Reflexiones pedagógicas. Tecnologías y subjetividades en formación

En este artículo nos proponemos reflexionar acerca de una temática usual en la actualidad para todos los que estamos próximos a la temprana infancia (madres, padres, cuidadores, educadoras, profesionales de la salud): la presencia de la tecnología en la vida cotidiana del hogar, los modos en que se hacen presentes los dispositivos tecnológicos en la vida del bebe, niñas y niños pequeños y su familia y los posibles efectos en el desarrollo.

Es innegable que la realidad nos enfrenta habitualmente a una fuerte presencia de los dispositivos tecnológicos en la vida cotidiana. Lo que forma parte de la cotidianeidad y es importante para los padres, difícilmente podría no formar parte del bebé desde sus primeras experiencias ya que nace en un entorno en el que la tecnología es un elemento más del ambiente.

En la medida que la tecnología toma un lugar significativo en las relaciones interpersonales, es inevitable cuestionarnos sobre sus efectos en la primera infancia, en tiempos de constitución de la subjetividad.

El contexto de trabajo en el cual surgen nuestros cuestionamientos y reflexiones es el trabajo clínico con pacientes y en distintas instituciones de educación infantil con niños de 0 a 5 años. A su vez, hemos trabajado también, en talleres de formación con equipos interdisciplinarios en variadas instituciones. Trabajamos, además, en tratamiento psicoanalítico con niños y niñas en forma particular, atendiendo también a la familia en procesos de consulta.

Nuestra función en los equipos a los que pertenecemos en educación infantil abarca primordialmente el nivel de prevención y promoción de salud, atendiendo el seguimiento del desarrollo de los y las pequeñas, el acompañamiento a la tarea de la educadora y a la parentalidad.

En esta función de acompañar el desarrollo de las niñas y niños, las funciones educativas y de cuidado de los educadores y la parentalidad, hemos observado que, a través de diferentes modalidades, se ha hecho cada vez más presente el uso de los dispositivos tecnológicos en diversas situaciones de la dinámica familiar.

En las instituciones educativas en las que trabajamos no se ha incorporado su uso de acuerdo a un posicionamiento pedagógico que promueve la actividad lúdica como centro de los aprendizajes significativos. Se ha integrado sólo en ocasiones muy puntuales, por ejemplo, compartir una película o un hecho cultural que nos convoca a todos, como el mundial de fútbol.

En distintos encuentros con adultos, ya sea en entrevistas o talleres, fue resultando notorio que la tecnología estaba cada vez más presente en el relato de situaciones de la vida cotidiana. Empezamos a prestar atención a qué lugar ocupa el uso de la misma. Los distintos miembros del equipo han observado en muchas ocasiones, durante momentos significativos, como la llegada al jardín y la despedida en cada jornada, que el celular es ofrecido por el adulto y/o demandado por el niño. La despedida o el reencuentro suelen convocar angustias tanto en padres y madres, como en niñas y niños. En ocasiones algunos familiares prefieren irse sin ser vistos evitando un momento crítico de llanto o reclamo y otros ofrecen una compensación (un regalito o un caramelo).

A veces sucede que en ese momento se entrega el celular con su cualidad de entretenimiento inmediato, como un elemento que ayuda a la calma.

Los familiares relatan el uso de los dispositivos en múltiples situaciones de la vida cotidiana, como forma de brindar calma y entretenimiento, cuando requieren que niñas y niños permanezcan quietos, para poder desarrollar ellos otra actividad o cada vez que hay que esperar. En muchas ocasiones la tecnología es ofrecida por los adultos en esos momentos y con escasa interacción con ellos. También es introducida para suplir la ausencia, tendiendo a llenar vacíos en momentos de separación y/o utilizándola para negarla y evitar conflictos y angustia.

Encontramos dificultades, tanto en el mundo adulto como en el de los niños, para dar valor y tolerar los momentos de espera, frustración, vacío y aburrimiento que parecen conducir a la omnipresencia de dispositivos tecnológicos en cualquier ámbito. Estas observaciones nos han llevado a interrogarnos sobre el posicionamiento de las figuras parentales ante las demandas intensas o los desbordes impulsivos de los pequeños, así como sobre el tipo de objeto que devienen los dispositivos tecnológicos de acuerdo al uso que se hace de ellos.

