Entre el bienestar y la vulnerabilidad. Niños refugiados en Alemania en 2017

Katharina Gerarts es una reconocida experta en las perspectivas de la infancia, especialmente en los ámbitos de los derechos y el bienestar. Actualmente es catedrática de Pedagogía de la Infancia en la Universidad Protestante de Ciencias Aplicadas de Darmstadt y es representante voluntaria del gobierno regional de Hesse por los derechos de los niños y jóvenes.

Alemania es un país de inmigración”: esto ya era cierto antes de que la canciller Angela Merkel lo reconociera en 2015. La inmigración ha sido siempre parte integrante de la identidad de la República Federal Alemana, sea por el flujo de refugiados tras la Segunda Guerra Mundial o por la inmigración de los llamados “trabajadores invitados” durante la década de 1960. En la actualidad, en Alemania viven unos 17,1 millones de personas “de origen inmigrante”, según las cifras actuales de la Oficina de Estadística Federal, que realiza sondeos regularmente para conocer la distribución demográfica en su microcenso de la República Federal Alemana. Esta cifra supone algo más de una quinta parte del total de la población alemana. Si analizamos más detalladamente las cifras de los estudiantes del sistema educativo general alemán, la cantidad de niños y adolescentes de origen inmigrante aumenta hasta aproximadamente el 33%; así pues, una tercera parte de todos los niños y adolescentes que viven en Alemania son de origen inmigrante (cf. microcenso 2015).

Una forma muy especial de inmigración –la inmigración forzosa– es la de las personas que huyen de un peligro. Personas de todas las edades se ven obligadas a dejar sus países, sus hogares y sus redes familiares y sociales por distintos motivos. Tal como señalaba recientemente un informe de ACNUR, el número de personas que actualmente están abandonando sus países –desplazados– es actualmente superior a lo que ha sido jamás: a finales del 2015 había más de 65 millones de refugiados en todo el mundo, huyendo de la guerra, la violencia y la persecución; la mitad era menores de 18 años, o, de acuerdo con la Convención sobre los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, “niños”.

Las personas refugiadas quieren venir a los países de la Unión Europea con la esperanza de encontrar unas condiciones de vida mejores para ellos y para sus familias. Conocemos bien la peligrosidad de las rutas que recorren los refugiados para acercarse a su sueño de una existencia segura. Alemania es uno de los países donde ha habido un aumento de número de nuevas solicitudes de asilo de refugiados en los dos últimos años.

En los años 2015 y 2016, en Alemania hubo un total de 1,2 millones de solicitudes de asilo. Más de la tercera parte de los demandantes en Alemania provenían de Siria. La variación en los países de origen de los demandantes de asilo entre los años 2015 y 2016 debe analizarse teniendo en cuenta la decisión del Gobierno Federal de considerar seguros ciertos países de origen de las personas refugiadas (incluyendo Albania y Kosovo). En 2015, casi una quinta parte de las solicitudes de asilo eran de personas de Albania y Kosovo; después de categorizar estos países de los Balcanes como países de origen seguros en el verano de 2016, el porcentaje de solicitudes de asilo de dichos países descendió hasta casi el 0%. En cambio, prácticamente se dobló el número de personas demandantes de asilo de Afganistán e Irak.

 

Niños refugiados en Alemania. Menores refugiados acompañados y no acompañados

La mayoría de demandantes de asilo en Alemania tienen entre 18 y 35 años, según cifras de la Oficina Federal para la Inmigración y los Refugiados (BAMF). Este grupo de edad representa más del 30% de los demandantes de asilo en Alemania en el 2017; el segundo grupo más numeroso es el de niños de hasta 4 años, con un 22,4%. Alrededor de un 10% de los demandantes de asilo en 2017 tenían entre 4 y 11 años, y sobre un 12% tenían entre 11 y 18 años.

