Hugo y Adrián han decidido hacer una torre, después de haber visto a sus compañeros y compañeras realizar una variedad de ellas a lo largo de la semana. Se trataba de construir una torre con los materiales que encontraran por clase, sin mayor consigna que la marcada por el uso de los materiales, fueran grandes, pequeños, medianos, de cartón, etc.
En poco tiempo, no tardan en sumarse manos que construyen algo común; de forma espontánea, el objetivo parece ser subir hasta lo más alto.
Y, aunque la torre cae, produce risas que llegan al disfrute de la experimentación, del construir su aprendizaje, su propia experiencia tocando los límites de la física. Todo ello da paso a un nuevo intento: «la torre más alta del mundo» está en plena construcción, al igual que el desarrollo de Hugo y Adrián, quienes descubren, al día siguiente, que la torre se puede construir en solitario, pero siempre todo lo realizado en cooperación es mucho más pleno, placentero y divertido.