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Está en boga hablar de la educación emocional: la formación del profesorado se vuelca en ello, hay cientos de publicaciones, libros infantiles, webs, artículos, estudios, etcétera, en los que se nos insta a incluir en nuestra didáctica programas, materiales y recursos «emocionales». Podemos coincidir en las razones que explican la necesidad de su inclusión, pero en lo que no estamos de acuerdo es en que esto deba ser abordado con un tiempo o un profesional dedicado a ello, como si fuese algo que se pueda desagregar del resto de la vida en la clase o en el centro.
La educación es un proceso social. La educación es crecimiento. La educación no es una preparación para la vida, la educación es la vida misma.
John Dewey
No podemos concebir la enseñanza –o la vida– sin emoción y sin las emociones. Por ello no podemos entender el modo en el que se está tratando. Emociones de colores. Emoticonos. Fichas. Pero, ¿eso existe en la vida real? ¿En verdad hay alguien que se ponga verde de esperanza, o así para pedir perdón? ¿Adquirimos habilidades emocionales realizando una ficha de un cuadernillo? ¿De qué estamos hablando? ¿Qué educación emocional le estamos proporcionando a nuestras niñas y niños de infantil? ¿Es posible que algún docente dedique cada día a una emoción o un trimestre a las emociones? Si a lo largo del día sentimos cientos de emociones, cada situación nos provoca una emoción, es algo inseparable de la vida, aprovechemos alguno de esos momentos.
La felicidad y la alegría hay que sentirlas y compartirlas. La ira, aprender a calmarla. El miedo, racionalizarlo. La tristeza hay que comprenderla y consolarla. La sorpresa, encajarla e incluso provocarla. El asco, dominarlo. Y esto no se adquiere con códigos de color ni con caritas. Se viven, se hablan, se explican, se razonan, se acentúan o se atenúan en función de si son positivas o negativas.
La vida cotidiana de un grupo de infantil es un torbellino de emociones: unos están excitados de alegría o de sorpresa, otros lloran enfadados y tristes por alguna contrariedad, alguno manifiesta –o no– un miedo, otros se ríen… ¿Cómo es posible entonces abordar las emociones como compartimentos estancos? ¿Por qué no aprovechamos para compartir, para consolar, para admirar, para serenar o para lo que emocionalmente corresponda? ¿Por qué no les dejamos expresar lo que les pasa y todos juntos ayudamos o celebramos?
La ilusión de un niño o una niña que nos cuenta que va a tener un hermano, o que cambia de casa y así podrá tener un perro; la felicidad de otro que cuida un jardín donde toda su familia juega, hacen churrascadas y cantan; la tristeza de una niña que extravía una muñeca en el patio; el susto y dolor de otra que tiene un esguince; la admiración de otro que recibe a su abuela que vive en un país lejano; la sorpresa de descubrir cosas… Son tantas las situaciones que permiten vivir las emociones que nos parece imposible que los escaparates de las tiendas estén llenos de «artilugios emocionales».
Como se puede deducir, en este bloque relataremos esas pequeñas cosas del día a día que llenan nuestra existencia de emociones.
Voy a tener un hermano
Palabras clave: familia, afectos, reproducción humana, características físicas.
Hubo un tiempo en el que, por desgracia, casi nunca escuchábamos esa noticia. En nuestro centro, los años de la crisis fueron muy duros. Había indicios en los niños y niñas de que la situación de la familia no era boyante. Paulatinamente, en los últimos tiempos hemos apreciado cambios, entre otros, que ya no hay tantos hijos únicos. Para las maestras es también muy emocionante recibir a esos niños de los que supimos hace tres años por boca de sus hermanos, de sus logros, de sus crecimientos y conquistas. Sucede en ocasiones que tenemos una misma familia cinco, seis o siete años seguidos –o alternos–. Sabemos de sus alegrías, de sus sobresaltos, de sus altibajos y cambios. Todo ello configura una cercanía que hay que agradecer y cultivar. Es muy difícil ser próximo en la medida justa, con la prudencia necesaria y la discreción que nos merecen todas las noticias que cuentan los pequeños, traspasando el ámbito de la intimidad familiar.