>En Alemania, estos últimos grupos, los de menos de 18 años, se dividen entre menores refugiados acompañados y no acompañados. El 1 de febrero de 2017, el gobierno contó casi 45.000 menores refugiados no acompañados en Alemania, registrados como personas dependientes y menores (cf. Bundestag, 2017). La mayoría de estos refugiados no acompañados son chicos (cf. BAMF, 2017). Normalmente, los menores están bajo la tutela de la Oficina para el Bienestar de los Jóvenes, lo que a menudo origina tensiones entre las leyes sobre extranjería y las leyes sobre el bienestar de los jóvenes, una situación que es nueva en Alemania (ver también Schirilla, 2016). Habría que poner especial atención en el número creciente de adultos jóvenes: muchos de los menores de 18 años que se embarcaron en este viaje no acompañado en los años 2015 y 2016 –que entonces contaban entre 16 y 17 años de edad– alcanzarán la mayoría de edad en Alemania. Ello puede tener consecuencias para los nuevos adultos que son al mismo tiempo todavía refugiados no acompañados. Según el artículo 41 de Código Social VIII para el Bienestar del Niño y el Adolescente, todavía pueden recibir las ayudas para jóvenes y el seguimiento posterior. Al mismo tiempo, los adultos jóvenes están bajo las leyes para los extranjeros, un terreno de tensiones continuas que los jóvenes solo puede capear gracias a una atención y un acompañamiento intensivos.

Según el nuevo estudio de UNICEF “Childhood on Hold”, un total de 350.000 niños y adolescentes llegaron a Alemania como menores refugiados acompañados –o sea, con sus padres u otros tutores– en los últimos años (UNICEF, 2017). En la siguiente parte del artículo ponemos especial atención a estos menores acompañados por el riesgo de que sus necesidades especiales queden subsumidas por las de la familia y, por lo tanto, que no se tomen suficientemente en consideración (World Vision, 2016).

 

 

Menores refugiados acompañados en Alemania

En este punto me referiré a los resultados de un estudio cualitativo realizado en otoño de 2015 y publicado en la primavera de 2016. Para este estudio, escuchamos a niños y niñas que habían huido con sus familias. Tomamos la decisión consciente de centrarnos en menores acompañados que han sido desplazados, porque estos pasan a través del sistema de asilo estándar con sus padres o tutores, por lo cual se hacen “invisibles” en cuanto a sus necesidades y a su situación específica. Dimos a estos niños y niñas acompañados que habían huido un espacio donde poder contar sus historias y les pedimos que hablaran de sus recuerdos de sus países de origen, de sus experiencias durante el viaje y de la llegada a Alemania y sus vidas aquí, sus preocupaciones y también sus deseos y esperanzas. Los niños que presentamos aquí vienen de Afganistán, Eritrea, Irán, Kosovo, Serbia y Siria. Representan, pues, a los países de los cuales han partido en este viaje difícil, a veces arriesgando la vida, hacia Alemania. Y representan la diversidad de experiencias en el trayecto y en la llegada.

Los responsables de este estudio trabajan en varias áreas y ámbitos académicos. Era importante para comprender la complejidad de ser un niño y de la vida cotidiana de un niño en condiciones de huida. El objetivo era concienciar sobre la visión específica de los niños y sus necesidades entre los responsables de ocuparse e integrar a las personas desplazadas: los políticos de ámbito local, federal y nacional, los servicios médicos, sociales y educativos, y la sociedad civil.

La selección de los niños debía ilustrar en cierto modo la enorme heterogeneidad de los grupos de niños y niñas que han llegado a Alemania. Se realizaron entrevistas de cualidad con los niños y se redactaron casos prácticos que se podían leer como retratos de los niños del estudio. El estudio no pretende ser representativo, pero sin duda capta los rasgos especiales de los destinos singulares de los niños y sus visiones de la experiencia de la huida, así como sus esperanzas y sueños de futuro. Decidimos entrevistar a niños y niñas de edades comprendidas entre los 10 y los 13 años porque la experiencia de la investigación relativa a la infancia demuestra que a los niños de estas edades les resulta más fácil explicar las historias de sus vidas, poseen cierto grado de comprensión y pueden mirar al pasado. Además de la edad, para hacer la selección se tuvieron también en cuenta los siguientes criterios: el hecho de que fueran niños acompañados, sus países de origen, su situación familiar y residencial, y el estatus de residencia o la situación del proceso de asilo de la familia. Antes de las entrevistas, se dedicó un día a que los niños y el equipo investigador se conocieran para que los niños pudieran establecer un primer contacto con los investigadores y se creara una base de confianza.

La intención de las entrevistas era preguntar a los niños sobre su pasado, su presente y su futuro. Se puso especial atención a la posible sensibilidad de los niños en cuanto a sus experiencias pasadas y a lo que habían vivido durante el viaje. Se tuvo en cuenta cualquier trauma posible de los niños. Cuando era necesario, las entrevistas las realizaba un hablante nativo. Al terminar las entrevistas, a los niños se les daba un vale para una tienda de ropa como agradecimiento, así como una tarjeta del “NummergegenKummer” (un teléfono de asistencia) para que pudieran hablar con alguien en confianza si lo necesitaban. En el departamento de pacientes externos de los refugiados de Hamburgo, los niños recibían el apoyo de terapeutas para asegurar que pudieran hablar del estrés mental tras las entrevistas.