Nos interesa pensar el uso precoz e intenso de los mismos, como una de tantas situaciones en las que el bebe o niño pequeño queda expuesto a excesos de estímulos que no puede procesar solo ni seleccionar. Parecería que la excitación y la calma pueden quedar unidas e intensamente provocadas. El mundo de la imagen y el sonido resulta tan atractivo que a veces colma y calma, suprime las demandas, absorbe inquietudes e interfiere en los movimientos y exploraciones de los bebes en el espacio, que inevitablemente requieren el contacto y el sostén
de otros.

A su vez, no brindan un retorno de lo que el bebé produce, no decodifican sus afectos y sentimientos. Aportan contenidos, estímulos sensoriales, historias ya narradas (usualmente altamente estimulantes y vertiginosas) pero no devuelven una respuesta que se acomode a su reacción. Por eso es necesaria la compañía de otra persona, como pueden ser niñas y niños más grandes o adultos complementando las reacciones emocionales de los niños y niñas con su capacidad de dar significado.

Por supuesto que en conjunto niños y adultos pueden disfrutar mediante la tecnología como soporte, de actividades lúdicas tales como escuchar música, compartir animaciones infantiles, leer y jugar con literatura infantil digital interactiva, etc. En estas situaciones, como en otras, el aporte de la interacción con otros, promueve un enriquecimiento, en la medida que el niño no queda en soledad ante lo virtual. En la actividad compartida, lo que pueda resultar angustiante o excesivo, probablemente será metabolizado con el aporte de la interacción. En cambio, cuando un niño o niña queda en soledad ante la pantalla, puede llegar a quedar en situación de desprotección. A modo de breve ejemplo, pensemos en “Momo” y la preocupación que ha causado recientemente. Si bien los niños no tienden a imitar lisa y llanamente lo que ven, y los monstruos suelen estar presentes en cuentos a través de los cuales metabolizan temores, la presencia adulta para discriminar lo que pueda afectarle o no entender a partir de la compañía, constituiría la situación más beneficiosa en aras del procesamiento de lo visto.

La propuesta de moderar el uso de los dispositivos tecnológicos es una aspiración que difícilmente se logra en una época en la cual se han exacerbado todos los consumos. La familia habitualmente siente que no hay porqué retirarlos, conjuntamente con la habitual creencia de que es importante para su aprendizaje. Además el niño pequeño parece especialmente “apto” para manejarlos y muestra interés.

Según el neuropediatra uruguayo A. Cerisola (2017), “Debido a sus habilidades atencionales, de memoria y simbólicas inmaduras, los lactantes y los niños pequeños no pueden aprender de los medios digitales tradicionales como lo hacen de la interacción con sus cuidadores y tienen dificultades para transferir el conocimiento a su experiencia tridimensional. Es importante considerar que la capacidad de interacción de las pantallas táctiles de los medios tecnológicos es limitada en comparación con el aprendizaje que surge de la interacción y con su entorno real”.

¿En qué mundo vive el niño?
Parece ineludible articular consideraciones acerca del impacto de la presencia de la tecnología en nuestra constitución como sujetos, con el entorno en el que crece. Estamos inmersos en la misma realidad que intentamos procesar y comprender, por lo tanto, nuestra comprensión será necesariamente parcial por ahora. Para conceptualizar los efectos de los cambios sociales en la subjetividad se precisa tiempo histórico.

El impacto de la tecnología se inscribe en un contexto de transformación de los relatos ordenadores de la sociedad. El filósofo francés Michel Serres (2012) señala que las sociedades occidentales vivieron dos grandes revoluciones: el paso de lo oral a lo escrito, y luego, la aparición de la imprenta. Sostiene que en la actualidad vivimos una tercera revolución a partir del auge de las nuevas tecnologías. Este autor denomina “Pulgarcita” a un nuevo ser humano cuyos mensajes brotan de sus pulgares con gran maestría.

Actualmente el vértigo, la incertidumbre y lo efímero forman parte de lo constante.La eficacia en el uso del tiempo como categoría que marca un modo de vida centrado en el tiempo presente, la idea de éxito vinculada a vivir el presente centrado en el placer y la realización personal como máxima a la cual aspirar, nos llevan a reformular las ideas de tiempo, espacio, cuerpo y subjetividad, entre otras. Los padres y madres quedan muy exigidos en este contexto, lo cual conlleva muchas veces que apelar a la tecnología implique un apoyo momentáneo, que además podría ser beneficioso para el niño, según cómo sea usado, cuánto y en qué condiciones.

La evitación del aburrimiento conjugada con la idea de que nada debería perderse, nos colocan ante un nuevo sujeto que busca permanecer joven y no quedar atado a límites.

