¿Que escuela queremos? Fuera del aula, en la naturaleza. Historias desde el bosque

En Dinamarca hay muchas escuelas bosque para niños. A lo largo de los años han ido aumentando de número, así que ahora nos hemos acostumbrado a que formen parte del escenario global. Ya no es algo exótico y especial encontrar a niños y educadores en los bosques o en cualquier otro espacio natural donde juegan o exploran.

En las escuelas bosque infantiles, los niños pasan el día, desde la mañana hasta el atardecer al aire libre, todo el año. Suelen tener una cabaña en el bosque donde se reúnen por la mañana y donde pueden almacenarse chaquetas adicionales y katiuskas, para poder adaptar su atuendo a las condiciones meteorológicas. Este tipo de escuelas bosque son una parte de las escuelas, pero en los últimos años ha surgido un gran número de iniciativas que de maneras distintas intentan integrar las experiencias de las escuelas bosque. En el artículo hablaré también de algunas de estas iniciativas para ofrecer un abanico de las muchas posibilidades que existen.

Han pasado unos cuantos años desde la primera vez que visité una escuela bosque infantil. La experiencia me impresionó enormemente, y empezaré por ahí. En aquella época, estaba ocupado con un proyecto en el que debía recopilar fotos y textos para un vídeo que ofreciera una visión de las opciones de dos países (Italia y Dinamarca) referentes a tipos de instituciones para niños de 0 a 6 años.

La escuela bosque infantil que visité no disponía de cabaña. En cambio, tenían un autobús que satisfacía más o menos las mismas necesidades y algunas más. En la mayoría de los casos los padres acompañan a los niños al centro por las mañanas, pero en este caso, el autobús les recogía en el centro de la ciudad. El autobús pertenecía a la escuela y varios de los educadores tenían el permiso que les permitía conducirlo ellos mismos.

 

Globussen, Svendborg, Denmark (3-6 años)

De este modo, la escuela bosque podía desplazarse donde quisieran. Podía ser un viaje a la biblioteca, a visitar otra escuela infantil, o a un bosque cerca de la playa donde solían pasar la mayoría de días. Así fue el día que yo los visité.

Cuando llegamos al bosque, el autobús aparcó y los niños y adultos en seguida empezaron a empaquetar lo que necesitarían para el día. Todos parecían saber exactamente lo que tenían que hacer, y al cabo de pocos minutos íbamos andando por estrechos caminitos en el bosque. Hacía buen tiempo, de modo que habían podido dejar las chaquetas y los pantalones impermeables en el autobús.

Algunos niños se reunieron con uno de los educadores para preparar una hoguera. Era algo divertido y además estaba previsto que ese día preparan pan. Yo estaba ocupado tomando fotos de la hoguera, así que al principio no me di cuenta de los otros niños.

Sin embargo, poco después empecé a maravillarme de la tranquilidad que se respiraba. Los niños que se ocupaban del fuego estaba concentrados en esa tarea, pero el resto parecía que se habían marchado. Resultó que estaban todos ahí. Había pequeñas cabañas aquí y allí entre los arbustos y en otra parte había un pequeño grupo jugando con muñecas. Los niños podían moverse libremente dentro de una zona amplia. No estaba limitada por ninguna valla o nada similar, pero había árboles, arbustos, caminos que no debían cruzar. Yo no veía los límites, pero era evidente que los niños controlaban perfectamente el lugar.

Desde luego, esto no pasa el primer día, pero lo aprenden rápidamente. Una vez lo han incorporado, todo parece tan obvio que apenas hay que hablarlo. Los niños nuevos que se incorporan al grupo son entrenados casi imperceptiblemente por los niños que ya tienen un conocimiento más profundo de la zona.

El día fue largo y lleno de posibilidades. El grupo se separó. Casi la mitad decidió ir hacia el sur por la playa, y antes de irse se acordó dónde se les recogería cuando el autobús se dirigiera de vuelta a la ciudad. Era el año 1993 y eran los años en que se estaba acelerando el desarrollo tecnológico. La escuela bosque disponía de algunos teléfonos que eran demasiado voluminosos para caber en el bolsillo, pero que se podían llevar en la mochila. Ello proporcionaba una nueva libertad a los niños y adultos que les permitía compartir y reunirse de maneras mucho más flexibles. En esa época poca gente podía imaginar que en el futuro todos llevaríamos un teléfono móvil en el bolsillo. Estamos acostumbrados a estar siempre localizables, sea en el centro de la ciudad o en una zona boscosa. Para aquel entonces suponía un gran paso poder dividirse y alejarse en grupos más pequeños. Era fácil comunicarse si era necesario.

