo pantalla?, ¿qué ropa vamos a usar, pijama, bata, delantal hidrófugo? (otra palabreja).
Y lo que más nos preocupa: ¿cómo están las criaturas?, ¿se acordarán de nosotras después de tantos meses?, ¿qué reacción tendrán al no vernos sonreír?, ¿les abrazo, les beso…?, ¿notarán mi miedo?
De repente ya es 1 de julio, llegan unos pocos niños y niñas, con muchas ganas de jugar y unas enormes sonrisas que nos llenan el alma. Han crecido una enormidad. Algunos incluso usan mascarilla sin problemas, se lavan las manos mejor que los cirujanos y lo más importante: nos miran y nos sonríen, nos reconocen, les gusta recuperar su espacio aunque sea distinto…
Este pequeño entrenamiento nos permite afrontar la vuelta a la escuela en septiembre con más calma y con datos reales para afianzar «protocolos» de actuación.
Al principio es un caos de falta de personal, adaptación de espacios y de materiales y pruebas pcr que ponen en jaque a la mayoría de los centros, con falsos positivos que nos obligan a hacer cuarentenas irreales y nos separan del cuidado y la importancia que tiene el período de incorporación en la etapa 0-6 de educación infantil.
Nuevos protocolos caen sobre nosotras:
• Ventilación, a ser posible natural. Filtros hepa, medidor de co2.
• Uso de mascarilla obligatoria para los adultos. Gafas o pantallas.
• Higiene continua de manos, distancia de seguridad.
• gce: grupo de convivencia estable, patios separados, siestas con las colchonetas a dos metros…, y un largo etcétera que todas conocéis y sufrís.
Tenemos la sensación, bastante acertada, de que estamos haciendo muchas cosas bien y de que ya las tenemos tan interiorizadas que salen casi solas. Otras son más complicadas de llevar a cabo, pero como equipo les damos vueltas hasta encontrar la solución «más adecuada o posible».
Nos asalta la pena de ver la tensión con la que trabajamos a ratos. Nos parece que perdemos un poco la magia de la educación. Esto es una sensación nueva para todas, que tendremos que trabajar en los equipos.
No paramos de darle vueltas a formas de hacer diferentes, seguras pero cercanas. Nos negamos a convertir las escuelas en lugares de custodia para las niñas y los niños, satisfaciendo sus necesidades con el menor contacto posible. Nos negamos a que las experiencias de las criaturas se basen en la quietud y la pasividad, para que el contacto entre ellos sea menos peligroso. Nos negamos a que los espacios y los materiales sean pobres para facilitar su desinfección.
Si hay algo positivo de esta situación, es que gritamos menos y susurramos más. Estructuramos menos, pero jugamos más. Damos un valor sin precedentes al uso del espacio al aire libre (hasta tal punto de sentirlo indispensable cuando no se puede utilizar por la lluvia). Valoramos más las actividades grupales compartidas porque este virus nos separa. Cada GCE (dichoso término, que aparece en todos los documentos) se aísla en su propia burbuja sin poder tener contacto con los demás (con la riqueza que esto provoca).
Es tiempo de avanzar en la expresión gestual y corporal. Es tiempo de individualizar incluso en matices que ni siquiera conocíamos –tus juguetes, tu gimnasio, tu hamaca, tu, tu, tu…– y no nos gustan, pero son necesarios, porque ofrecen una mayor seguridad.
Como los niños, hemos comenzado a aprender, más que nunca, del ensayo y error: organizando espacios, diseñando protocolos, reestructurando grupos, repartiendo los recursos humanos, temporales, materiales, como si de una gran programación se tratase. Es un reto para los equipos (porque en esto la Administración nos ha ayudado más bien poco), pero equipo en mayúsculas.
Creemos fundamental hacer un trabajo de reflexión y de intercambio de experiencias en los equipos educativos, para ayudar a gestionar las emociones, para no sentirnos solas y avanzar con el apoyo común, como siempre hemos hecho en infantil. Hablar de nuestras dudas y miedos intentando buscar las soluciones de manera grupal, pero dando respuesta a la individualidad de cada uno.
Más que nunca es imprescindible la coordinación y el apoyo de todo el equipo, tengas el perfil que tengas, dentro de la escuela. Dejarnos llenar de una nueva creatividad que vamos inventando poco a poco.
Y, por supuesto, hay que ofrecer un tiempo de escucha a las familias. Necesitan hablar de lo que ha pasado, de sus miedos e incertidumbres, de su necesidad de proteger a sus criaturas en medio de una pandemia. Es necesario que seamos una escuela aliada, cómplice, que ayude a las familias a sentirse competentes como madres y padres, y no se culpabilicen por escolarizarlos. Tenemos que reinventar nuevos cauces de comunicación, en el patio, por la ventana, por videollamada, con agendas virtuales y comunicaciones escritas que les permitan estar informadas y confiar en nosotras, aunque sea en diferido.
Imagino que todas tenemos la necesidad de cerrar los ojos y ver cómo esta situación ya ha desaparecido. Hacer una hoguera con todas las mascarillas celebrando el primer acto social juntas, cercanas, gesticulando sin que te duela la cara o se te reseque la garganta. Y sobre todo ofrecer a las criaturas esa libertad que tanto ansiamos; ofrecer un abrazo, sin medir las distancias, y recuperar el sentido de verbos como ayudar, compartir, besar, acercar…, de una forma natural.
Todavía queda un tiempo largo para llegar a ese momento, pero ningún virus ni ninguna Administración, sea del color que sea, va a impedir que nuestra vocación por la educación de los más pequeños siga viva y siga creando. Los expertos dicen que «protocolo» está reñido con «cuidado», y cierto es en nuestra experiencia actual, pero tenemos la convicción de que estamos aunando todos los esfuerzos para que ambas cosas se acerquen y para que la vivencia de la tarea compartida, que hacemos en la primera etapa del sistema educativo (el 0-6), siga siendo un regalo para todas y todos.
Consejo de redacción de Infancia en Madrid a 25 de octubre de 2020.
Imágenes de la Escuela de Educación Infantil El Lago de Fuenlabrada.