Lo íntimo y lo privado han cambiado sustancialmente. Basta con googlear a cualquier desconocido, para tener alguna información e imágenes. Las redes sociales implican una exposición en una nueva zona de confluencia y escasa distancia entre lo público y lo privado.

La información puede contener una paradoja, pequeños datos inútiles y superfluos pueblan la comunicación virtual y la exposición de lo íntimo en variadas formas es usada por sujetos de todas las edades. Según la antropóloga argentina P.Sibilia, el diario íntimo habría sido sustituido por un diario “éxtimo” en el cual las redes soportan selfies, blogs personales para ser vistos al infinito, en lo que considera una exacerbación del culto a sí mismo. Muchas personas tienen hoy una especie de segunda vida en los ambientes digitales, lo cual puede ser integrado en situaciones naturales, por ejemplo, en la adolescencia, pero también puede implicar aspectos riesgosos.

El ocio, la espera y el aburrimiento
En relación al valor de la imagen en el mundo actual, no parece haber tiempo ni espacio que no esté por momentos saturado de imágenes. A modo de ejemplo, en cualquier sala de espera, nos encontramos con pantallas. Casi cualquier contenido que necesitemos comunicar por escrito (especialmente si se trata de algo a difundir) hay que pensarlo en relación a imágenes, para que sea recepcionado por los destinatarios y se fije la atención en ellos. “…en este nuevo contexto, además de hacerse más “interactivos”, los sujetos se están volviendo “más visuales que verbales”

Los tiempos de espera suelen estar habitados por imágenes virtuales. Parecería que a niños y adultos les cuesta dar valor y tolerar los momentos de espera y el aburrimiento. La tolerancia a la espera está indisolublemente unida a la aceptación de posibles frustraciones y a la progresiva adquisición del control de impulsos. En este contexto es que el uso de la tecnología, si es excesivo, puede ser un factor que no contribuye al desarrollo de ciertos recursos en el niño.

Sostiene V. Guerra, psicoanalista uruguayo: … “un niño que tiene estas características, de mucha inquietud e impulsividad, mejora cuando puede esperar. Porque la tolerancia de la espera implica la caída de la vivencia narcisista, que “el mundo tiene que ser como yo quiero y al tiempo que yo quiero”. Y, después, el niño se encuentra jugando con otros, o participando en la escuela interactuando con amigos que tienen tiempos distintos al suyo y tiene que negociar, adaptarse y poder esperar en el sentido de un proceso. En definitiva, la tolerancia a la espera se correlaciona con la tolerancia de la alteridad.”

Advertimos cierta contradicción entre la reiterada preocupación que ocupa a las familias respecto a las dificultades de los niños para procesar frustraciones, la sensación de que se aburren fácilmente y el hecho de que se ofrezca la tecnología para obtener calma y diversión. En este contexto la lectura no siempre es valorada como una experiencia artística y estética, que además entretiene, sino que se busca para solucionar problemas, como si fuera una solución mágica destinada a “gestionar las emociones”. Parece que el libro fuera pensado a veces con un fin didáctico específico, contrapuesto a otras formas de entretenimiento, relacionadas con el ocio digital. La exitosa aceptación de una generalizada propuesta
de “gestión de las emociones” es un tema interesante. Parecería que gana terreno una aspiración a transmitir al niño capacidades de “gestión emocional” que simplifican lo complejo y suponen una autorregulación precisa allí donde priman la ambivalencia y los conflictos que requieren compañía afectuosa.

Usos y efectos de la tecnología
El uso de la tecnología con sus avances vertiginosos suele convocar fuertes adhesiones o rechazos.
Con respecto al uso de los dispositivos tecnológicos la Sociedad Argentina de Pediatría al igual que otras sociedades científicas recomienda:

• Nada de pantallas antes de los 18 meses. Exceptuando la comunicación con familiares o amigos.

• Entre los 18 y 24 meses, contenido de alta calidad junto a la presencia de la familia dando sentido a lo que están viendo.

• Entre los 2 y 5 años, contenidos de alta calidad (no más de una hora).
A partir de los 6 años: equilibrio y sentido común.

La advertencia de la comunidad médica sobre la conveniencia de no exposición de los niños pequeños a ciertos dispositivos tecnológicos es generalmente desconocida. Cuando es conocida, suele ser vivenciada como una “misión imposible”, lo cual podría estar vinculadoa la naturalización del fenómeno, al uso cotidiano (y permanente) generalizado. Parece naturalizarse lo que forma parte de lo habitual.