El grupo de niños que se había quedado continuó con sus actividades en grupos más pequeños. Algunos grupos se disolvían y se formaban otros nuevos. Yo andaba por allí observando y tomando fotos, y no dejaba de sorprenderme su concentración. En un momento dado los niños se dirigieron a una duna donde estaba sentada una de las educadoras con un cubo rosa sobre la cabeza. Sin duda, era la señal de que iba a contar una historia. No había gritos ni órdenes. En absoluto. Lo que había era un tono de voz tranquilo, unos niños saltaban sobre la arena y se empujaban hacia la derecha, mientras otros se quedaban de pie y escuchaban mirando el mar.

Cuando reviso esas viejas fotos compruebo que ese día el cielo estaba muy azul, el sol brillaba y no había mucho viento. No todos los días son así en una escuela bosque, pero cuando uno está acostumbrado a estar al aire libre no hace falta que haga un tiempo veraniego para estar a gusto. Habían sustituido el aula por el bosque y la playa, lo que proporcionaba color a sus mofletes y contextos para la profundización y la concentración. Los palos y las piedras de varios tamaños podían disponerse con imaginación para construir cuevas, casas, castillos o simplemente una cabaña.

La visita a la escuela bosque infantil me despertó muchas reflexiones sobre cómo se construye la infancia moderna. ¿Qué oportunidades damos a los niños y niñas? Quizás no todos los niños encajarán en una escuela bosque, pero estoy convencido de que muchos sí.

Mi primera visita a una escuela bosque infantil me ayudó a crear una mirada crítica a los marcos físicos que normalmente damos a los niños. Tras pasar un día entero con un grupo en el bosque, resulta claro que demasiadas instituciones están diseñadas para albergar las mentes de los niños y niñas, pero no sus cuerpos.

El pintor sueco Peter Tillberg retrata con su pincel –¿Resultarás rentable, amiguito? – Cuán falta de imaginación puede resultar un aula. Notemos que Tillberg no ha dado piernas a los estudiantes. No existe la ilusión de que puedan huir. Están atrapados en la idea de que esa es la mejor y la única manera en que pueden adquirir conocimientos.

Painting, Tillber

Las escuelas bosque infantiles pueden servir para establecer una idea más amplia y más abierta sobre cómo podemos conformar los espacios en que los niños van a pasar gran parte de su infancia. Dicho esto, debo añadir inmediatamente que el mero hecho de estar al aire libre no garantiza que la pedagogía sea más libre y experimental. He visto a niños marchar en fila en el bosque para establecerse en un lugar determinado en el cual deben elegir un árbol que luego tendrán que dibujar con la máxima precisión de que sean capaces. El sonido del bosque con el trino de los pájaros y el crujir de las hojas con el viento quedaba eclipsado por el ruido del silbato y las instrucciones constantes del maestro. Pero esto es poco frecuente. En la mayoría de proyectos de bosque y naturaleza que he conocido en Dinamarca, el foco estaba puesto en la curiosidad de los niños, y se estudiaban detenidamente los escarabajos, las hormigas, las ratoneras y las cortezas de los árboles. Más espacio tiene un efecto positivo y además resulta que el nivel de ruido desciende considerablemente cuando los niños pasan más tiempo en espacios exteriores.

 

Skovtrolden, Aarhus, Denmark (3-6 años)

Estar en la naturaleza puede proporcionar un gran sentimiento de libertad, de tranquilidad y profundidad. No es un sentimiento reservado a los niños, también se reconoce y se aprecia en los adultos. Cada vez surgen más proyectos donde se ofrece a personas estresadas disfrutar de la naturaleza y pasar tiempo en jardines, lo que les ayuda a recuperar una cotidianidad más equilibrada.

La crisis del Coronaviurs ha supuesto sin duda una gran dificultad para muchas familias que han debido quedarse en casa durante semanas. Ha sido así en prácticamente en todo el mundo. Sin embargo, ha habido algunas variaciones interesantes entre países. En Dinamarca, por ejemplo, se ha permitido a la gente salir. Todo el mundo tenía la posibilidad de pasear por el parque, por la playa o por el bosque si tenían la precaución de alejarse de las demás personas.

