Quién soy
¿Soy la persona que se ve o soy la persona que llevo dentro? ¿Y ambas? Cuando los niños y las niñas descubren que son una persona diferenciada de las demás, en su repertorio de juegos aparecen los disfraces, el colocarse complementos, etc., al saber que son personas permanentes, que no dejarán de ser ellos mismos si cambian de imagen.
Mirarse al espejo y ser capaces de re-conocerse. En un primer momento se dirigirán a su imagen especular como «nene», posteriormente se referirán a él en tercera persona –«es Nerea»– y, en el momento que tengan conocimiento de sí, se referirán a la imagen como «soy yo». Y jugarán a cambiar su imagen, a vestirse con ropas que no son propias, a pintarse la cara…, y descubrirán que aún con todos esos cambios externos su identidad sigue intacta. El valor del espejo como soporte para que, en caso de dudas, puedan asegurarse de que siguen ahí, al otro lado. Y el disfrazarse y mirarse al espejo por el placer de ver cómo les queda, similar al uso general que las personas hacemos de los espejos: buscar nuestra imagen, una nueva, cambiarla por otra y que siga siendo auténtica.
Mi yo en él
No se trata de dar de comer al muñeco, sino de darse de comer a sí mismo, proyectando su yo en el muñeco. Estos juegos proyectivos le permiten verse desde fuera y tener perspectiva de sí. No juegan a cuidar al otro, sino a cuidarse a sí mismos, a darse de comer, a jugar al yo y, en gran medida, a tratarse como le tratan, en este caso, sobre un muñeco que por un tiempo ha cobrado la identidad del que cuida.
Consejo de redacción de Infancia en Cantabria