Els resultats de l’estudi es relacionen amb diversos aspectes del sentiment de benestar dels infants: els infants van parlar de les seves famílies com un espai significatiu en les seves vides, que els permetien tenir relacions i els donaven protecció, i també dels seus països d’origen i de l’aprenentatge de la llengua del nou país, tots ells aspectes vitals per accedir a l’educació en el nou país. En els relats dels infants, el sentiment de benestar físic, mental i material dels infants i les seves famílies era constantment tema de discussió. I en particular tenia un paper destacat per als infants la seva intimitat, espai per jugar en un sentit literal i figuratiu i l’autonomia que se’n deriva. M’aturaré breument en dues dimensions també importants del sentiment de benestar: família/relacions i llengua/educació.

  

Familia y amigos

La familia y los amigos constituyen una dimensión central en la cotidianidad de los niños. Unas relaciones de calidad favorecen el bienestar, del mismo modo que la falta de estas hace especialmente vulnerables a los niños. En las entrevistas, los niños hablan extensamente y mayoritariamente felices de sus familias o de algunos miembros concretos, por ejemplo los que no han vuelto a ver desde que huyeron. En seguida se hace evidente que la familia es el espacio principal y más importante para los niños acompañados que han huido. Les ofrece apoyo y seguridad, así como estructuras familiares con unas figuras que proporcionan vínculos sólidos. Pero los niños diferencian entre la familia que vivieron antes de huir y la familia con la que están creciendo en Alemania. Ello se explica por varias razones: a veces la familia en Alemania ya no está completa, falta el padre o prácticamente no hay contacto con los abuelos que se han quedado en el país de origen. Así, las pérdidas y las relaciones interrumpidas son temas que los niños abordan en las entrevistas, y es particularmente serio cuando no está claro dónde se encuentra algún familiar cercano.

Además de la familia, las amistades con otros niños también son importantes en los relatos. Esto incluye la experiencia de pérdida de amistades como consecuencia de la huida o más tarde. Una niña explica al entrevistador: “Cuando emprendimos el viaje hacia Alemania, lo peor para mí fue que tuve que dejar a mi amiga en Eritrea. La quería mucho, jugábamos juntas todos los días. Ahora no tengo ningún contacto con ella, es muy triste”. Los niños que cambian de casa dentro de un mismo país también viven estas experiencias y también sufren la posible pérdida de una buena amistad. Así pues no debe considerarse en sí mismo un motivo de estrés para los niños que han huido. Sin embargo, la pregunta sigue siendo a qué recursos puede acceder el niño, si pueden afrontar sentimientos de tristeza, y cómo se puede contrarrestar el riesgo de que no encuentren la manera de integrar dentro de su yo sus experiencias y las personas importantes de sus países de origen.

Pero como consecuencia de la huida, también se establecen nuevas amistades. Así, igual que las pérdidas de personas, de rutinas familiares cotidianas, del paisaje y la lengua familiares forman parte de la experiencia de los niños que han huido, su vida cotidiana una vez llegan a Alemania puede estar marcada por nuevas experiencias de relaciones productivas y estimulantes, una vez superada la primera fase de incertidumbre. En sus relatos, los niños describen con detalle y vívidamente las oportunidades de nuevas amistades. Las alianzas con niños de su misma edad y las nuevas amistades hacen que resulte más fácil y estimulante la llegada al nuevo entorno, la familiarización y finalmente la integración de los niños recién llegados a Alemania. Desde la perspectiva de los niños, estas relaciones pueden interpretarse como las primeras expresiones de acogida, de cuidado, con la consiguiente sensación de alivio. Estas expresiones por parte de los niños, pero también de los adultos afectuosos y compasivos, son tan importantes para los niños como para los adultos.

