Unos brazos mecen con ternura el delicado sueño de un recién llegado al mundo. Su cuerpo descansa maternante recogido en el calor corporal de un adulto que le aporta el sosiego, la calma y la seguridad necesarios para cerrar sus ojos y abandonarse a un estado de placer y bienestar. Una señal acústica sobresalta la quietud del momento; la mano del adulto y su mirada se dirigen inmediatamente hacia otro lugar, hacia otro asunto que parece requerir su atención inmediata. Se rompe en un instante la totalidad del yo fusionado en ti.