La familia relata sentir una demanda excesiva de los niños, que va de la mano de dificultades para introducir la espera y posibilidad de frustrarse. El niño requiere que las figuras de referencia le presten su capacidad de contención y sostén, para no quedar solo frente a impulsos y deseos que lo desbordan, sin el apoyo necesario para procesarlos.

Los niños pequeños parecen preparados para manejar nuevas formas de comunicación a través de una capacidad conectiva que no requiere determinadas condiciones previas. No resultan imprescindibles las letras y el teclado, sino que alcanza con los íconos.

Surgen interrogantes sobre los efectos de la tecnología en el desarrollo del niño pequeño. Interrogantes complejas que posiblemente no tengan respuesta aún, en la medida que confluyen múltiples variables. En niños en los cuales el uso de los dispositivos tecnológicos es muy intenso, se pueden llegar a observar efectos a nivel del lenguaje. En ocasiones algunos niños utilizan expresiones no características del entorno cultural cercano, propias de un español neutro o el llamado “lenguaje televisivo.”

S.Tisseron, psicoanalista francés, describe los efectos de la imagen que no responde a la sonrisa del niño. Ante un adulto que le sonríe, él bebe responde sintiendo que a su vez su sonrisa genera un efecto en él. Se genera un espiral interactivo. En cambio, si el bebé sonríe a un adulto en la pantalla, la respuesta se interrumpe, “el bebé está en situación de ser y no ser a la vez con el otro e interioriza las relaciones en eco constantemente abortadas, dicho de otra manera, sin moverse y con los ojos clavados en la pantalla, el niño aprende la inestabilidad”.

En algunos niños observamos inquietud excesiva, expresiones de ansiedad marcadas, una intensa descarga corporal y despliegue motriz. Cuando esto ocurre en el contexto de una estimulación excesiva, puede suceder también que se acompañe de una tendencia al movimiento permanente, dificultades para jugar en espacios acotados y para alcanzar la relajación, (sobre todo en el momento de dormir y conciliar el sueño) y en ocasiones no surge el desarrollo del juego simbólico espontáneo a pesar de que la capacidad simbólica para desarrollarlo pueda existir.

No pensamos que estas situaciones respondan exclusivamente a la fuerte exposición a dispositivos tecnológicos, sino que son fenómenos multicausales ligados a la posibilidad de procesar y significar con otro, simultáneamente o a posteriori.

En ese sentido tomamos aportes de V. Guerra (2007):“Y si el mundo actual con sus vicisitudes renovadoras iconoclastas y posmodernas implica la presencia de un llamado hacia la multiplicidad, hay un elemento que considero como una invariante fundamental: la presencia del otro, la absoluta necesidad de la presencia y el aporte del otro humano en la constitución del ser humano.”

El procesamiento de lo vivido requiere del encuentro con otros significativos que, a través de la empatía, conexión afectiva y el reconocimiento que los otros le devuelven al niño especularmente, ayuden a metabolizar experiencias, promoviendo el desarrollo de la subjetividad y facilitando el proceso de integración.

Nos cuestionamos si los soportes tecnológicos pueden oficiar de “sostén”. ¿La tecnología puede dar un aporte significativo en estas edades? ¿Qué pasa cuando determinado uso de estos dispositivos contribuye a la desconexión con el malestar, las fallas del otro y/o su falta, calman “mágicamente” y evitan la desilusión?

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Cerisola, A. (2017). Impacto negativo de los medios tecnológicos en el desarrollo infantil. Recuperado en: http://docs.bvsalud.org/biblioref/2017/08/848347/126-131.pdf
Guerra, V. (2003) Fallas en la simbolización en relación a la estructuración psíquica (El proceso de simbolización desde una perspectiva intersubjetiva). En Cuerpo, Lenguaje, Simbolización. Conferencias. Asociación Uruguaya de Psicomotricidad.
——- (2007) En Cultura de la imagen y subjetividad. Mesa “Niños”. Jornada A.U.D.E.P. P
Recuperado de http://www.aupcv.org.uy/ckfinder/userfiles/files/AUDEPP%20CULTURA%20DE%20LA%20IMAGEN%20VIctor%20Guerra.doc
– Tisseron S. (2008). Les dangers de la télépour les bébés.Bruselas: Yapaka.be
– Serres, M. (2012). Pulgarcita. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica
– Sibilia, P. (2008 ) La intimidad como espectáculo. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica


Lic. Psic. Ana Laura Martin

Lic. Ximena López Germino
Lic. Psic. Ma. Cecilia Rodríguez da Silveira
Lic. Psic. Gabriela Triñanes

 

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