Hemos pasado al teletrabajo y a las entregas a domicilio. De repente había más espacio libre en la agenda y mucha gente aprovechó para hacer un poco de ejercicio o simplemente para salir a disfrutar de la tranquilidad de la naturaleza. Estoy bastante seguro de que ha sido muy beneficioso para la salud pública el hecho de haber podido salir de casa y dejar el ordenador para dar largos paseos durante una hora o más. Es importante para el bienestar físico, pero sin duda también para el bienestar mental.
Esta crisis ha sido y es una señal clara de que no todo continua igual. Nos enfrentamos también a una crisis climática que ya no se puede ignorar. El interés creciente por las escuelas bosque infantiles está ligado a una época en que cada vez se hace más necesario comprender cómo podemos, a escala global, salvarnos de una crisis que hemos creado nosotros mismos a través de un uso ingenuo de los recursos naturales. Existen innumerables informes sobre la contaminación producida por los aviones y los coches. No es necesario entrar en detalle sobre estos informes, pero tengo la clara impresión de que el interés cada vez mayor de los educadores y los padres tiene que ver también con un deseo de devolver la naturaleza como recurso a los niños y niñas. Tenemos que repensar nuestra relación con la naturaleza, con la sostenibilidad, con el reciclaje y con la protección de la diversidad.

La escuela bosque es una experiencia útil en este contexto. En ellas vemos como los niños disfrutan, incluso en entornos que no están llenos de plástico. Pasar tanto tiempo al aire libre también les hace más fuertes. Se mueven más y evitan estar amontonados en clases, donde la posibilidad de contagiarse es mayor. Resulta exótico e inspirador que en las escuelas bosque los niños estén al aire libre todo el año y durante todo el día, pero no en todas partes pueden existir. Hay la posibilidad de utilizar esta inspiración para para desarrollar nuevos tipos de centros. Afortunadamente cada vez más conocidos. Se trata en gran medida de observar las posibilidades que existen en un determinado contexto. Puede organizarse alrededor de un centro infantil, o alrededor de movimiento sociales locales donde los vecinos trabajan colectivamente para crear espacio para la diversidad.

Un día, estando en Barcelona, me invitaron a un proyecto de un grupo numeroso de vecinos que había tomado una parcela de tierra cerca del centro de la ciudad y la habían convertido en un huerto. En medio había mesas, sillas y una barbacoa, de modo que se podían organizar fácilmente comidas o cenas comunitarias. En una esquina del terreno, los niños habían encontrado algunas piedras y algunos ladrillos que inmediatamente se convirtieron en elementos de juego. El lugar era acogedor. Quizás por ello resultó tan placentero sentarse en medio y conversar sobre cómo el mundo está conectado. Aquel grupo de vecinos había conseguido permiso municipal para el proyecto durante un corto número de años, pero incluso con esta perspectiva, la zona seguía apareciendo como un oasis en medio de la ciudad. Este tipo de iniciativas existen y hay varias. Los aspectos centrales de estas iniciativas son lo comunitario y lo verde.

City Garden, Montjuic, Barcelona.

En el Parc de la Ciutadella, en el centro de Barcelona, se encuentra una zona de juego al aire libre donde los niños pueden acudir con sus padres u otros adultos. Hay bloques, pelotas, carretillas y muchas más cosas que se pueden usarse para jugar cuando encuentras a otros compañeros para compartir. Hay también un gran cartel que anuncia que los niños pueden jugar con agua en esa zona y que está permitido mojarse. Otro ejemplo del cambio que se está produciendo.

En otra parte de Barcelona, visité una escuela infantil que cuenta con un gran parque delante del centro. Aquí salen a menudo, pasan la mayor parte del tiempo fuera durante todo el año. Los niños comen fuera y observan a los pájaros dispuestos a acercarse y limpiar tras ellos. Cada migaja que cae se convierte en alimento para los pájaros.

Escola bressol municipal Valldaura.

Acercarse a los ritmos y los ciclos de la naturaleza requiere una continuidad. Es evidente que la escuela bosque es el máximo ejemplo que podemos imaginar, pero existen muchos modelos intermedios. Por razones obvias conozco sobre todo las experiencias danesas, pero también aquí hay muchas ganas de experimentar. Los espacios de juego de los centros se han modernizado. Los espacios exteriores se han vuelto más inspiradores y variados. Se han creado pequeños montículos desde los que dejarse ir rodando y arbustos de bayas comestibles tras los cuales también esconderse. Los manzanos y perales ofrecen sombra. Otros árboles permiten subirse a ellos.

Todo ello no está exento de conflictos y debates. Pronto aparecerá algún educador o padre que ha oído que un niño ha caído de un árbol o se ha lastimado con una rama. Esto sucede, y antes de que te des cuenta los árboles han sido cortados y podados de modo que ningún niño pueda alcanzar una rama, ni siquiera subidos sobre un cajón. Encontrar el equilibrio justo entre la seguridad y los retos puede resultar difícil, o incluso imposible. Es algo que se construye con el tiempo y que sucede en cada lugar concreto.

