Una niña de unos tres años camina por el pasillo de un supermercado de la mano de su madre. Se para en la sección de cereales. La niña coge una caja de cereales con dibujos muy atractivos, el reclamo perfecto para atraerla. La madre sigue por el pasillo diciéndole que «no los vamos a comprar porque tenemos en casa»; avanza caminando sin mirar a su hija, que ha cogido varias cajas de cereales y comienza a apilarlas, realizando una construcción que ni los más reconocidos arquitectos hubieran soñado. La niña grita: «¡Es una casa!», y la madre, que se da cuenta, regresa para desarmar su construcción y llevarse una de las cajas de cereales, mientras la niña llora y grita sin comprender qué ha pasado. La madre la obsequia con el móvil para que se quede abducida por la pantalla.