 

Educación y lenguaje

Es evidente que la huida confronta a los niños con una confusión lingüística. Como mínimo, cuando llegan a Alemania se dan cuenta de que su lengua nativa no es la lengua natural de comunicación. A veces incluso los niños pequeños intentan superar las barreras lingüísticas con palabras o frases en inglés. Así pues, experimentan la lengua como una entrada al mundo nuevo, y en las entrevistas este reto se expresó literalmente, sobre todo por parte de los niños mayores. Igual que el debate político sobre la integración a través del aprendizaje de la lengua, los niños que entrevistamos integraban este argumento y lo conectaban con la educación y sus propios esfuerzos educativos. Los niños que han huido reciben educación en las escuelas. En general la valoran positivamente y los niños consideran la escuela o algún maestro concreto una fuente de bienestar y de familiarización con Alemania. En general, las biografías de los niños se destilan en la escuela y a través de las experiencias que ahí viven. Porque en las entrevistas, las causas de la huida y las razones para querer permanecer en Alemania están ligadas a las experiencias escolares. Se produce aquí una comparación entre su experiencia escolar en el país de origen y en Alemania. Cuando un niño habla sobre las razones de la huida, las relaciona con los golpes o la discriminación que ha recibido de sus maestros. Ello convierte la escuela en un espacio donde han experimentado la violencia y la discriminación y el principal motivo para huir. Sin embargo, las limitaciones para acceder a la educación en los países de origen no son el único aspecto del que nos hablaron los niños y niñas entrevistados. Está claro que todos están agradecidos por la oportunidad que se les brinda en Alemania: poder asistir a las escuelas de aquí, poder aprender la nueva lengua y hacer nuevos amigos en la escuela que pueden ayudarlos a salir adelante en el nuevo entorno. Un niño nos decía: “Yo ya voy a una escuela de verdad, no una clase preparatoria como lo demás niños del hogar de refugiados. Quiero aprender alemán; quiero hacerlo solo. También me interesan mucho las matemáticas. Un día quiero ser maestro y enseñar cosas a los niños. ¡Me parece genial!”

 

Conclusión

En este estudio, examinamos primero la distribución cuantitativa de los niños y niñas refugiados en Europa y Alemania. Se vio que el estatus “de origen inmigrante” no representa realmente ninguna particularidad, ya que esta descripción se aplica más o menos a uno de cada tres estudiantes de los centros de educación general de Alemania. La situación y las necesidades especiales de los niños con experiencias como refugiados deben considerarse separadamente. Por ello, la distinción se hace entre menores refugiados acompañados y no acompañados en Alemania. Según un informe actual de UNICEF, en los últimos dos años han llegado a Alemania alrededor de 350.000 menores refugiados acompañados. En la segunda parte de este estudio se aborda su sentimiento de bienestar como niños particulares.

Se puso de manifiesto que los niños necesitan sentirse seguros para su bienestar y tener cubiertas sus necesidades básicas de protección y cuidados. Esto les permite también desarrollar sus potenciales y acostumbrarse al nuevo entorno y avanzar hacia una nueva vida como recién llegados sin miedos o preocupaciones. Dejar a los niños y a sus familias con un sentimiento de incertidumbre y de falta de perspectivas produce una enorme tensión en su desarrollo mental y social. Los miedos existenciales amenazan a toda la familia.

Por el contrario, la autonomía y la autodeterminación les ofrecen perspectivas; les proporcionan seguridad de acción, de sentimientos y de pensamientos. Los niños que han huido de la violencia y el terrorismo, de la pobreza y la discriminación con sus familias necesitan la perspectiva de un hogar y de seguridad, necesitan sentir que están protegidos, que son ayudados, que construyen recursos y habilidades y que esto los llevará a un desarrollo óptimo. En Alemania, tenemos los fondos y los medios logísticos necesarios para tratar adecuadamente a los niños que han huido y a sus familias de acuerdo con su estatus y para comprender sus historias como personas que han huido, pero también para acogerlos, darles un hogar y permitirles contar con un futuro compartido. No deberíamos ver a los niños que han vivido una huida solo como víctimas; son también actores y sujetos independientes que aportan recursos, creatividad, voluntad y sueños de futuro. El resultado de este estudio quiere utilizar todo ello como una forma de inclusión que implique dar y recibir y considere la diversidad en Alemania como una riqueza. Así, los niños se convierten en portadores de esperanza, para nuestra sociedad y para el mundo entero.

Katharina Gerarts es una reconocida experta en las perspectivas de la infancia, especialmente en los ámbitos de los derechos y el bienestar. En su carrera pedagógica y académica se ha dedicado a investigar sobre la infancia y examina los desarrollos tanto nacionales como internacionales. Actualmente es catedrática de Pedagogía de la Infancia en la Universidad Protestante de Ciencias Aplicadas de Darmstadt y es representante voluntaria del gobierno regional de Hesse por los derechos de los niños y jóvenes.

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