Hay que encontrar un equilibrio, puesto que no sería inteligente empezar con una altura de dos metros, pero podemos encontrar un árbol con una altura adecuada. Los niños que están acostumbrados a estar al aire libre suelen tener un sentido muy preciso de a qué altura son capaces de subir, dónde está el equilibrio justo. Buscan activamente ampliar sus límites un poco más o alcanzar mayor seguridad en el nivel en que están. La seguridad física es oro cuando los niños deben moverse solos por el espacio público, a pie o en bicicleta. La seguridad física se alcanza usando el cuerpo. Se trata de practicar, practicar y practicar. Sea en el patio, en el parque, en la playa o en el bosque, hay que pensar en la seguridad a la vez que en los retos. ¿Dónde hay un pequeño montículo que podemos saltar mientras caminamos? ¿Dónde hay palos con los que dibujar en el suelo? ¿Qué árbol es adecuado para subirse? ¿Qué animalillos podemos encontrar bajo las piedras?

Skovtrolden, Aarhus, Denmark (3-6 años).

El interés por los niños y la naturaleza no es en absoluto nada nuevo. Siempre ha estado ahí, pero ha habido períodos en que los debates educativos se han centrado más en otras cuestiones. La crisis climática está ayudando a situar esta relación en primer plano como uno de los temas esenciales. Aunque cuando decimos crisis no suena como algo positivo, la crisis puede hacer que nuestra visión de la educación, se centre menos en preparar para una competición internacional salvaje, a favor de una visión de la educación que abrace más la diversidad y la creatividad.

Cerca de mi casa hay una zona boscosa donde una vez por semana vienen un grupo de niños a pasar todo el día jugando allí. Está tan cerca que, cuando el viento sopla a favor, los puedo oír. Son un buen ejemplo de lo que he explicado. Es un grupo de niños de un centro 0-6 años del barrio, que es bastante nuevo y que todavía no tienen un jardín interesante. Han decidido que los niños mayores puedan ir al bosque una vez por semana. Pero con la pandemia ha sido necesario mantener mayor distancia, por lo que se ha permitido que los niños mayores pudieran ir toda la semana a pasar la jornada en el bosque.

Para actualizar mis conocimientos sobre el bosque y los niños, pedí poder visitarlos. Cruzo esa zona varias veces todas las semanas, y llevo décadas haciéndolo. Conozco bien el área. Un par de niños se ofrecieron a hacerme de guías y fue muy emocionante. ¡Había tantas cosas en las que nunca me había fijado antes! Por ejemplo, hay muchos más agujeros de los que había advertido. En algunos viven gusanos, otros han sido excavados sin duda por animales más grandes, como ratones o similares. ¡Y tenía que ver el árbol robot! Aquel árbol era sin duda muy apreciado por los niños. De entrada no advertí las cualidades del árbol, pero me explicaron que iba muy bien para esconderse detrás. Había una rama rota que era un elemento importante del robot. Dicha rama podía voltearse un poco, como si fuera una válvula. Por esto lo llamaban el árbol robot.

Vestermarken, Aarhus, Denmark (3-6 años).

Me resultó mucho más fácil comprender el árbol corazón. Años atrás había sucedido algo que había provocado que ahora el árbol tuviera un agujero en forma de corazón en el tronco. Y así esos niños conocedores del bosque me fueron mostrando el entorno. En una pequeña repisa, algunos niños preparaban un funeral para dos abejas. Una abeja niña y una abeja niño, según ellos.

Vestermarken, Aarhus, Denmark (3-6 años).

Uno de los puntos destacados del recorrido fue un árbol para escalar, y en un momento me mostraron lo rápido que se podía alcanzar la cumbre de la copa del árbol. Una niña, que demostró orgullosa su talento escalador, me contó que su madre la llamaba medio-mono. Estaba satisfecha con este mote y se descolgó confiadamente y de manera segura del árbol para volver al suelo.

Antes de terminar la visita, pude hablar con los educadores, que aportaron varios matices. Era evidente que los educadores estaban tan emocionados con la experiencia de estar en el bosque como los niños. La necesidad de profundizar y la experiencia de olvidarse del tiempo eran compartidas por educadores y niños. Era un alivio salir de las estructuras cotidianas del centro.