Quan va néixer la Telma, germana de la Belas, els seus pares ens van enviar el seu pes, alçada
i centímetres del cap. Per fer-nos una idea de com era, vam buscar una nina amb aquelles característiques. A sota, felicitacions dels companys i paquet per dur a casa.Por ello, cuando algún niño suelta la novedad de que va a tener un hermano, en primer lugar esperamos o propiciamos la ocasión para que sean los padres quienes nos lo comuniquen, ya que hemos vivido anuncios que luego no prosperaban y aconsejamos prudencia. Pasado un tiempo aconsejable, ya todos en clase lo comentamos y enviamos el equipaje de «Voy a tener un hermano», que no es otra cosa que una selección de libros infantiles que abordan el tema. Si es posible, invitamos a los padres a pasar por clase y contarnos a todos si va a ser niño o niña, cómo le llamarán, cuánto les va a ayudar el hermano mayor, lo que compartirá con él, etcétera. Estamos convencidas de que, según se traten estos primeros momentos, los celos atacarán con mayor o menor virulencia.
Cuando por fin nace el hermanito lo celebramos; enviamos a los padres una tarjeta en nombre de todos; pensamos qué regalo realizado en clase podemos hacer al recién nacido
–poema, cuadro, libro–. En cuanto lo sacan de paseo, los invitamos a pasarse por clase para felicitarlos por la llegada de este nuevo miembro, saber cuánto ha pesado y medido, hacer comparativas entre hermanos buscando rasgos comunes, saber por qué han elegido su nombre, si llora mucho, en qué ayuda el hermano o hermana mayor…, conversar con una familia que forma parte de nuestro grupo, tal y como haríamos con cualquier visita en nuestra casa. Alegrarnos con las alegrías de los demás. Empatizar. Escuchar e interesarnos por los otros. Emocionarnos, en definitiva.
La nueva casa de Belas
Palabras clave: educación emocional, convivencia, cohesión grupal, agradecimiento.
Belas nos anuncia que se va a cambiar de casa. Al principio todos nos preocupamos pensando que se iría para otro colegio, pero ya nos lo aclara de inmediato: el nuevo domicilio está bastante cerca, aunque tendrán que venir en coche y no a pie como hasta ahora. Pero lo que realmente le emociona de este cambio no es que sea una casa, ni que tenga jardín y piscina. Lo que más ilusión le hace es que, ahora, ella y sus hermanos podrán tener un perro. Vivimos todo el proceso de mudanza, de retoques, de distribución de habitaciones. Nos trajo un plano de su ubicación, de la casa y de su habitación. Nos habló de la primera comida familiar allí, la celebración con sus primos. Pero sobre todo estuvimos informados de la llegada de Pako, el cachorro de San Bernardo. Y Pako entró a formar parte de nuestras vidas también.
Un día nos anunció que el próximo fin de semana se iban a vivir allí, así que entre todos estuvimos pensando qué podríamos regalarle. Como siempre, sus compañeros sugieren un poema, un cuadro, una planta… Pero, tras darle muchas vueltas, nos decantamos por una placa de pizarra con la que dar la bienvenida a su casa en nombre de toda la familia. La envolvimos con papel de regalo elaborado por ellos mismos y tan feliz la vimos marchar para su nueva vivienda. El lunes nos traía un regalo: un ramo de flores de su nuevo jardín con una tarjeta de agradecimiento de sus hermanos y padres. Dar y recibir. Regalar y agradecer. Ilusionarnos con lo que ilusiona a una compañera. ¿Educación emocional, quizá?
El tobillo de Andrea
Palabras clave: cuerpo humano, lateralidad, simetría, correspondencia salud-cuidados, cohesión grupal.
Andrea se ausentó unos días y no sabíamos el motivo, hasta que su madre envió un correo electrónico diciendo que había tenido un esguince, de modo que tendría que venir en silla de ruedas durante varios días porque tenía la pierna inmovilizada. Antes de su llegada, nos organizamos por turnos para ver quién la llevaba de un lado para otro empujando la silla. Le pedimos a la madre que nos enviasen las radiografías para ver qué tenía mal y, para ilustrar las explicaciones, nos trajimos a Pepe, el esqueleto de la escuela.