Mientras dejábamos el bosque, recibí una última consideración de los educadores. Desde hacía un tiempo se habían dado cuenta de que los niños y las niñas se mezclaban mucho más en sus juegos y actividades cuando estaban en la naturaleza. Los educadores no apreciaban las mismas nociones de estereotipos sobre lo que los niños debían o no debían hacer cuando estaban en el bosque. La última foto que hice durante mi visita fue de una piscina que algunos niños y niñas habían formado con palos y ramas. No requiere grandes explicaciones, es lo bastante explícita si nos fijamos bien. Incluye un trampolín desde el que saltar al centro de la piscina.

Vestermarken, Aarhus, Denmark (3-6 años).

A lo largo del artículo he esbozado básicamente mis experiencias en Dinamarca. Contamos con una tradición extensa y rica de la que podemos beber, y es donde yo vivo y donde puedo encontrar fácilmente experiencias relevantes. Sin embargo, he añadido algunos ejemplos de Barcelona para mostrar que el interés por la naturaleza, el clima, la biodiversidad se extiende rápidamente a través de las fronteras. Las posibilidades son variadas. Cada latitud tiene sus ventajas y desventajas climáticas, y también influirán las distintas visiones económicas y culturales. En Spitsbergen, cerca del Polo Norte, donde viven los osos polares, es necesario llevar un rifle si uno se aleja del pueblo para dar un paseo. Lo mismo vale para los centros infantiles que se alejan del pueblo para jugar al pie de las montañas de alrededor, salir del centro para que los niños jueguen en la naturaleza, corran o hagan sus observaciones. Puede hacer mucho frío, pero los padres y educadores comparten sin duda la idea de que los niños tienen que salir al parque o a caminar en la naturaleza. Todo el mundo sabe que puede aparecer un oso. No es frecuente, pero puede pasar, de modo que el educador lleva el rifle al hombro todo el tiempo.

En otros lugares del mundo puede haber serpientes con las que hay que tener cuidado. Hay numerosos problemas que pueden y deben resolverse localmente.

La joven sueca Greta Thunberg, con su acción de protesta, ha conseguido crear una conciencia global sobre la grave crisis climática que estamos atravesando. Greta Thunberg ha conseguido lo que miles de investigadores llevan años intentando. Cada vez está más claro que la solución puede venir de cambios en nuestra forma de vida, en lo que comemos, en cómo viajamos, etc. Hay perspectivas de cambio en distintos niveles. Algunas cosas pueden ser positivas, otras difíciles de llevar.

No hay duda de que en un sentido amplio, el paisaje educativo debe repensar cómo organizamos el entorno local de los niños. Cómo podemos crear entornos que les ofrezcan una experiencia física y sensorial, o sea, con una naturaleza diversa con distintos tipos de animales y plantas. Necesitan mucho más que pósters de colores con los diez pájaros más coloridos. ¿Cómo podemos transformar los entornos para que los niños tengan relación con la naturaleza, lo que implica tanto al cuerpo como a la mente?

Conocí a Irene Balaguer hace casi treinta años en un congreso en Holanda. Resultó que ambos hablábamos italiano, lo que nos permitió iniciar una conversación sin necesidad de intérpretes. Y más importante, enseguida nos dimos cuenta de que compartíamos un amplio número de nociones esenciales sobre los niños y la infancia. A lo largo de todos estos años hemos mantenido la amistad y hemos podido pasar horas y horas debatiendo las semejanzas y las diferencias de las tradiciones educativas y los giros y cambios que tienen constantemente lugar. A veces dos pasos adelante, a veces un paso atrás.

Si nos fijamos bien, resulta que muchos países han tenido experiencias históricas de pedagogía al aire libre. Es el caso de Barcelona / Cataluña, donde encontramos fotos antiguas de escuelas infantiles tanto en el bosque como en la playa.

Gracias a los editores de esta revista por invitarme a escribir este artículo y contribuir así a rendir homenaje a Irene Balaguer, que fue a la vez una gran amiga y una colega profesional con una capacidad extraordinaria para situar los conceptos en interacción entre el terreno político y el pedagógico.

NOTAS:
Globussen, Svendborg, Denmark (3-6 years)
https://svendborg.inst.dk/Foresides/IntraForeside.aspx?Location=IP.4B
Skovtrolden, Aarhus, Denmark (3-6 years)
https://www.krageper.dk
Escola bressol municipal Valldaura, Barcelona (0-3 años)
https://ajuntament.barcelona.cat/escolesbressol/ebmvalldaura
Vestermarken, Aarhus, Denmark (3-6 years)
https://aarhus.inst.dk/Foresides/IntraForeside.aspx?Location=IP.1F0&PublicMenuNodeId=373


Claus Jensen
Pedagogo

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