Radiografía del pie con el esguince y correspondencia con el esqueleto.
Pepe es romano
Palabras clave: números romanos, cuerpo humano, lateralidad, época histórica.
Estábamos muy entretenidos con la traslación del esguince de Andrea al esqueleto de Pepe, cuando de pronto un niño grita sorprendido: «Profe, Pepe es romano!». A lo que apostilla otra: «Claro, ¡por eso está tan viejito y solo le quedan los huesos!». Cuando le pedimos explicaciones sobre esa afirmación, el niño nos contestó que lo sabía porque en los huesos de la mano tenía números romanos. Todos coinciden con lo que Raúl dice, y a partir de ese momento, Pepe, además de nombre, tiene nacionalidad y época histórica.
Desde el punto de vista de los números, esto fue un descubrimiento, porque luego en cualquier ocasión encontraban «los romanos»: en el reloj, en el calendario, en los índices de los libros…
Estoy malito
Palabras clave: empatía, salud, cuerpo humano, síntomas de enfermedad, cuidado de los otros, cohesión grupal.
Las maestras tenemos un sensor especial para detectar cuándo un niño no ha dormido bien, cuándo tiene algún malestar o está disgustado. Los conocemos lo suficiente como para percibir esos cambios tanto físicos –ojeras, mirada perdida, ojos faltos de brillo y vivacidad– como anímicos –más apagados o más alterados, más ariscos o más cansados–. A lo largo de tres años, raro es el niño que en algún momento no se encuentra mal. Por ello, siempre acostumbramos a respetar las necesidades del enfermo (atenuar las luces, bajar el tono de voz, abrir una ventana, etcétera) y a ofrecerse para lo que necesite (agua, una mantita, abanicarlo, un masaje en la barriga). A veces, son tan atentos que rozan lo atosigante porque todos quieren brindarse. Compadecerse del que sufre. Ayudar a quien lo necesita. Facilitar la vida a quien está desganado.
¿Qué te parece si…?
Palabras clave: competencia profesional, valores democráticos, didáctica.
El curso pasado tuvimos con nosotros a Andrea, una alumna en prácticas escolares. Al finalizar su estancia formativa, a modo de balance, dijo que lo que más había llamado su atención era cómo los niños y las niñas por la mañana hacían propuestas sobre posibles temas a profundizar, investigar o trabajar. Yo no había reparado en que siempre empezaban así: «Ángeles, ¿qué te parece si…?». Y a partir de ahí acordábamos entre todos si aceptar o no la propuesta. A veces, aún sabiendo de partida que el planteamiento era erróneo o no era factible, les dejaba llevarlo a cabo para que descubriesen por sí mismos dónde estaba el fallo. Creemos que estas son las mejores lecciones que pueden recibir: descubrir ellos mismos el motivo del fallo o yerro.
Ahora bien, el «¿qué te parece si…?» solo es factible en aquellos grupos en los que somos capaces de ceder el mando, confiar en ellos, estar dispuestas a «perder el tiempo», que en realidad se gana, y cuando entendemos que la cotidianidad aporta más que cualquier programación enlatada, especialmente en la autoestima y motivación de los pequeños.
Como se puede ver, no hacemos nada extraordinario, nada que no suceda en todas las clases del país, pero le prestamos atención y dedicamos tiempo a esas vivencias reales.
Vivimos, convivimos e incluso revivimos momentos cuando los hermanitos y las hermanitas que vimos nacer nos traen saludos de los hermanos que marcharon para primaria, o cuando, en las colaboraciones que mantenemos con el IES Milladoiro, de pronto nos visitan niños y niñas que vienen a contar un cuento a los pequeños. Y eso nos llena de satisfacción.
Ángeles Abelleira, maestra de la E. E. I. Milladoiro,
Isabel Abelleira, maestra del CEIP A Maíai. Ames, A Coruña.
Extraído del libro de Ángeles Abelleira y Isabel Abelleira, El latido de un aula infantil. Elogio de la cotidianidad, Barcelona: Octaedro, col. Temas de Infancia, 2020.